FOTOS: Wendy Rufino / ACG

Wendy Rufino / ACG

Morelia, Michoacán.- La librería La Inundación de la calle Paseo del Roble en la colonia Prados Verdes sufrió paradójicamente de lo que da cuenta su propio nombre, tras las fuertes lluvias que azotaron el día de ayer a la capital por la madrugada, a causa del paso del huracán Willa.

Toda la colonia está plagada de lodo y agua sucia. Vecinos sacan sus muebles y electrodomésticos inservibles a la calle, esperando que pase el ayuntamiento a retirarlos. También esperan pipas con agua para poder terminar de limpiar sus hogares.

En la librería de Caliche Caroma se pueden ver libros enlodados; como su restauración lleva dinero y tiempo, resultan ser pérdidas por el evento climático y la falta de planeación de esta capital.

“Escuchamos llover, pero no imaginamos que el agua subiría tanto. Nos llegó la profecía”.

Decidieron llamar a la librería “La inundación” porque son recurrentes las inundaciones en la colonia, pero nunca imaginaron que en esta ocasión el nivel del agua subiría tanto.

Suben libros a la planta alta por si vuelve a llover, vecinos se asoman a la librería y se entristecen. Uno de ellos comenta:

“Deja tú el lodo en la casa, los libros son cultura y ahora míralos ahí”.

Otra vecina a modo de chiste agrega:

“Hubiera pasado ayer para que me regalaras libros. Quién imaginaría que ahora están enlodados”.

La madre de Caliche vive al lado de la librería; ahí tienen la cocina, su recámara y el baño. Mientras caminamos por el cuarto vemos el escusado repleto de lodo, por lo que mejor volvemos a la cocina:

“Este refri ya había sobrevivido a una inundación; ahora no sé si valió madres, todavía no lo prendemos. La cama está toda mojada, no se puede recuperar. Ahora mi mamá está en la planta alta”, comenta Caliche.

La fotoreportera que escribe estas líneas no había estado antes en la Librería La inundación, pero puede uno imaginarla sin el lodo, llena de recortes, figuras, fotografías; incluso pude ver una que le tomé en la pared.

“Las revistas que tenía de colección, las perdí todas, qué se le va hacer.” Caliche mueve la cabeza y el “hubiera” cae sobre sus hombros con amargura. Raquel, su novia, agrega: “Hubiéramos subido las revistas, ¿verdad? Ya ni modo.”

Hay animosidad en Prados Verdes a pesar de todo. Los vecinos se apoyan con escobas o jaladores de agua. Se llevan tortas. Ríen entre el lodo y sus pérdidas materiales. Ayer también los vecinos de la Colonia Industrial mientras veían la inundación de sus casas desde las vías del tren, charlaban largamente, y reían de tristeza.

Más allá de un carácter propio con que el mexicano confronta la tragedia, es que no hay otra posibilidad, el derrotismo no vuelve a meter a nadie al rumbo del que se fue expulsado. Sólo queda seguir adelante.

Trabajadores del Ayuntamiento y policías municipales. Se muestran amables, sonríen mientras ayudan. Sus botas y manos llenas de lodo van casa por casa sacando basura, ayudando a limpiar.

Algunos vecinos sospechan que no hay tanta organización municipal, pero continúan esperando que regrese su servicio de agua o aparezca una pipa, o que se pueda remover el lodo de las calles.

Almuerzan tortas mientras piensan en qué hacer mañana o en un rato si vuelve a llover.

Los planes cambian todo el tiempo en la Librería La inundación, y en casa de todos los vecinos de la Colonia Prados Verdes.

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