El Tercer Ojo
Por Arturo Tzintzun Mora
Llegó la hora buena para el Partido de la Revolución Democrática (PRD), una organización que nació como una propuesta real de oposición y que como tal, fue tomada por todos los mexicanos que nunca aceptaron las formas de gobernar de la entonces única y obligada opción partidista en que se conformaba el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
El principal reproche que se le hizo sin duda alguna, fue el haber negado el desarrollo al país, en una época postguerra que abrió la brillante oportunidad de ser una nación con elementos de vanguardia para proporcionar una vida digna y un avance humano sin precedentes.
Al dedicarse el PRI a ser una fábrica de millonarios y hundir a los mexicanos en un desastre social en todas sus vertientes, el PRD se crea bajo la expectativa de trabajar en ser una nación de punta. Apoyado por la comunidad intelectual, científica y cultural, apuntaba a ser la opción que pudiera encaminar a los connacionales a ese sueño anhelado por 200 años, que era “un piso parejo para todos”.
Con ese antecedente, la sucesión presidencial del 2000 y el saldo electoral del 2018, el PRD se juega -para no pocos analistas- su última carta en el próximo periodo electoral que iniciará en breve. Y, claro, como buenos sátrapas, los oportunistas abandonan la nave para saltar a una que tenga mayor estabilidad.
La tribu Alternativa Democrática Nacional (ADN), encabezada por Carlos Torres Piña, anuncia que deja al PRD; siguiendo los pasos de otros ex perredistas notables (es sarcasmo), como Fidel Calderón. Cristina Portillo o Juan Pablo Puebla, e incluso ocho diputados en San Lázaro, se pasaron sin pudor ni pena ideológica a Morena.
Para Torres Piña y su pandilla fue fructífero mantenerse hasta antes de este momento en las filas perredistas, para acceder a puestos de elección y plurinominales, así como seguir cobrando dividendos dentro del partido aunque, desde 2018, ya operaban para los intereses morenistas.
Ahora, ya con el botín en sus manos, salen del clóset y formalizan su amor con el partido en el poder, que se ha convertido en refugio de sinvergüenzas; en un asidero de desechos que tiene irritados a los forjadores del movimiento lopezobradorista.
Es la hora buena para el PRD. Se ha deshecho de la carcasa; se ha desparasitado, y se presenta la valiosa oportunidad de ser un partido que recupere la mística, la visión y los principios que levantaron a millones de mexicanos en 1988, abrigados de la esperanza de un mejor país.
El PRD tiene ante sí la gran oportunidad de sacudirse y transformarse, ya sin el remedo de sepultureros que hoy se anuncian como los nuevos purificados por la Cuarta Transformación.
Discover more from Primera Plana MX
Subscribe to get the latest posts sent to your email.