Santiago, Chile.- Se convirtió en un estudiante profesional. Pasó por cinco carreras, en varias universidades, en el trayecto de más de una década. La primera parada de Rodrigo Lira, con 17 años, fue Psicología en la U. Católica, en 1967. Luego pasó por Filosofía, Artes, Comunicación y Lingüística.
Sin embargo, no sería recordado por su participación en clases, más bien por sus intervenciones poéticas desarrolladas en los patios del Instituto Pedagógico, en los 70. Era un promotor de sus textos, que parodiaba a la poesía chilena, jugaba con los límites del lenguaje y que decidió terminar con su vida cuando cumplió 32 años, el 26 de diciembre de 1981.
“Era muy etéreo. Muy poeta. O más bien ido. Los compañeros de curso lo queríamos bastante, pero como quien trata a un minusválido”, dice el crítico de arte Justo Pastor Mellado, compañero en esos años del escritor, en La poesía terminó conmigo. El ejemplar, escrito por el periodista Roberto Careaga, retrata la vida de Rodrigo Lira, el poeta nacido en Santiago en 1949.
“¿Quién fue Rodrigo Lira, aquel individuo al que hoy por hoy, transcurridos más de 35 años de su muerte, todavía se le considera en ciertos círculos literarios como a una especie de gurú supremo?”, apuntó en su columna semanal el crítico Juan Manuel Vial. “¿Un lunático, un provocador, un showman, un poeta, un iluminado, un esquizofrénico, un bromista, un patético, un diletante, un genio, un flojonazo, un marihuanero irredento o, simplemente, otro hijito de mamá?”.
Probablemente todo eso fue el autor de poemas como Angustioso caso de soltería y Ela, Elle, Ella, She, Lei, Sie, que en los 80 y 90 circularon en fotocopias. Tres años después de su muerte, apareció Proyecto de obras completas, libro que reunió gran parte de su trabajo, con una presentación de Enrique Lihn. No eran muchas las copias y recién en 2003 se hizo una reedición.
Cuánto vale el show
Atento lector de poesía, la apuesta de Lira fue radicalizar las voces que por entonces llevaban la batuta, como Nicanor Parra, Enrique Lihn y Raúl Zurita. Textos que fundía con experiencias personales, una biografía tormentosa que tuvo un diagnóstico: esquizofrenia. Y un tratamiento: sesiones de electroshock.
“Creo que la manera como fue tratado psiquiátricamente lo afectó mucho. Fue muy fuerte porque le dio esta chapa de loco. Ahora esto igual él lo hace parte de su obra. Supongo que era un diagnóstico que podría haber sido revisado”, dice Careaga, quien le dedicó siete años de trabajo a la biografía salida por Ediciones UDP. La poesía terminó conmigo es un seguimiento a los pasos de Lira. Desde sus días en el colegio Verbo Divino, donde hizo un par de travesuras con su compañero Sebastián Piñera, entrevistado en el libro; pasando por amoríos, que fueron inspiración para sus versos -varias ex parejas dan su testimonio-, hasta los últimos días previo a quitarse la vida, en el departamento 22 de Av. Grecia 907, en Ñuñoa.
Lira nunca alcanzó autonomía económica. Dependía de sus padres. El era un militar, y ella una madre atenta a las necesidades de su hijo. En el ejemplar varios cercanos hablan. Están sus amigos Roberto Merino, Antonio de la Fuente y Oscar Gacitúa. Así es posible saber los entretelones de su participación en el programa de TV ¿Cuánto vale el show?, hasta anécdotas que reflejan su personalidad.
“Era un sujeto desestabilizador, complejo, ante lo cual era difícil reaccionar bien. Su manera de relacionarse socialmente no tenía filtro”, señala Careaga, quien apunta cada detalle del único gran triunfo de Lira en las letras. Fue el primer lugar en el concurso de poesía organizado por la revista La Bicicleta, en 1979. Con su poema 4 tres cientos sesenta y cincos y un 366 de onces superó a Omar Lara y Claudio Bertoni. El jurado lo conformaba Lihn, Luis Sánchez Latorre (Filebo) y Raúl Zurita.
Fuente: La Tercera