Oportuna, necesaria, precisa por obligación, puntal en términos diplomáticos, pero enérgica ha sido la respuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador al estadounidense Donald Trump, que amagó con aranceles del 5 por ciento a todos los productos mexicanos, en castigo porque -según él- las autoridades mexicanas poco hacen para detener los flujos migratorios.
La amenaza ‘trumpiana’ se convertirá en agresión directa a partir del 10 de junio, fecha marcada para la aplicación del impuesto generalizado; sería un duro golpe, desastroso para el sector productivo nacional y la economía de todos los mexicanos.
No podía tardarse, por eso, la respuesta de López Obrador, ni la reacción de su gobierno: hoy mismo viajará a Washington una delegación encabezada por el canciller Marcelo Ebrard para buscar una solución al diferendo y distinguir entre la relación económica de las dos naciones y el fenómeno migratorio, sin contaminarse la posibilidad del entendimiento y los acuerdos.
López Obrador demanda a Trump mostrar voluntad para el diálogo. Y lo refuta: es mentira que el gobierno haya incumplido sus compromisos para intentar frenar la migración.
Lo conmina a nombrar a su equipo de confianza para revisar cada uno de los temas pendientes en la agenda migratoria, pero insiste el mandatario mexicano en su punto, base de su política migratoria: no puede atenderse el problema, en tanto no se creen en Centroamérica y en algunas regiones de México las condiciones de desarrollo económico y social que retengan a sus poblaciones.
No es la confrontación, le dice AMLO a Trump, la alternativa ni lo que permitirá a los dos gobiernos buscar y encontrar respuestas al problema; le recuerda, además, la importancia del respeto a los derechos humanos cuando de controles migratorios se trata, y echa en cara al empresario neoyorkino su ignorancia y falta de respeto por la historia de su país, que no se entiende sin la migración.
El reproche alcanza también para recordarle que políticas aislacionistas, de cerrazón como las que hoy se impulsan desde la Casa Blanca ensombrecen la misma Estatua de la Libertad, dejándola sin contenido, un mensaje al vacío por vacío.
Que se revise la agenda bilateral, pues, plantea López Obrador, quien firma su mensaje a Trump con este recordatorio: “no me falta valor, no soy cobarde ni timorato”.
Y por lo tanto considera “una falacia” la muy gastada frase de Trump de que “Estados Unidos primero”.
Vista en perspectiva, la histórica respuesta pública de López Obrador a las amenazas y presiones de Trump mercarán, sin duda, un hito en la relación bilateral México-Estados Unidos, que puede tensarse en lo inmediato, para mejorar en adelante.
Por ahí va. Sin ruptura, sin confrontación. Por un mejor y más fructífero entendimiento. Con respeto.
Aquí se queda… ¡aquí entre nos!
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