Ágora
¿Qué tienen en común Bolsonaro, Trump (en su momento), Boris Johnson, Andrés Manuel López Obrador y, en nuestro ámbito cercano, el edil de Morelia, Raúl Morón? Algo muy simple: los cinco han coincidido en subestimar los efectos de la epidemia del COVID-19, negándose a tomar medidas de fondo para prevenirla y combatirla.
En un primer punto, la excusa ha sido económica: temerosos de un desplome financiero, los gobernantes han preferido sacrificar la salud de los ciudadanos, antes que afectar las ganancias de los sectores productivos. Este es el caso de la mayoría, pero especialmente de AMLO, quien no ha implementando ningún programa de apoyo a los mexicanos en situación desfavorable.
El otro punto es electoral: frente al natural rechazo de inmensas mayorías a las restricciones y confinamientos, han preferido asumir una actitud pasiva antes que activa. Esto se observa sobre todo en el caso del alcalde moreliano, quien prácticamente ha supeditado todos sus programas de gobierno al rendimiento político.
La consecuencia de todo lo anterior es un crecimiento inusitado en el número de decesos y casos positivos, que si bien es factible achacar a los ciudadanos, también es responsabilidad de las autoridades, pues no han sido capaces de instrumentar políticas efectivas para contrarrestar los efectos de la enfermedad.
De hecho, en gran medida las acciones de estos gobernantes, han sido más bien un factor de riesgo, pues muchas de sus actitudes han sido una clara guía para las autoridades de sus partidos y sus miles de seguidores, quienes han visto en su negligencia un ejemplo a imitar.
Pensemos en algo tan simple pero efectivo como el uso del cubrebocas. Bolsonaro, Trump, en su momento, Johnson y el mismo AMLO, han sido los principales jefes de estado que han minimizado su uso, sin decir claramente por qué su negativa a usarlo. También forman parte de las filas de los gobernantes que se han enfermado.
Sólo esto basta para meter a estos jefes de estado en el club de los irresponsables, pues han hecho de los prejuicios personales una política de estado catastrófica, que ha alentado a la irresponsabilidad de muchos ciudadanos, incrementando las cifras negras del COVID-19.
Por ello, estos gobernantes les han fallado a sus poblaciones, ya que antes que atender con prontitud un problema severo, han dejado que las cosas se arreglen por sí mismas o que cada quien la arregle como pueda.
Antes que un posible costo político, antes que perder popularidad, han preferido optar por una estrategia de distracción, confiando en que el ciudadano, corto de memoria, pronto se olvide de esta negligencia.
Hoy en día seguimos estando en una situación desfavorable: las cifras, en lugar de disminuir, siguen en aumento, con todas las afectaciones que ello conlleva. Y esto, en parte, se debe a estos gobernantes omisos e indiferentes. Ahora lo más seguro, dirían algunos, es que venga lo peor.