Ciudad de México – El Universal
En noviembre del año pasado la Fonoteca Nacional anunció un importante hallazgo: la voz, hasta entonces desconocida, de Xavier Villaurrutia, uno de los poetas más notables del siglo XX, localizado en el acervo de “El Bachiller” Álvaro Gálvez y Fuentes.
Su descubrimiento fue, sin duda, un trabajo serio de arqueología sonora. Siete meses después, la institución que tiene el objetivo de salvaguardar el patrimonio sonoro del país “con estándares internacionales”, anunció otro hallazgo: la presunta voz de Frida Kahlo, leyendo un texto que escribió en 1949 para describir a su esposo, el pintor Diego Rivera. La autenticidad se puso en duda inmediatamente.
Pável Granados y Alejandra Frausto han dicho que la investigación no es concluyente, ¿por qué no esperar a que lo sea?, ¿por qué la prisa de dar un descubrimiento del que no existen certezas? Rina Lazo, asistente de Diego Rivera, ya negó que se trate de la creadora; el nieto de Guadalupe Rivera Marín, hija de Diego Rivera, también negó que su abuela haya asegurado que lo es. La familia Kahlo, a través de Twitter, escribió que al menos para ellos no existen registros de la voz.
¿Entonces? Una cosa es que cualquier usuario de Twitter considere que esa grabación fue hecha por una locutora o actriz de doblaje, que se hagan memes que contrasten el imaginario colectivo con la presunta realidad, como aquel que dice que había más probabilidades de que Frida sonara más como Chavela Vargas que como la Cenicienta de Disney, y otra muy distinta es que las autoridades culturales vulneren la credibilidad de una institución que está obligada a ser seria con un anuncio apresurado. ¿O no?