Madrid, España – El País
Un año terrible para muchos, inédito para todos, llegó a su fin. Amanece un 2021 del que nadie sabe qué esperar, en un mundo marcado por una pandemia que dejó al desnudo sus enormes carencias.
Este tránsito de una noche hacia el deseo de renovar los tiempos, Guillermo Altares, de El País, lo describe así:
Como un homenaje obligado a los 1,8 millones de muertos que ha dejado la primera pandemia global en un siglo, se mantuvieron las tradiciones para despedir este funesto 2020, pero en escenarios vacíos, casi desoladores. 2021 fue asomando desde las islas del Pacífico hasta América, dejando tras de sí un rastro de esperanza, pero también de soledad. Los fuegos artificiales en el puerto de Sídney, una de las primeras imágenes con las que arranca el año, tuvieron lugar esta vez sin público, solo duraron siete minutos y prácticamente los únicos que se encontraban en las calles eran policías. Fue un presagio de lo que ocurrió en el resto del mundo: plazas cerradas, patrullas de las fuerzas de seguridad, toques de queda, conciertos sin público, fiestas familiares por Zoom.
Italia se encontraba bajo un severo toque de queda, al igual que Francia, donde el Gobierno había desplegado 100 mil policías para que todo el mundo se quedase en su casa a partir de las ocho de la noche. En Alemania los fuegos artificiales que millones de ciudadanos lanzan cada año desde las calles en una bacanal de ruido y pólvora fueron prohibidos (una medida que todas las mascotas de este país agradecieron sin duda). La actriz Isabella Rossellini puso una foto en su cuenta de la red social Instagram que resume el sentir de millones de personas en todo el mundo tras un año desolador: un gran cartel en una calle italiana con una estrella y las tradicionales luces navideñas en el que se puede leer: “2020 vaffanculo”, (“2020, vete a la mierda”).
Una de las personalidades que han marcado este año por su sinceridad y por sus conocimientos científicos, por la manera directa y sin rodeos con que se dirigió a los ciudadanos, lanzó un mensaje parecido, aunque en un tono mucho más solemne. En su alocución de fin de año, la canciller alemana Angela Merkel expresó:
“Nunca antes, pese a la incertidumbre, habíamos tenido tantas ganas de empezar un nuevo año. No debemos olvidar como sociedad a todos los que han perdido a un ser querido sin poder estar cerca de ellos en sus últimas horas”, agregó. Desde hace unos días, la esperanza ya tiene un rostro”, dijo al referirse a la campaña de vacunación.
En los preparativos del año nuevo, todo era normal y a la vez todo era diferente. En los alrededores de la Puerta del Sol de Madrid, los operarios terminaban a media tarde de montar un escenario y preparaban la proyección de una bandera de España gigante sobre la sede de la Comunidad de Madrid, que pudo verse en todos los canales de televisión que conectaron en directo con el centro de Madrid. Los últimos consumidores se daban prisa en terminar sus compras en los únicos grandes almacenes abiertos. Salvo por la ausencia absoluta de turistas, hasta ese momento podría ser un año viejo normal. Pero esta vez, la plaza no se llenó más que de silencio, nadie escuchó en directo las 12 campanadas, ni el concierto, de una sola canción, que dio Nacho Cano poco tiempo antes de la Nochevieja en homenaje a las víctimas de la pandemia. Según cifras oficiales (las reales son más altas), 50.837 personas han perdido la vida durante la pandemia y casi dos millones han enfermado.
En China se mantuvieron algunas celebraciones, sobre todo en Wuhan, donde hace un año saltaban los primeros casos sin que el mundo imaginase la que se venía encima. Japón, en cambio, había decidido cancelar sus dos tradiciones más sólidas de año nuevo: la visita masiva a los templos para entregar los amuletos antiguos y comprar los nuevos y, sobre todo, el saludo desde el balcón del Palacio Imperial de la familia real, una de las pocas ocasiones en las que se muestra en público. Cada 2 de enero, esta ceremonia congrega a miles de personas, que esperan durante horas para ver durante unos minutos a los emperadores.
Times Square, la plaza de Nueva York símbolo del año Nuevo en Estados Unidos, se preparaba para una nochevieja diferente y solitaria. Como señalaba The New York Times en un titular, “este año Times Square estará lleno de esperanza, pero no de gente”. Solo podrán asistir a la famosa caída de la bola tras una cuenta atrás unos pocos cientos de personas, con invitación, distancia social y mascarillas. En su mayoría serán trabajadores esenciales y profesionales sanitarios, que estuvieron en primera línea durante la pandemia. Como incidía el diario neoyorquino, su objetivo es comprobar que, efectivamente, 2020 se va de una vez.
“Vaya año del infierno que hemos pasado”, señaló Gladys Berejiklian, presidenta del Estado de Nueva Gales del Sur, que incluye Sídney. Citada por la agencia Reuters, agregó:
“Esperemos que 2021 sea un poco más fácil”.
“2021 tendrá un principio mucho peor que el de 2020, pero esperemos que un final mucho mejor”, escribió en su cuenta de Twitter el virólogo Adam Kucharski, que justo cuando empezó el año acababa de publicar un ensayo titulado Las reglas del contagio.
“Manténganse a salvo ahora que llega un nuevo año”, agregó.
Reino Unido es precisamente uno de los países que vive uno de los momentos más duros de la pandemia, con los hospitales desbordados y una incidencia desbocada por una nueva cepa mucho más contagiosa.
Cada año, decenas de miles de aficionados a los tebeos se intercambian en estas fechas las últimas viñetas de la tira Calvin y Hobbes, que Bill Watterson dibujó durante una década y que sigue siendo considerada una de las cumbres del cómic periodístico. Aquella histórica página se publicó el 25 de diciembre de 1995, hace ahora 25 años, en cientos de periódicos de todo el mundo y mostraba a Calvin y su tigre en un paisaje invernal, completamente nevado.
“Es un mundo mágico, Hobbes, viejo amigo. ¡Vamos a explorarlo!”, exclamaba el niño.
Nunca ha sido tan verdad como en las tristes celebraciones de este funesto e interminable 2020 que por fin se acaba.