Ciudad de México – Milenio
La pandemia no solo detuvo las clases presenciales, sino también la alimentación que reciben al menos un millón 336 mil estudiantes del país mediante las Escuelas de Tiempo Completo (ETC).
Mía Naomi Bautista tiene 6 años y cursa el primer grado en la primaria Diodoro C. Olvera, en la localidad de Santiago Tepopula, en el municipio de Tenango del Aire, Estado de México.
Desde hace más de un mes, cuando comenzó la suspensión de clases presenciales y cerró su escuela, también se le cerró la oportunidad para acceder a su mejor alimentación en el día.
A veces era el desayuno o la comida, pero por 9 o 12 pesos al día siempre tenía garantizado en el periodo escolar: atole, cereal, chilaquiles, gelatina y una fruta; o bien, por la tarde, sopa, enchiladas, tacos dorados y arroz.
Naomi extraña a sus maestros, compañeros y comidas calientes.
Es la realidad de más de un millón de estudiantes en el país. Tras la suspensión de clases presenciales el pasado 20 de marzo, la Secretaría de Educación Pública (SEP) no tuvo tiempo para instrumentar un plan a fin de continuar con el servicio de alimentación escolar a la distancia; consultada al respecto, la dependencia declinó abordar el tema.
Según el primer informe de gobierno de la actual administración, publicado el 1 de septiembre de 2019, los alimentos benefician a los estudiantes que acuden a 12 mil 891 escuelas de tiempo completo, lo que significa 50.3 por ciento del total de colegios en esta modalidad, los cuales en su mayoría se encuentran en regiones de pobreza extrema.
Una evaluación elaborada en 2018 por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en colaboración con el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) y la SEP sobre el servicio de alimentación en las ETC en Guanajuato, Puebla y Yucatán, reveló que en estos estados 65.3 por ciento de los estudiantes señaló que su primer alimento lo reciben en sus escuelas.
También arrojó que entre las niñas y los niños usuarios del servicio de alimentación, 89.1 por ciento y 90.6 por ciento, consumen su desayuno y refrigerio, respectivamente, en el horario escolar.
Al menos hasta 2018, 86.7 por ciento de las ETC con servicio de alimentación se ubicaban en municipios donde funcionaba el programa Cruzada Nacional contra el Hambre; 74.3 por ciento tienen un grado de marginación alto, la mayoría se localizan en el ámbito rural (87.3 por ciento) y 21 por ciento son escuelas indígenas.
Las ETC iniciaron en 2011, en el sexenio del presidente Felipe Calderón, como una estrategia para ayudar a madres y padres trabajadores y el reforzamiento de conocimientos con actividades extra, con un horario extendido de entre seis a ocho horas diarias.
En la administración de Enrique Peña Nieto aumentó el número de escuelas en este esquema hasta llegar a 25 mil 639. En algunos casos, los estudiantes reciben alimento con el apoyo de los DIF estatales y el programa Cruzada contra el Hambre.
Para este 2020, el gobierno federal disminuyó 56 por ciento el presupuesto de las ETC para asistencia técnica, acondicionamiento y equipamiento. Según la UNICEF, el servicio de alimentación en la ETC tiene beneficios como disminución en la deserción escolar, la promoción de un servicio y atención igualitarios para niños y niñas, así como la enseñanza de hábitos saludables y prevención del sobrepeso y la obesidad.
CLAVES
Retiran subsidio
Martín Campos, supervisor general del sector educativo de Chalco, aseguró que el gobierno federal retiró el subsidio a las Escuelas de Tiempo Completo para alimentar a los niños.
En desventaja
Marco A. Fernández, investigador del Tec de Monterrey, dijo que el cierre de escuelas sin aplicar un plan coloca a los alumnos en una doble desventaja: rezago educativo y alimenticio.
El caso de EU
El también integrante de México Evalúa, explicó que en EU, 30 millones de estudiantes dependen de desayunos y almuerzos gratuitos o de bajo costo.