Ágora

Por: Jaime Martínez Ochoa

Con el relevo en la dirigencia estatal del PRD, puede decirse que inició, de manera simbólica, la lucha por la gubernatura de Michoacán. Y se entiende, desde ahora, que se tratará de una disputa centralizada entre el partido del sol azteca y Morena. Es decir, de dos maneras de entender lo que es la izquierda política en este país.

En este punto, podemos decir que la disyuntiva será entre la estabilidad que garantiza el PRD o la incertidumbre que significa Morena.

No es un lugar común, por ello, puedo afirmar que la próxima elección será la más ríspida que haya vivido la entidad, tanto por los partidos políticos que competirán, como por lo que representa el triunfo o la derrota tanto para Silvano Aureoles como para el presidente Andrés Manuel López Obrador.

En el PRD michoacano, el relevo se hizo sin estridencias, salvo las naturales en un partido en el que conviven tantas expresiones y liderazgos distintos. La asunción de Víctor Manríquez, edil con licencia de Uruapan e integrante de una tribu distinta a la que pertenece el mandatario, es la prueba de que en este caso se intenta privilegiar una visión de conjunto y no de grupo político. El mensaje es muy simple: más que la figura, lo que ahora se va a defender es un proyecto.

El PRD, como partido, tiene en su contra su historia reciente, en la que prácticamente ha desaparecido como opción electoral por el pragmatismo con el que se han dirigido sus últimos líderes, más prestos en establecer alianzas que les garanticen posiciones que en enarbolar los ideales de izquierda con los que surgieron.

Como valor agregado tiene el repunte que ha vivido Silvano Aureoles en los últimos meses, producto de la gestión que ha realizado para contrarrestar los efectos sanitarios y económicos del COVID-19 en la entidad. El michoacano es actualmente el capital más importante del PRD, por lo que su peso político no puede soslayarse.

Caso distinto es el de Morena, donde el canibalismo se ha ensañado entre sus integrantes, al grado de que ni siquiera tienen un dirigente formal, para no hablar de un proyecto político claro que cohesione a los militantes, lo que no augura una elección de candidato tersa.

Podría suponerse que la presencia del presidente Andrés Manuel López Obrador inclinaría la balanza favorablemente hacia Morena, pero si bien AMLO sigue teniendo aceptación entre algunos sectores de la población, la verdad es que empieza a cundir cierto desencanto, producto de su pésima administración de la problemática del COVID-19.

Además, el alcalde morenista de Morelia, Raúl Morón tampoco ha entregado buenas cuentas a los ciudadanos, en gran medida por su activismo electoral, pero también porque, como AMLO, ha minimizado la emergencia sanitaria.

Hace todavía unos meses se decía que en Michoacán, Morena podía ganar con la mano en la cintura. Ahora las cosas ya no parecen tan sencillas. El desgaste del presidente y el resurgimiento de Silvano han modificado las cosas.

El gobernador ha hecho un buen trabajo para contrarrestar los efectos de la epidemia, caso contrario de AMLO, lo que puede ser un factor decisivo a la hora de decidir al ganador. Pero para que esto ocurra, el futuro candidato perredista debe saber capitalizar ese trabajo y no tirar por la borda lo que se ha construido.

¿Silvano o AMLO?, ¿PRD o Morena? Hoy, más que nunca, la moneda está en el aire.

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