Ciudad de México – Milenio

Celso Piña Arvizu nació a mitad del siglo pasado en un cerro de Monterrey. Sus padres, Isaac y María, tuvieron otros tres varones y cinco mujeres. Conforme crecía el número de miembros, la familia Piña procuraba mudarse a lugares más amplios hasta establecerse en La Campana, un cerro invadido por familias humildes, donde el primogénito descubrió un ritmo peculiar en la ciudad que; sin embargo, lo emocionó y lo hizo dejar su destino de obrero hasta convertirse en un transgresor que impuso una música del caribe en plena tierra árida.

A los siete años de edad, Celso empezó a trabajar con Don Manuel. Iban en carreta a las colonias ricas de San Pedro Garza García a recolectar la fruta en buen estado que estaba tirada en los botes de basura de mansiones y supermercados. Después de seleccionar la mejor, la lavaban y la revendían en su barrio. Luego laboró como repartidor de tortillas, fundidor de acero, molinero de maíz y tapicero.

Nadie de la familia Piña se había dedicado a la música de manera profesional, aunque a Isaac le gustaban las rancheras, en especial las de Lola Beltrán, Lidia Mendoza y Lucha Reyes. El mambo de Dámaso Pérez Prado que oía en las películas del cómico Resortes es el recuerdo más lejano que tenía Celso de su relación con la música. De hecho, uno de sus apodos de niño era precisamente el de Resortes, por su desenfrenada y ocurrente manera de ponerse a bailar, aunque ya maduro, cuando le pedían que lo hiciera, decía decir que prefería un ataque cardiaco que bailar. El otro apodo que tuvo Celso de niño también tenía que ver con la música: Tarolas.

Fue a los 15 años cuando de manera casual se puso a tocar el güiro en una banda del barrio. Celso me contaba que estaba en una esquina viendo ensayar al conjunto hasta que uno de los integrantes lo cuestionó por andar de mirón, pero luego lo invitó a tocar, cosa que el joven nunca había hecho, pero que le salió de forma natural.

“No puedo decir –platicaba- que desde niño me atraía la música porque no es cierto, lo que sí supe luego es que tenía oído para la música, pero como muchos que lo tienen, pude haber vivido toda la vida sin saberlo”.

Beatles, Rigo y Aniceto

Aunque Los Beatles era su banda preferida, lo que más oía era la música tropical que inundaba las calles de su barrio. Recuerda que al término de una junta de vecinos que hubo en la explanada del cerro tocó el sonidero Murillo Hermanos, el cual tenía en su repertorio a los cantantes de moda como Rigo Tovar, Xavier Passos y Mike Laure, pero también a otros artistas colombianos poco conocidos en México que llamaron su atención. En especial Alfredo Gutiérrez, apodado El monstruo del acordeón, así como Andrés Landero, Aníbal Velázquez y Aniceto Molina.

El sótano de la casa donde Celso aprendió a tocar el acordeón en realidad era la madriguera de Satán, un perro bravo de la familia que hizo un pozo en el patio de la vivienda, el cual se fue convirtiendo después de la muerte de la mascota, en un refugio de los jóvenes Piña para fumar mariguana y perderse en el tiempo. Ahí practicó Celso con el acordeón de dos hileras que su papá le había conseguido. Tres meses pasó sacando una canción que después tocó para su papá, quien al final, con su cara seria, le dijo que mejor se pusiera a ensayarla otros tres meses. Al final, el joven ya veinteañero salió del sótano con otras cinco canciones colombianas más.

El ritmo se volvió interesante en ciertos sectores de Monterrey como La Campana, Pueblo Nuevo y la Independencia. La Ronda Bogotá consiguió publicidad de boca en boca en fiestas a la par que los Sonideros Murillo y Dueñez, iban introduciendo éxitos colombianos.

Quizá los primeros de la época fueron de los Corraleros de Mahahual con canciones como El vivo y el bobo y La charanga costeña. Los discos de vinil venían de Miami no de Colombia. Pero la música de Celso estaba más inspirada en Alfredo Gutiérrez, quien lejos de su tierra, sonaba con su canción Capullito de rosa, con un ritmo más romántico que guapachoso, que casi nadie sabía que se llamaba vallenato.

De los cumpleaños y bodas, la Ronda Bogotá pasó a tocar después a congales como el Manolos y el Kumbala. Ahí la fama trascendió del cerro y de vez en cuando se veía a forasteros ir a La Campana a buscar al colombiano que tocaba cumbias.

Todo eso sucedió en los inicios de Celso, antes de se volviera una de las mayores figuras de la cumbia a nivel internacional.

El Clan Piña

-¿Cómo eras de niño?

  • Un niño normal.Hacía mis travesuras, no sé, pegarle a un niño, tumbar algo, una maceta o algo y ya mi jefa me agarraba y me daba dos o tres nalgadas, y ya estuvo. Fuimos creciendo todos lógicamente, y yo, como mayor del clan Piña, pues me vi en la necesidad de ayudar en la casa. Yo veía que mi jefe batallaba para llevarnos cosas de comer y todo eso, y yo me aventé a trabajar muy huerco.

-¿Qué edad tenías?

  • Como unos siete u ocho años. Empecé a trabajar con Don Manuel, un señor que se movía en un carretón de caballo a las colonias de San Pedro a buscar la fruta que tiraban en las tiendas y que él recogía y luego revendía en el barrio. Yo le ayudaba a descargar y al último me daba mi cajita con fruta de las más escogidita, verdad, y me daba un peso o veinte centavos.

-Después de eso tuviste otros trabajos antes de entrar a trabajar al Hospital Infantil con tu papá…

-Yo andaba de eventual con unos tíos. Poniendo piso, alfombra y esas cosas, pero pos era algo eventual eso, o sea, de una semana jalabas sólo 3 o 4 días y ya, la siguiente semana no había jale. O sea, muy retirado el pedo. Como que papá me había preocupado porque no podía juntar para mis instrumentos, wey, ¿me entiendes? Entonces, pues ya empezamos ahí para conseguir lo que hacía falta.

-¿Cuando entraste a trabajar al hospital, ya estabas clavado con la música?

-Sí estaba clavado, pero todavía muy, ¿cómo te diré?: muy lejos, wey.

  • O sea, estabas siendo realista, no estabas soñando todavía.

-Sí, no, no, estaba muy lejos de todo esto.

-¿Pero ya enfocado en el acordeón?

-Lo estaba dominando, porque me aventé como unos 3 o 4 años con el acordeón.

-¿Y te acuerdas de la música que oías de niño?

-Cuando estás chavo como quiera andas parando la oreja con la música. Yo oía mucho esta de Pérez Prado, sobre todo porque en las películas de Resortes ésta salía a bailar bien chumamo y se me quedaban las rolas. O sea, había el mambo, pero también estaba el danzón. Se oía en muchas cantinas o fiestas. O en las ferias que van a los barrios, ya vez que llegan y ¡pum!: ponen la musicota ahí.

​¿De Veracruz?

-¿La música norteña nunca te gustó?

-No, wey, no, fíjate. A mi papá tampoco.

-¿Qué te dijo tu papá cuando le comentaste que querías tocar cumbia colombiana?

-Él me decía que esa música era de Veracruz y yo le decía: ‘No, pa, son de Colombia’ y él decía: ‘Pero es que, se oye la música muy así’. Y le digo, pues no, no, no, como quiera vamos a seguir oyendo y investigando a ver qué onda. En esa época la cumbia colombiana la oíamos nomás por los sonideros.

-¿Quiénes eran tus amigos de esa época?

-Ah, el Cariocas y el Bocho.

-¿Qué pasó con ellos?

-Les perdí la pista. Todos nos perdimos, cada quien a nuestra manera.

-¿A ti te perdió la música?

-Sí, sin duda. Gracias a la música pues soy lo que soy.

-¿Sientes que eras alguien musical desde niño?

-No sé. Papá me dice que yo agarré unos botes cuando era niño y empecé a tocar, pero digo (…) pues eso no lo tomé muy en serio porque creo que cualquier niño de esa edad hace sus chistes para el papá o la mamá.

-¿Alguien te acercó un instrumento para que lo tocaras?

-No, fíjate, sé que en muchas partes al niño le arriman las cosas, como una guitarra o algo para que toquen, pero a mí no. En Colombia, a los niños de 5 años ya los sientan y les dan el acordeón y órale. Así creo que te va ganando el gusto y ya para la edad de 10 o 15 años son unas pinches cuerdas. Pero te digo, en mi caso no, yo lo agarré hasta ya más grande.

Yarax, Arcaico y Sentimiento

-¿En qué grupos tocaste antes de formar la Ronda Bogotá?

-Anduve en tres agrupaciones. La primera se llamaba Los Yarax, yo tendría unos 14 años, luego Arcaico y al final Sentimiento.

-¿Con Los Yarax qué tocabas?

-Un día iba pasando por una casa y oí al grupo ensayar. Recuerdo que se oía una guitarrita bien padre. Y luego, los demás días me arrimaba por la ventana para oír todo: la batería y las tumbas y no pues, a toda madre. En una de esas tardes no fue el tumbista y me dicen: ‘Eh, chavo, ¿sabes tocar?’. Y yo empecé a tocar con madre las tumbas, de lo que había visto al otro vato tocar, aunque luego terminé con las manos hinchadas. Y ahí anduve un año, dos años con ese grupo. Luego se deshizo el grupo y unos formaron uno nuevo que se llamaba Arcaico y que tocaba música fiestera, wey. Versátil, que le dicen ahora.

-¿Y cuándo descubriste la cumbia?

-Precisamente en esa etapa, de esos cambios de los agrupaciones, fue que yo empecé a oír a la música colombiana. que le puse atención a la música colombiana. Yo estaba acostado en el sofá de la casa así y, oigo tiriri, tiririri, como muy limpiecito todo, muy así, recuerdo incluso que hasta me sonó como a Los Beattles, que también me gustaban mucho. Pero esto que oía pues no era su música sino era una cumbia sabrosa y que voy y averiguo y resulta que el sonidero estaba probando algunos discos de música colombiana que que a él le gustaba oír y probaba así antes su equipo.

-¿Esa música no sonaba?

-Ya sonaba, dos tres pero no la tocaba nadie. Lo que había en ese tiempo eran muchos grupos El Acapulco Tropical, Rigo Tovar, Lila y su perla del mar, Tropical Florida, Tropical Caribe, todas esas agrupaciones con un estilo de tocar cumbia, pero muy tropicalona.

-Muy diferentes del vallenato…

-Pues es todo el tiempo, por ejemplo, la cumbia, el folklore colombiano, una cumbia buena, es muy suave y es muy rica a la vez, muy sencilla, muy suave y muy rica. Muy sencilla porque lleva dos tonos nomás, y ahí te la llevas. Y muy rica porque lleva mucho ritmo, mucho tambor, sonajas, maracas. Y muy suave para bailar: La bailas bien suavecito.

  • Y en la tropical no se usa el acordeón…

-No, puro órgano, teclados.

La Ronda Bogotá
-¿Y cómo empezaste a tocar la música colombiana?

-Pues cada vez que llegaba el sonidero me arrimaba con él para ver la caja de discotes que sacaba. Y luego le preguntaba: ‘Oye, chavo, y esos, ¿qué onda o qué?’ ‘No pues son de Colombia.’ Y yo: ‘Ah. ¿Y estos dónde los venden?’ Y me dice, ‘No, estos me los traen de Estados Unidos, aquí no hay.’ Y digo, ‘Ah. Por ejemplo, esto ¿cuánto vale?’ “Este vale 700 bolas, wey.” Cuando los de arriba estaban a 30 pesos, 40 pesos, wey. “¿Así?” “Así.” Ah, cabrón. No pues está cabrón. ‘Tá cabrón, ‘tá cabrón. Y luego ya, a mediados de ese grupo, del Arcaico, ya fue cuando se me vino la onda de tener yo un acordeón. Dije: “Ándale, un acordeoncito, a ver qué onda.” Y empecé, y empecé, y empecé, y empecé y empecé. Pero bien terco, wey. Bien aferrado. Me puse frenético, así…yo quería saber y quería aprender y órale. Y luego ya se deshizo ese grupo Arcaico. Y se quedó el otro, el Sentimiento, pero ese en vez de ir p’arriba, íbamos p’abajo. Bueno, para mi gusto, porque la música que hacíamos era muy amorosa, no sé cómo, muy apasionada. Entonces, el estilo de música que sacábamos estaba bien p’abajo.

-Desde el nombre lo decía: Sentimiento.

-Pura gente triste. Bueno, no sé si triste, yo creo que romántica. Tipo José José y está chido, pero pos no era lo que yo quería hacer. Recuerdo que le dije al líder del grupo: “Oye, yo ya no quiero estar contigo, quiero tocar esta música y le puse cumbia colombiana: “Pero, ¿esa pinche música qué tiene? No tiene nada. Nombre, no va a ser nada.”, me dijo el bato. Y ahí fue donde empecé con el sótano, wey, órale, a meterme al sótano a aprender a tocar el pinche acordeón, yo solo, oyendo discos. Y vámonos, y vámonos. Me daban las 3, 4 de la mañana y yo bien prendido, wey.

-¿Y luego?

-Pues ya como tres o cuatro meses después salí del pinche sótano de la casa y dije, voy a hacer una banda con mis carnales. Agarré a mis hermanos los más grandes, que es Lalo en el bajo y Enrique en el guiro.

-¿Ellos tocaban?

-No, yo los hice músicos. Les enseñé lo que sabía y se la fletaron conmigo hasta el final. Así surgió la Ronda Bogotá. Lo demás ya es dos tres historia.

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