Foto: @ESPNtenis

Ciudad de México – El Universal

Roger Federer se consagró en La México. La conexión con la afición mexicana fue inmediata. Apenas su silueta apareció en la cancha el griterío fue espectacular. No era para menos. El considerado mejor tenista de todos los tiempos visitaba México por primera vez para enfrentar al alemán Alexander Zverev.

Los invitados, puntuales a la cita. El primero en aparecer fue “Sascha”, quien generó sonora ovación que se intensificó cuando dejó ver su playera negra al estilo de la Selección, que cambiaría al momento del juego.

Luego, el ganador de veinte títulos de Grand Slam, dueño de un carisma muy especial, quien convocó a una multitud ávida de verle, sin importar que no fuera en un torneo oficial. A sus 38 años de edad jugaba su partido 66 de 2019 (de exhibición, los tres más recientes) en la Plaza de Toros México, acondicionada con una superficie de Flexytap para su presentación.

Y una Monumental a reventar estalló cuando él pisó la cancha. Dio vuelta a la zona de juego saludando y llevándose la mano al corazón, en señal de agradecimiento ante tal recibimiento. Porque aunque ahora elige más selectivamente los torneos a los que asiste, debido a que su cuerpo ya no responde igual, esta vez quiso “complacer” a sus seguidores en Latinoamérica con juegos de exhibición para despedir el año.

Es verdad que no es aquel hombre que en 2006 ganó 12 títulos, su mejor cosecha en una temporada. Pero de su raqueta salen todavía golpes increíbles, como el tiro de pase con el que ganó el juego dos del segundo set y que hizo vibrar al embudo de la colonia Noche Buena. O los drives con los que dejó parado a su rival.

El alemán Alexander Zverev no desmereció en el encuentro. Entendió perfecto de qué se trataba el encuentro y mostró algunos de los golpes que lo llevaron a colocarse como uno de los jóvenes señalados para tomar la estafeta del Big Three. Pero también bromeó. Incluso se animó a pedir aplausos cuando lograba tiros ganadores.

El primer juego tuvo imprecisiones de ambos lados y oportunidades de quiebre para el alemán, pero Federer se puso en ventaja. Imposible dejar de notar también el excesivo fervor de la afición, que lanzaba gritos en pleno punto, como el ocurrente que le confesó “¡eres mi Dios”!

En el cuarto game Roger tuvo su primera oportunidad de quiebre, que Alexander salvó gracias a buenos primeros servicios. El quinto juego en cambio le trajo dividendos al alemán, quien logró el rompimiento, que enseguida confirmó (4-2). Otro quiebre en el noveno le dio el primer set en 29 minutos (6-3).

El segundo set, en el que no faltó la interacción con los asistentes, que lanzaban piropos a uno y otro jugadores, fue para Roger (6-4).

El tercer parcial tuvo un momento muy especial cuando en el sexto juego Roger regaló su raqueta a un aficionado con el que luego peloteó un poco. El set decisivo y el triunfo para el tres del mundo (3-6, 6-4 y 6-2). Y al final todos lo disfrutaron: Roger, Alexander y los aficionados. Éxito total para la exhibición.

Pasan los años y el suizo sigue siendo un toro bravo. Un ejemplar que anoche tuvo una buena actuación que, sin duda, fue digna del indulto. Un fuera de serie que convocó a más de 40 mil almas, satisfechas de admirarlo, de verlo disfrutar el tenis, que tal vez no sería lo mismo sin una figura como la del GOAT, a quien la Plaza despidió rindiéndose a sus pies.

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