Yolanda Gutiérrez – Morelia, Michoacán
La centenaria ciudad de diáfana sonrisa, como la describió el poeta Tomás Rico Cano; la que atrapa, cautiva y seduce al que se atreve a sentirla de cerca, está lista. Con 478 años de historia, la colonial Morelia desbordará, como siempre, su calidez en los que vienen por primera vez y en los que vuelven al reencuentro.
Un destino cultural por excelencia. Su Centro Histórico, Patrimonio de la Humanidad desde 1991, espera la llegada de turistas y visitantes, locales y extranjeros, para compartir la historia que guardan los mil 113 monumentos históricos de los siglos XVI, XVII y XVIII.
La Ciudad de la Cantera Rosa, bautizada así por el color de la piedra de sus vetustos edificios históricos, es cuna de Morelos, Michelena, García Obeso e Iturbide y protagonista fiel de la historia nacional.
Sus seductores rincones, barrios y callejones abrigan leyendas, relatos y memorias de su origen y esencia como ciudad. Ahí está viva la voz de ilustres investigadores y cronistas que no han dejado perder la historia.
Como todas las ciudades de su época, Morelia conserva profundas raíces religiosas; sus templos, la mayoría barrocos, dan cuenta de ese fervor que durante la Semana Santa se vuelca en las calles. La representación de La Pasión y la Procesión del Silencio recrearán en colonias populares y en el centro de la ciudad, el antes y después de la crucifixión que consigna la Biblia.
Un homenaje a la ciudad, a su historia y a su riqueza cultural quedó plasmado en “Una Carta a Morelia”, el célebre poema del maestro Rico Cano, que bien le queda los turistas que regresan a la cita:
“Cómo me gustas, Morelia
de noche y de madrugada
recibe y contesta pronto
los renglones de esta carta”.
DE MORELIA, PARA MÉXICO Y EL MUNDO
Catedral Metropolitana, emblema arquitectónico de Michoacán
Es uno de los edificios emblemáticos de Morelia y México. La construcción del complejo de tres naves duró 84 años (1660-1774); fue dirigida por el arquitecto italiano Vicencio Barroso de la Escayola. La Catedral está dedicada a la Transfiguración del Señor, que se expresa en el relieve de la portada principal del exterior del recinto.
La nave central exhibe una joya invaluable: el manifestador de oro y plata de 3.5 metros, del siglo XVIII. La nave oriente alberga a la capilla del Señor de la Sacristía con una imagen de Cristo crucificado del siglo XVI, elaborado con pasta de caña de maíz, al que los fieles le atribuyen múltiples milagros; la nave poniente está dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, patrono de la ciudad.
Su estilo neoclásico, en el interior, y barroco en su exterior, da cuenta de la reconstrucción y restauración a la que ha sido sometido el inmueble con el paso de los siglos, tras diversos atentados en movimientos revolucionarios. La dimensión de las torres de 66.8 metros, sitúan a la Catedral Metropolitana entre las más altas del país. La torre oriente remata con una cruz de hierro, que simboliza la divinidad de Cristo; la poniente, de cantera, representa la naturaleza humana de Jesús.
La romántica Calzada Fray Antonio de San Miguel
En el siglo XVI, la hoy Calzada Fray Antonio de San Miguel era apenas una vereda terregosa que tenía una función primordial: comunicar a la ciudad virreinal con la capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe, construida en el sitio donde hoy se yergue su santuario. Pero también era puerta de entrada a la ciudad de Valladolid de los indígenas y peregrinos que habitaban pueblos circunvecinos.
La calzada, conocida popularmente como Calzada de San Diego, fue construida con empedrado en 1732 por el arzobispo José Escalona y Calatayud. Está bordeada por imponentes casonas que originalmente fueron casas de campo —estaban fuera de marcha urbana vallisoletana—, que pertenecieron a familias acaudaladas de la época. En la última etapa del siglo XVIII, el obispo Fray Antonio de San Miguel impulsó la transformación del sitio sustituyendo el empedrado por las piezas de cantera que se conservan en la actualidad.
Antiguo Seminario Tridentino
En las aulas del histórico recinto que albergó al Seminario Tridentino, hoy Palacio de Gobierno, sede del Poder Ejecutivo de Michoacán, recibieron instrucción personajes protagonistas de la historia nacional, entre ellos José María Morelos y Pavón, Mariano Michelena y Agustín de Iturbide.
La bella fachada frontal del conjunto, de dos niveles y tres patios, muestra la exquisitez del barroco tablerado. El interior del inmueble exhibe murales del pintor patzcuarense Afredo Zalce, que describen pasajes de la historia de Michoacán y de la Revolución Mexicana. En 1867, el histórico edificio se convirtió en Palacio de Gobierno del estado.
Las Tarascas, homenaje a la mujer purépecha
El Jardín Manuel Villalongín es uno de los espacios de regocijo citadino. Morelianos y visitantes no escatiman tiempo para pasear frente al emblemático monumento a Las Tarascas, que honra a las mujeres purépechas, representadas en las princesas Atzimba, Tzetzángari y Eréndira, en la escultura (réplica de la original) del maestro José Luis Padilla Retana.
La fuente tiene como escenario la arquería de la etapa final del Acueducto, la calzada Fray Antonio de San Miguel, el templo de Nuestra Señora de Lourdes, del siglo XVIII y la antigua Calle Real, hoy avenida Madero, la principal arteria en el Centro Histórico de Morelia.
Palacio Clavijero, recinto de educación y cultura, por excelencia
Las aulas (hoy salas de exposición), pasillos y paredes del Palacio Clavijero guardan una larga historia de sabiduría. El edificio albergó al antiguo Colegio de la Orden de la Compañía de Jesús (Jesuitas), que a finales del siglo XVI llegaron a Valladolid, donde impartieron educación, artes y oficios. El entonces adolescente Miguel Hidalgo y Costilla pasó por las aulas del histórico colegio en el que impartió cátedra el ilustre veracruzano Francisco Javier Clavijero.
Es uno de los monumentos históricos más bellos de la ciudad; su construcción duró de 1757 a 1763. Su arquitectura expresa lo más genuino del barroco tablerado. El 7 de febrero de 2008 fue inaugurado como Centro Cultural Clavijero, que exhibe exposiciones en sus ocho salas.
Procesión del Silencio, tradición y fe entre penumbras
Morelia vivirá este Viernes Santo la intensidad de la Procesión del Silencio. Cientos de fieles encapuchados se sumarán a la marcha fúnebre de acompañamiento a la Virgen de los Dolores por la muerte de su hijo. Como cada año, feligreses voluntarios cargarán las imágenes de los Cristos del Siglo XVI que sacarán de los templos de la ciudad donde son resguardados, mientras las 22 cofradías (hermandades) lanzarán saetas (loas) a la Dolorosa.
El cortejo fúnebre al que cada año se suman cientos de fieles encapuchados para cumplir penitencias por favores recibidos, partirá de la calzada Fray Antonio de San Miguel (San Diego) y se desplazará por la avenida Madero hasta llegar a Catedral, y de ahí continuará al templo de Capuchinas.
La Procesión del Silencio no se ciñe a las actividades litúrgicas de la Semana Mayor, pero se ha convertido en una tradición en Morelia. El sacerdote Joaquín Altamirano, entonces párroco de la iglesia de Capuchinas, trajo de España esta devoción. Este año se esperan miles de espectadores en el Centro Histórico de la ciudad.
El Acueducto, de Valladolid a Morelia
El Acueducto, la grandiosa obra arquitectónica que hoy le da identidad a Morelia, fue concebida con propósitos enteramente distantes. Valladolid estaba sedienta y había que procurarle agua “de donde fuera”. El rudimentario primer canal se levantó en 1548, poco tiempo después de haberse fundado la ciudad. Se soportaba en horcones sobre los que se apoyaban canoas de madera para que el líquido llegara desde la zona Oriente. A finales del Siglo XVI se sustituyó la primera obra, y así siguió una era de tinos y desatinos, de derrumbes y reconstrucciones. Finalmente la obra como se observa actualmente, se construyó entre 1728-1730.
Llevaba el agua hasta los límites de aquella ciudad y se distribuía por tubos subterráneos de barro a las fuentes, conventos y casas particulares. Tiene un longitud de 1,700 metros y está conformado por 253 arcos de medio punto que alcanzan su máxima altura de 9.24 metros en la zona del Jardín Villalongín. En 1910 se declaró en desuso y en 1998 se restauró como joya arquitectónica de Morelia.
Callejón del Romance, historias de amor y de barrio
Las letras del poema de Lucas Ortiz que cuelgan de los muros del romántico pasadizo inspiraron su nombre: Callejón del Romance. No hay sitio más propio para la poesía, el galanteo y los idilios sin testigos, dijo alguna vez el maestro Xavier Tavera Alfaro, cronista de la ciudad.
Las camelinas emergen de los balcones y jardineras de las antiguas casas del Siglo XIX -hoy muchas de ellas convertidas en diminutos bares y comederos-, le dan profundos aires de romanticismo al lugar, iluminado de noche con farolas de manufactura artesanal.
Los nombres de sus bautizos anteriores no fueron nada generosos con la armonía del entorno: Callejón de la Bolsa, luego Callejón del Socialismo. Pero “Romance de mi Ciudad”, de Lucas Ortiz cambió la historia.
Hace poco más de medio siglo el Callejón del Romance fue remodelado. Posee una veintena de inmuebles que están dentro del catálogo de monumentos históricos de la ciudad. ¡Un lugar digno de conocer!
Fuentes: INAH, Conaculta, Raúl Arreola Cortés (historiador), Morelianas.