Ágora
Por Jaime Martínez Ochoa
Más de 60 mil muertos en un país asolado por la epidemia del COVID-19 no dan para celebrar fiestas, así se trate de la conmemoración de la Independencia. En momentos delicados como los que vivimos, lo más sensato es apelar al sentido común, ese que nos dice que es mejor quedarse en casa si se puede hacerlo.
Por ello, es de reconocer que el gobierno de Michoacán haya decidido cancelar el festejo en la entidad. Hoy por hoy lo más importante es la salud de la población, por lo que atender otro tipo de asuntos puede resultar innecesario, cuando no frívolo.
Los que han muerto merecen más que un minuto de silencio y los que están vivos que se les cuide y proteja, una de las funciones primordiales de todo gobierno.
Para Silvano Aureoles la decisión no debió ser fácil, pero mal habría hecho el gobernador al permitir que se celebraran las fiestas, cuando ha puesto prácticamente toda la fuerza del estado para aminorar los efectos del Coronavirus en Michoacán.
Desgraciadamente, si bien la disposición del gobierno del estado es extensiva a todo el territorio michoacano, no es descabellado pensar que, en algunos ayuntamientos, sobre todo los de Morena, los alcaldes caigan en la tentación de permitir que las fiestas se realicen como en otros años.
Y decimos particularmente los de Morena porque, como se sabe, para el presidente Andrés Manuel López Obrador la conmemoración sigue en pie y es un hecho que para todo mando morenista lo que haga el jefe del Estado es una orden que se debe acatar.
Caso concreto es el de Morelia, donde el presidente municipal, Raúl Morón, ya afirmó que sí habrá festejo, algo que tampoco sorprende, pues el edil ha ido a tono con el federal en el relajamiento de las medidas para frenar los contagios, pese a que la capital michoacana es uno de los lugares que más casos concentra.
Los gobernantes, sean del partido que sea, están obligados como primera regla de su mandato a procurar el bien común. De no hacerlo, traicionan la confianza del votante, que votó precisamente por ellos porque confiaba en que implementaría acciones y políticas públicas en su beneficio.
En este contexto, minimizar el COVID-19 permitiendo que haya concentraciones masivas es una irresponsabilidad y más cuando sabemos, por las experiencias de otros países, en concreto Italia y España, que la apertura de espacios públicos es casi una invitación a que se dispare el número de casos.
Si bien las afectaciones que puede acarrear en el ámbito económico la cancelación de las fiestas patrias (y, en su momento, la Noche de Muertos), serán severas, sobre todo porque el escenario ya tiene meses complicado, más severo sería regresar a una etapa de confinamiento y prohibiciones, que obligue a que lo poco que se ha ganado, se vuelva a perder.
Mal hace AMLO y los que lo imitan en relajar las medidas sanitarias, pero bien hacen los que anteponen la salud de la población al protagonismo político o electoral. México supera ya los más de 60 mil muertos por la epidemia, así que no es momento de dar por superada la emergencia.
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