FOTOS: Wendy Rufino / ACG

Wendy Rufino / ACG

Morelia, Michoacán.- Dos eventos dividían la atención del país el 15 de Septiembre del 2008 por la noche; el festejo del Grito de Independencia y la pelea de boxeo más importante para los mexicanos, Jorge ‘Travieso’ Arce contra Rafael ‘Torito’ Concepción, que se transmitió en televisión nacional.

La histórica ciudad de Morelia como cada año se disponía a vivir la conmemoración del inicio de la Independencia. Vendedores ambulantes y miles de personas se congregaron en torno a Palacio de Gobierno.

Ana María González Cisneros, de 31 años, cuenta que era la primera vez que iba al grito; de último momento convenció a su esposo David Reyes Reyes Hernández que planeaba esa noche ver la pelea del ‘Travieso’ Arce. Llegaron un poco tarde, y no pudieron acceder a un lugar cercano al balcón desde donde el gobernador Leonel Godoy entonaría el glorioso grito, por lo que se situaron en la primera jardinera a un costado de la fuente de la Plaza Melchor Ocampo, se abrazaron y miraron hacia Palacio.

Guadalupe Hernández Arreola acudió también junto a su esposo José Manuel Manríquez Gaytán y su hija de doce años, la que se mostraba emocionada porque era la primera vez que estaría presente. Se colocaron a un lado de Catedral.

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El Grito y el granadazo

Leonel Godoy Rangel, poco después de las 23:00 horas, se encontraba dando la arenga en el balcón de Palacio de Gobierno de Michoacán, hondeaba la bandera al grito de ¡Viva México! , cuando abajo, en medio del tumulto de personas cerca a la fuente de Plaza Morelos, una granada de fragmentación fue detonada.

El estruendo confundió a la multitud. Algunos no se dieron cuenta. Casi simultáneamente otra granada en la calle Andrés Quintana Roo es arrojada. Cerca de 30 mil personas estaban presentes ese día.

Ana María recuerda que estaban concentrados cantando el himno, y las matracas sonaban, cuando de pronto estaban tirados en medio del ruido.

“Escuchamos un estallido muy fuerte pero pensamos que había sido un cohete, y cuando menos lo esperábamos estábamos heridos. Yo intentaba alcanzar a mi esposo pero estábamos separados como a cuatro metros de distancia”, cuenta Ana María.

David Reyes, de 36 años de edad, narra que había cuerpos cercenados alrededor; también recuerda que un policía lo auxilió.

“Llegó a mi lado, sacó una navaja, arrancó el pantalón y del mismo pantalón hizo unas tiras, luego me aplicó un torniquete para que no me desangrara. Así estuvo con todos ayudando”.

Guadalupe Hernández asegura que escuchó un ruido muy fuerte, diferente al de un cohete, mientras se encontraba junto a su esposo e hija de espaldas a Palacio, por lo que sospechó que algo había pasado, aunque jamás se imaginó la magnitud. Al instante de aquel estallido, sintieron las piernas y pies dormidos, y un frío les recorría sus extremidades.

“Mi niña decía ¡Ay mamá yo no siento mi pie!, se gira entonces hacia Palacio y comienza a gritar; volteo también y me doy cuenta de todo. Lo que hice fue pegarla a mí y decirle ‘¡no veas, no veas!’ Ella no dejaba de gritar. Al yo tocarle su pie a mi niña yo lo siento mojado, era la sangre. En ese momento mi atención estaba sobre ella por lo que no me di cuenta que el frío que sentíamos recorrernos las piernas mi esposo y yo, era también sangre. ”

En un perímetro no mayor a 10 metros, se encontraron los lesionados, que en datos oficiales sumaron más de 130 heridos y ocho personas fallecidas.

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El hospital y las víctimas

Guadalupe Hernández y su hija fueron trasladadas al Hospital de la Mujer, mientras su esposo José Manuel fue llevado al Hospital Civil. La situación en los hospitales, cuentan, era caótica, pues no había camillas suficientes ni médicos que pudieran valorar adecuadamente a todos los pacientes que no paraban de llegar. Personas en un pésimo estado de salud estaban sentadas en sillas de plástico.

“Los médicos veían la situación y ellos nomás movían la cabeza. Lo que hicieron al principio fue amputar lo que ellos creían que no podían curar. Ellos no sabían cómo curar esto. La situación los rebasó. Las heridas estaban ahí abiertas y no te hacían una curación; no sabían que hacer, eran muchas lesiones juntas.” Señala Guadalupe.

Ana María también llegó al Hospital de la Mujer, donde también dice haber tenido un trato frío y malo, pero resaltó que sobre todo no recibían un diagnóstico claro.

Explica David Reyes que él disponía de seguro médico, pero ya no había espacio en ningún hospital.

“Hubo una orden en ese momento por parte del gobierno de que los que no cupiéramos en los hospitales nos llevaran a hospitales privados. A mí y a otra persona nos internaron en Star Médica.”

José Manuel Manríquez tuvo una complicación en sus heridas que lo llevó a una infección severa al paso de los días en el Hospital Civil. Ana María Gonzalez estuvo a punto de sufrir una amputación en el Hospital de la Mujer también por una fuerte infección en su pie, pero decidió trasladarse al Seguro Popular a Urgencias donde pudo evitar perder su extremidad.

“El traumatólogo como el cirujano plástico me decían es que entiendeta que no había nada que hacer, que así estaba la situación. ‘Siempre va a estar con infecciones, ni siquiera le recomiendo que se tome el antibiótico. No le va hacer nada’”, decía el doctor a Ana María.

“Estaba con fiebre. Me sentía muy mal. Nos fuimos al Seguro a Urgencias. Me internan. Me hacen lavados quirúrgicos. Me dan antibiótico por 15 días. La herida que en más de dos años en el Hospital de la Mujer no cerró, en el Seguro en tres semanas la herida cerró”.

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Las pensiones

Durante la administración de Leonel Godoy los afectados recibieron apoyos y recetas médicas completas pero las siguientes administraciones ignoraron a las víctimas, coinciden ambas familias.

El actual gobierno de Silvano Aureoles volvió a apoyarlos con recetas médicas, se otorgaron pensiones y se encuentran en espera de un aumento en el monto de estas.

“Metí mis paeales hasta el 2010 para recibir apoyos, pues yo no sabía nada. Nosotros no teníamos nadie que se moviera por nosotros, que peleara por nosotros. Mi hijo trabajaba y nos cuidaba, y nosotros no sabíamos que podíamos recibir apoyos. Salimos con unas pensiones de las más bajas”, sostiene Guadalupe Hernández.

La ciudadana víctima del acto terrorista sufre un daño severo en el nervio ciático por las esquirlas que atravesaron su pierna izquierda. En su caso las recetas médicas implicaban un gasto de 8 mil pesos mensuales. Una vez que recibió su pensión temporal, el apoyo era de 3 mil 700 pesos mensuales, mientras su esposo José Manuel Manríquez obtuvo una pensión de 2 mil 100 pesos.

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A 10 años del atentado

A 10 años hay cerca de 17 víctimas que aún no reciben pensión, refiere Guadalupe Hernández, incluida su hija. Las complicaciones médicas continúan presentes en las vidas de los afectados por el atentado del 15 de septiembre. Han pasado por muchas cirugías, tratamientos médicos, rehabilitación, pérdida de bienes para comprar medicamento, la incomprensión de algunas autoridades en el transcurso de estos años y sobre todo tener que darle un nuevo sentido a su vida después de no poder volver a integrarse a sus trabajos.

David Reyes tuvo pérdida auditiva del oído izquierdo, pérdida del tendón de Aquiles, pérdida ósea del calcáneo, perdida del peroné, entre otras afectaciones. Ana María González, padece artrosis postraumática. Ambos tienen esquirlas en sus cuerpos provocándoles dolores que los mantienen en cama durante días. Ana y David son padres de dos hijas.

“Después de lo que pasamos, aprende uno a valorar a la familia, la vida misma, disfrutar cada día, sentirse afortunados de estar aquí porque muchas personas no tuvieron esa dicha. Tuvimos cambios drásticos en nuestras vidas como caminar con dolor, despertarse por las noches también con dolor. El cuerpo aprende a vivir y asimilar este dolor”, comenta David Reyes.

“Agradecidos de poder ver crecer a nuestra nena que entonces tenía 3 años. Con ella antes de todo esto jugábamos mucho, corríamos, brincábamos, andábamos de aquí para allá. La familia nos apoyó para cuidarla. Cuando pudimos estar más independientes andaba en silla de ruedas cocinando y atrás de la niña. Fue difícil para nosotros y sobre todo para ella. Fue un cambio muy grande. Sólo nos queda echarle ganas”, complementa Ana María González.

Guadalupe Hernández, además del daño grave que recibió en el pie, tiene una afectación severa en el nervio ciático, por lo que ahora tiene problemas en su cadera y en su riñón por la gran cantidad de medicamentos que ha tenido que administrarse, y también recibe atención psiquiátrica por estrés post traumático.

Su esposo José Manuel Manríquez también recibió un daño en el pie izquierdo por las esquirlas, lo que al paso de los años le ha afectado también la cadera. Ambos también tienen esquirlas en su cuerpo que también les producen dolores.

“Fueron muchas cerradas de puertas, muchísimas humillaciones. Decían que nosotros solo queríamos vivir del Gobierno, y no se ponían en nuestro lugar. Nuestra vida cambió de la noche a la mañana. Nos quedamos sin nada. El deber de ellos era protegernos de esas lesiones. Uno nunca podía imaginar semejante barbaridad”, dice Guadalupe, hace una pausa y continua entre lágrimas:

“Desde entonces para mí ya no hay una noche mexicana. Cuando yo llegué a ese lugar era una persona, ahora soy otra.”

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