Morelia, Michoacán – Redacción
El profundo malestar y rechazo que en los últimos días ha expresado el presidente Andrés Manuel López Obrador contra las organizaciones de la sociedad civil, no es tanto por la corrupción que el mandatario ve en ellas, sino por el repudio unánime que organismos ciudadanos de derechos humanos y activistas han manifestado a la iniciativa de crear la Guardia Nacional con mando militar.
Militantes del partido Morena que están cerca de las negociaciones que siguen en el Senado de la República en torno a la iniciativa presidencial, nos revelan que a eso se debe la embestida de López Obrador, quien se muestra más que contrariado porque aún no cuentan con los votos necesarios en la Cámara Alta para el buen desenlace de su proyecto, fundamental -asegura- para la seguridad y la pacificación del país.

El miércoles pasado, en su conferencia mañanera, estalló: “los expertos y los de las organizaciones de la sociedad civil, ¡no sé en qué están pensando!, porque ya basta de estar haciendo análisis de la realidad, sin transfórmala”.
Así la posición del presidente de la República, que vio cómo en el llamado ejercicio de parlamento abierto (consultas ciudadanas), activistas y ONG rechazaron su iniciativa, alentando incluso a los legisladores de los partidos de oposición, que no ceden y amagan con formar un bloque para modificar la iniciativa… o de plano rechazarla en su conjunto.

La discusión está abierta. Y mientras los partidos en el Senado negocian y afinan posiciones, la presidenta de la asociación civil Causa Común, María Elena Morera Mitre, una de las más activas contra la Guardia Nacional y la militarización de la seguridad pública que ello supone, contestó al jefe del Ejecutivo Federal.
En su artículo de este sábado en el diario El Universal, desde el título mismo, Morera es elocuente: “Al fin que el análisis no importa”; y se lanza contra el contenido de la propuesta de AMLO. Dice, de entrada, que la estrategia nacional de seguridad pública, parte de un diagnóstico “sin claridad conceptual ni precisión estadística”, por lo que establece un punto de partida ambiguo y confuso.

Ya en el tema de la “guardia militarizada”, dice Morera: “contiene (la iniciativa) contradicciones flagrantes cómo referirse al desgaste y la pérdida de confianza de las Fuerzas Armadas por su participación en funciones policiales, al tiempo que se propone la creación de una guardia militarizada, a la que se integrarán soldados y marinos que harán las veces de policías. Para tratar de explicar y de explicarse la extraña entidad que es militar pero no es militar, inventa conceptos (es un decir) como el de ‘seguridad pública interior’. No importa que la Constitución separe la seguridad pública de la seguridad interior, precisamente para distinguir corporaciones civiles de cuerpos militares”.
La iniciativa, ironiza la activista, se vuelve “francamente bizarra, parecido a algunas iluminaciones tipo ‘new age’. No exagero. Baste decir que, después de la consabida letanía contra ese monstruo difuso del neoliberalismo, se procede a exaltar ‘el modelo civilizatorio mesoamericano’”.

Concluye la activista: “¿Que podemos esperar entonces? El colapso de lo poco que había construido el país en términos de seguridad pública, mayor violencia, sobre exposición de las Fuerzas Armadas, expresiones cada vez más frecuentes de violencia privada (desde autodefensa hasta linchamientos) y, cuando las cosas se pongan peor, que culpen al enemigo en turno e intenten ocultar la realidad. De por sí ya se nos dijo que no le gusta la información, y tampoco el análisis, la crítica ni las propuestas”.
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