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Ciudad de México – Excélsior

Contrario a lo que muchos piensan, el enamoramiento no se origina en el corazón, es el cerebro el que, al sentir atracción por una persona, produce sustancias químicas (neurotransmisores), capaces de impactar en cada uno de los órganos del cuerpo, a través de diversas sensaciones como hormigueo y sudor en las manos, taquicardia (corazón acelerado) y “mariposas” en el estómago.

Médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), de la Unidad Médica de Alta Especialidad (UMAE), número. 71, de Torreón, Coahuila, revelan que los neurotransmisores como la dopamina, oxitocina y serotonina se liberan inconscientemente al enamorarse de alguien y su efecto perdura en función del estímulo que se reciba.

La psicóloga clínica, América Celeste Gómez Esquivel, explica que las sustancias químicas llegan a través de receptores dendritas al tálamo e hipotálamo, viajan por la médula espinal y de ahí se esparcen al cuerpo provocando los conocidos síntomas del amor.

El neurólogo José Fernando Villanueva Moctezuma destaca que estos neurotransmisores se convierten en una “droga” para quienes las producen, al grado de alterar las funciones del lóbulo frontal en donde se ubica el control del juicio y el raciocinio.

La gastroenteróloga, Karla Sugey Torres Castillo, explica que el intestino es llamado el “segundo cerebro”, ya que las emociones están directamente conectadas con las funciones del tracto digestivo, de ahí la sensación de “mariposas en el estómago”, producto de los sentimientos positivos; en cambio, cuando ocurre una decepción, pueden surgir malestares como un colon irritable.

El jefe del servicio de cardiología, Raúl Wong Estrello, explica que el corazón es el centro receptor de las emociones; cuando ocurre una decepción amorosa, se generan sensaciones de tristeza, decaimiento o desgano.

Además, pueden ocurrir arritmias (latidos anormales en el corazón), bradicardias (descenso en la frecuencia de la contracción cardiaca), disminución de la presión arterial y en casos extremos se puede presentar el síndrome del corazón roto.

Los especialistas concluyen que los efectos de la oxitocina, dopamina y serotonina, pueden llegar a ser tan poderosos que no sólo alteran la conducta, sino que además provocan en el cuerpo una serie de reacciones tanto positivas, como negativas.

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