Ciudad de México – El Universal

El concepto de “hipoxia silenciosa” empezó a tener eco en el contexto de la pandemia. Médicos en todo el mundo empezaron a darse cuenta que algunos pacientes con COVID-19 presentaban niveles de saturación de oxígeno en la sangre extremadamente bajos, pero sin reportar los síntomas habituales, como falta de aire, lo que atrasaba su llegada a una sala de urgencias.

Los especialistas empezaron a desentrañar el origen de esta condición y se empezó a transmitir la utilidad del oxímetro, el dispositivo que se utiliza para medir los niveles de oxigenación en la sangre y que ahora también forma parte del glosario de palabras incorporadas al desarrollo del virus.

El doctor Sergio Alberto Mendoza Álvarez, académico de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina, señala que antes de la llegada del SARS-CoV-2, el concepto de hipoxia silenciosa no se escuchaba de manera habitual porque generalmente los cuadros clínicos asociados a una neumonía eran básicamente de tipo histológico, es decir, cambios a nivel del tejido pulmonar, pero los mecanismos de la neumonía en el COVID-19 también están determinados por otros factores, tanto inmunológicos como de flujo sanguíneo.

Para Mendoza Álvarez, la hipoxia en el paciente con COVID tiene tres mecanismos, uno de ellos son las microtrombosis en los capilares pulmonares. “Ya se ha identificado que hay trombos que tapan la circulación arterial. El flujo sanguíneo hacia los alveolos está disminuido y eso provoca la baja de oxigenación”. El médico señala que el trastorno inmunológico también ocasiona que las defensas del cuerpo ataquen el tejido pulmonar en una cascada pro inflamatoria que genera un caos con un incremento de células inflamatorias. La tercera causa de la disminución del oxígeno disponible para las células del organismo son las bacterias atípicas que se agregan a la infección viral y que también pueden comprometer la oxigenación a nivel de los alveolos.

Recientemente, el director médico de la American Lung Association, Albert Rizzo, emitió un comunicado donde hablaba, entre otras cosas, sobre las posibles causas de que la hipoxia sea “silenciosa”. Señalaba que los pulmones inicialmente siguen “respondiendo”, pues todavía no están rígidos ni llenos de líquido. Esto significa que los pacientes todavía pueden expulsar dióxido de carbono (producto del intercambio gaseoso que se genera tras la entrada de oxígeno al organismo) y al no acumularse, los pacientes no sienten que les falta el aire.

El académico de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional señala por su parte que cuando los pacientes de COVID-19 tienen una saturación por debajo del rango mínimo, en muchas ocasiones no tienen la clásica sintomatología como falta de aire y confusión mental, lo que en un momento dado retrasa la atención oportuna del padecimiento y tratamiento. “Solo llegan a reportar una pequeña opresión en el pecho, pero a veces ni siquiera eso”. Sin embargo, los pacientes empiezan a tener tos y en los días subsecuentes ya es muy severa. Cuando llegan a una sala de urgencias, la oxigenación ya ha bajado más de esos valores mínimos.

La medición

El oxímetro no es un aparato con el que la gente estuviera familiarizado, pero tras la pandemia su uso se volvió casi tan popular como un termómetro. El oxímetro de pulso funciona como una especie de pinza colocada en el dedo que utiliza la emisión de luz para captar el espectro de absorción de la hemoglobina que se traduce en un rango numérico. Se considera que la saturación de oxígeno se ubica entre 98% y 94% para adultos sanos con un rango mínimo de 88%, pero con variaciones que deben ser traducidas por un experto.

El director médico de la American Lung Association subraya que la medición de los niveles de oxígeno en la sangre no debe ser una forma de autodetección de COVID-19.

La asociación insiste en contactar al especialista si se tiene la sospecha de la enfermedad, en lugar de confiar únicamente en la sola lectura de oxímetro de pulso. “La hipoxia silenciosa no suele ser un síntoma temprano en los pacientes con COVID-19. Con frecuencia llegan a la sala de emergencias por otros motivos, como fiebre, tos, dolores musculares y fatiga. Por lo general, cuando un paciente comienza a demostrar hipoxia silenciosa, ya tiene otros síntomas del virus.

Mendoza Álvarez concuerda con esta apreciación, pues para los médicos se ha convertido en un instrumento muy útil accediendo a una valoración más objetiva de la oxigenación, pero en el marco de otras consideraciones. “La temperatura y la tos se asocian directamente con una baja de oxigenación; difícilmente un paciente que no tenga estos síntomas va a mostrar un rango menor del 88%”.

Explica que cuando el paciente tiene fiebre, el mismo escalofrío va a ocasionar una disminución en la oxigenación porque no hay un adecuado transporte de oxígeno por los cambios de temperatura del cuerpo. Si se regula la temperatura, la oxigenación puede regresar al parámetro normal. En el caso de la tos seca que se incrementa es más evidente la falta de oxigenación y el avance del cuadro.

El académico insiste en vigilar adecuadamente la tos seca con progresión a lo largo de la primera semana y consultando siempre toda la sintomatología con un especialista desde el segundo o tercer día de la aparición de los síntomas sospechosos, pues hay mayor posibilidad de complicación entre el día siete y el 12. Es muy probable que el médico tratante recomiende estudios complementarios en el caso en que la tos haya aumentado y genere falta de aire.

Los estudios referidos son una tomografía computarizada de tórax y una gasometría arterial para identificar el daño pulmonar y para conocer con claridad la neumonía que aparentemente era silenciosa. Esto ayuda a tomar decisiones sobre medicación pertinente y a que el paciente no llegue a presentar una mayor complicación por la que sea necesaria la intubación.

“Siempre se tiene que consultar paralelamente al médico para ver el cuadro general porque sin la interpretación adecuada, el instrumento no funciona”, apunta el especialista y señala que de esta forma, el aparato se puede convertir en un aliado verdaderamente útil durante diferentes etapas de la enfermedad. No es un instrumento para un autodiagnóstico, pero comenta que su utilidad es prehospitalaria, intrahospitalaria y posthospitalaria porque no sólo ayuda al seguimiento de la enfermedad, sino a monitorear resultados de rehabilitación pulmonar y recuperación funcional del paciente para ir determinando el requerimiento de oxígeno hasta la suspensión del mismo.

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