Santiago, Chile.- Dirigida por Rian Johnson, Capítulo VIII: Los últimos jedi, comienza cuando las últimas fuerzas de la resistencia intentan huir del malvado imperio. Bajo un ataque constante, los rebeldes tratan de burlar el acoso pero se ven completamente sobrepasados.

Mientras, en un rincón alejado de la galaxia, Rey (Daisy Riley) convence a Luke Skywalker (Mark Hamill) de volver de su retiro de años para luchar junto a los suyos. Mientras tanto, el malvado Kylo Ren (Adam Driver) continua su lucha interna entre el bien y el mal, mientras que el ex stormtrooper Finn (John Boyega) intenta un plan desesperado para salvar la vida de los pocos integrantes de la resistencia que aun sobreviven.

Queda claro que esta cinta tiene historia de sobra. Son varios los hilos narrativos que, durante su primera hora de rodaje, se van exponiendo y desarrollando. Son tantos que, en un momento, pareciera que todo va a perder control y lógica, pero Johnson, un director con visión y que ha sabido jugar con los géneros en los que ha trabajado (film noir, ciencia ficción, grandes estafas), mantiene el orden, y una vez que todo está dispuesto, se lanza a la aventura espacial.

Sin duda el rasgo más importante de esta entrega es que, a diferencia de Capítulo VII: El despertar de la fuerza (JJ Abrams, 2015), Johnson sí logra crear un mundo propio. El mayor defecto de la entrega anterior es que se trataba poco más que un remake del Capítulo VI: Una nueva esperanza. Tanto la línea argumental como la estética eran casi calcadas, pero se entendía una búsqueda al origen y un alejamiento del desastre de las precuelas. Johnson, en cambio, logra novedad, ingenio y desarrollo. Kylo Ren se transforma en un villano verdadero, dejando atrás su lado emo insoportable; Rey es la heroína que buscábamos; Leia y Luke al fin tienen su momento de verdad y tanto Finn como Poe (Oscar Isaac) se alzan como dignos héroes de acción, con fallas y méritos, lo que los convierte en seres de carne y hueso que aun están en un proceso de aprendizaje.

Más allá de una primera hora que avanza a tropezones, de un humor que no siempre resulta y de poseer demasiadas líneas argumentales, estos Ultimos jedis se sienten como algo nuevo y fresco. Una visión -tan infantil como divertida, tan obvia como a ratos sorprendente- que se siente segura, cinéfila, estéticamente impecable (el desierto de sal con manchas rojas es inolvidable) y que en sus más de dos horas nos entrega un placentero viaje espacial.

Fuente: Mouse/LaTercera

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