Fotos: Juan Antonio Magallán

Juan Antonio Magallán – Morelia, Michoacán

Celina se resiste a suspender los nueve días de posadas navideñas como lo ha hecho desde hace casi cuatro décadas en su vivienda. La mujer se siente orgullosa de cumplir 37 años celebrando el simbólico nacimiento de Jesús, según la creencia cristiana. Y, decidida, sostiene: “la novena se hará porque se hará”.

La mujer no está ajena al riesgo de contagios por la pandemia de COVID-19 y a las medidas sanitarias que han desplegado las autoridades, por eso promete que “todo será muy privado”, en familia, sin vecinos ni otros invitados. “Si llega Silvano a querer suspender mis posadas, lo invitaré a rezar”, señala con humor.

La mujer, vecina de una colonia en el norte de la ciudad, dice que este año celebrará la “primera venida de Cristo” de manera diferente con sana distancia, gel antibacterial y con un aforo máximo de 10 personas: sus hijos e hijas, hermanas y hermanos “por respeto a las autoridades, a la salud al COVID-19”.

No desdeña las recomendaciones del gobernador Silvano Aureoles de no realizar festejos navideños ni posadas ni nada que represente conglomeración de personas, pero se niega a renunciar a sus creencias y tradiciones. A cambio ofrece acatar las disposiciones sanitarias para prevenir contagios de COVID-19 y no tener tumultos pidiendo posada.

La moreliana se siente orgullosa de mantener la tradición heredada de sus ancestros y comparte que tiene dos costales llenos de figurillas con las que adorna el nacimiento.

Celina conversa con Primera Plana MX y aprovecha para dar un mensaje de esperanza, “sabemos los estragos que ha causado la pandemia entre la gente, es momento de tener fe, estar prevenidos e irnos preparando para el arrullo del Niño Dios, no perdamos fe porque la verdadera Navidad no son las piñatas y las fiestas, sino la devoción por recordar el nacimiento de Jesús”.

Las posadas son parte de sus mejores recuerdos desde que tiene memoria. “Desde que era niña y estaba con mis papás, íbamos a las posadas, me gustaban mucho los cantos, los rezos, los misterios, quería participar para agarrar un día (organizar una posada del novenario), pero no tenía oportunidad y desde que me casé me he dedicado a hacerlo cada año”.

El nacimiento que habilitó este año, se compone de centenas de figurillas zoomorfas y antropomorfas, destaca la presencia de algunos personajes, como los pastores, la mula, el río y el pesebre, y ágilmente describe el significado. “Vemos la mula que estuvo al lado de la virgen todo el tiempo antes y durante el nacimiento de Jesús; el buey que con su resuello calentó al Niño Dios; los tres pastores que anunciaron la venida del Señor, del nacimiento del Salvador”.

Para la señora Celina, las posadas representan un acontecimiento sagrado y espiritual que va más allá de las piñatas o los aguinaldos, como recordar cada año que “Cristo llegó al mundo para salvarnos”.

-Oiga ¿y las disposiciones de Silvano Aureoles? Las autoridades estatales prohibieron hacer fiestas y posadas.

“Si viene, lo invito a pasar para que rece. Nosotros mantendremos la sana distancia y él anda haciendo sus eventos con un montón de gente”, dice con una sonrisa.

El origen de las posadas

Como muchas de las tradiciones cristianas arraigadas de México, las posadas son el resultado del sincretismo cultural entre las culturas prehispánica y la española. Se celebran del 16 al 24 de diciembre.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ubica el antecedente prehispánico de las posadas en la cultura mexica (1325-1521) con un culto de adoración al Dios Huitzilopochtli, deidad principal, cuyo culto estaba extendido en todo el Altiplano Central derivado del tributo que exigían los mexicas a culturas vecinas.

La celebración se realizaba en el solsticio de invierno, a los ritos se les denominaba panquetzaliztli. Huitzilopochtli es la deidad que ordena al pueblo de Aztlán la fundación de Tenochtitlán, epicentro cultural y comercial de la última cultura prehispánica.

Al arribar los españoles a tierras mexicas convirtieron el culto “pagano” hacia el cristianismo, se cambió la imagen del dios central por María, José, el niño Jesús y los demás elementos constituidos del nacimiento.

Consumada la conquista (1521), para 1587 el Papa Sixto V autorizó las “misas de aguinaldos”, que celebraban un año más del nacimiento de Jesús, que se acompaña del rezo de plegarias cristianas, con un final lúdico, cuya tradición se extendió a cada fiel creyente de los dogmas religiosos que cada año recrean el peregrinar de la Virgen María y su esposo José para que les “den posada” y lograr el alumbramiento del Mesías.

Más allá de los símbolos y la tradición, detrás de las nueve posadas está la fe del pueblo cristiano que viven con profundidad la época decembrina, como un tiempo de reflexión y cambio, como una posibilidad de ser mejores personas a través de recibir el calor y amor de Dios, como el caso de Celina y su familia, que este año no dejarán de celebrar, siendo cautelosos para prevenir contagios de SARS-CoV-2 entre sus seres queridos.

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