Morelia, Michoacán
Desde que tenía cinco años, Clementina Carranza Gontis fue testigo y anfitriona de la llegada del niño Dios en su casa, ubicada en el Centro Histórico de Morelia.
Este año la única diferencia que habrá será que a consecuencia del covid 19 disminuya el arribo de visitantes, curiosos, amigos, y familiares, reflexionó mientras hurgaba entre las palabras, mientras que su mirada se dirige al nacimiento que abarca más de cuatro metros de largo por tres de ancho y que ha colocado en medio de su hogar desde hace ocho décadas.
Quien me quiera acompañar es bienvenido, invitó Clementina. El niño Jesús tendrá como todos los años el pesebre que Clemencia, su madre, le ofrecía como posada al hijo de Dios en el hogar que a ella misma vio nacer. De ella es que proviene la tradición de realizar nueve posadas previas a la Navidad, relató la mujer con la sonrisa de quien ha preservado desde 1970 el legado que al morir su madre le dejó.
Generación tras generación ha pasado por el 139 de la calle Carlos Salazar. Los que venían de niños, hoy acuden a la casa de Clemen, como se le conoce, para enseñar a sus propia descendencia lo que significa una verdadera posada, platicó la anciana de cabello cano, que tras los lentes esconde a una mujer contestaría, férrea creyente de la libertad femenina pero que decidió dejar su carrera de mecanógrafa para formar junto a Germán una familia de siete hijos, cuatro varones y tres mujeres.
Ninguno de ellos seguirá el legado familiar, lamentó, pues no tienen ni la paciencia ni cree que sientan lo mismo que ella y que le parece difícil de describir, algo que de tan sólo mencionar le acaricia el alma, pues sus manos van directas al pecho y mientras suspira dice no saber qué le hace sentir tanta alegría, sobre todo porque día tras día recorre físicamente a la figura de cerámica que emula a los peregrinos de María y José en su trayecto al pesebre destinado.
Ese es su principal motivo, dijo, ofrecerle a esos peregrinos un hogar que les dé posada.
Cada año comienza a desempolvar las figurillas a principios de diciembre, sin embargo este año empezó desde noviembre inició el “sacadero” de pastoras, ovejas, patos, tortugas, chivos, vacas, puentes, puerquitos, cascadas, chozas, pozos de agua, estrellas, luces y esferas.
El heno ya es parte de la decoración de su casa y se mantiene cambiante todo el año. Ahí reverdece, echa unas pequeñas flores y vuelve al grisáceo de su color colgante. Ese no es el caso del aserrín, el fino sobrante de la madera es esencial para simular una peregrinación agreste, pueblerina, llena de armonía entre la infinidad de animalitos de cerámica o barro que adornan el motivo más importante de Clementina, el nacimiento del hijo de Dios.
Cada una de las nueve posadas las realiza con todos los requerimientos eclesiásticos. Comienza rezando el rosario, posteriormente una parte de los asistentes se colocan detrás de la puerta principal de su casa, cargan a los peregrinos y cantan el estribillo que describe la necesidad de un hogar, tras negarles el mesón, transitan hacia otra puerta que simula otro hogar, de nueva cuenta el hospedaje es negado y así hasta que por fin se logra la entrada de los Santos Peregrinos en su alojamiento final.
El ritual prosigue con el paso de los peregrinos que, colocados en una bandeja con dulces, pasan entre los invitados para que uno a uno tomen una ofrenda y besen la pequeña escultura de María y José, a manera de bendición.
Los aguinaldos, pequeñas bolsas con fruta y dulces, se reparten entre los asistentes. La verbena prenavideña dura alrededor de dos horas y media tras romper un par de piñatas y degustar el tradicional ponche de fruta que Clemen cocina y mantiene caliente durante el festejo.
Es hasta pasado el 6 de enero, justo después de que Melchor, Gaspar y Baltazar han llegado al pesebre, cuando Clemen comienza a envolver todas y cada una de las figurillas que ya desempolvadas regresan a la caja de cartón que las resguarda. Las luces navideñas se apagan durante once meses, el colorido de aquel hogar con el número 139 adopta otras tonalidades, pero no otro espíritu, ya que a Clementina seguramente la fortaleza le seguirá dando muchos años para consagrar esta festividad como una de las posadas más longevas que aun se realizan en Morelia.