Guadalajara, Jalisco.- Hay críticos que señalan a 4321, la más reciente novela de Paul Auster, como un punto y aparte en su obra; él piensa que hay un diálogo, aun cuando es cierto que la trágica anécdota sobre la cual gira la historia no la había usado de manera tan clara en el pasado: la muerte de un amigo, en su adolescencia, por un rayo.

A partir de ello, se propuso construir cuatro variaciones sobre lo que parecería una misma vida, consciente de que aquel suceso lo cambió totalmente. “Fue un punto sin retorno, del cual aprendí varias lecciones, entre ellas que lo que separa la vida de la muerte es algo tan delgado que prácticamente es transparente, que el universo puede ejercer una violencia al azar enorme y que el suelo que uno pisa no es sólido”, dice el escritor estadunidense.

“Ya había hablado de los hechos como sucedieron en Cuaderno rojo, pero no había usado esa escena en mis otros libros. En El palacio de la Luna, sin embargo, hay una escena que recrea lo que sentí en ese momento, mientras en 4321 hay dos versiones que cuentan los hechos”, señala Auster.

El narrador es uno de los protagonistas de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y se le cuida cada detalle de su agenda, si bien está con el ánimo de firmar libros.

Hace unos meses llegó a los 70 años de edad, pero sigue observándolo todo como si fuera solo un niño, quizá porque los artistas “somos personas que nos aislamos de los demás por esta cuestión de que nos da curiosidad lo que hay a nuestro alrededor, lo que nos hace ser perenemente exiliados en nuestro propio país, y a las personas no les gusta estar así”.

Desde su perspectiva, la gente suele buscar la aceptación de los demás, del otro, pero a los creadores eso no les importa, “quizá sea por eso que buscamos otros artistas como amigos, porque será que nos entendemos en esta forma peculiar que asumimos”.

“Para contar historias uno está continuamente pendiente de todo, prestando atención a todo, y escuchas a la gente, observas las cosas y cuando te enteras de algo que te impresiona reflexionas al respecto y de ahí pueden surgir historias que tú quieres contar, pero no me catalogaría como un ladrón de esos sueños o de esas historias, sino como alguien que escucha y observa”.

El deber del escritor

Paul Auster ya había contado en distintas ocasiones que sus inicios en la escritura se dieron a través de la poesía, mas reconoció que a los 30 años de edad dejó de escribir durante un año.

“Y cuando pude volver a escribir, resultó que solo escribía prosa y ya no pude más, excepto para ocasiones como cumpleaños o bodas, y todo mis versos riman, pero son cosas simples que nos hacen reír a todos”.

Durante el diálogo con Auster no podía faltar la situación política en Estados Unidos, con la presidencia de Donald Trump, en quien no se detiene demasiado, si acaso reconoce que le “molesta mucho de manera profunda”. Al mismo tiempo reflexiona acerca del papel que debe desarrollar un escritor para el momento que estamos viviendo.

“Pienso que la obligación de todo escritor es hacerlo de la mejor manera posible, hacer las mejores oraciones, porque una buena oración es el fruto de un trabajo intenso y también espiritual, y ahí encuentra el escritor el reflejo de su integridad. El artista o el escritor no debe permitir que el desencanto que está viviendo la sociedad lo distraiga de esa atención rigurosa que le debe prestar a la escritura”.

También le dio espacio a la lectura, a esos libros que han conformado la visión que tiene del mundo y de sí mismo, “y la relación entre ese yo y el mundo”.

“Por eso los libros son importantes, hay quien no lee y seguramente sus circunstancias serán otras, tendrá otro tipo de experiencia, pero cuando uno abre la puerta hacia el mundo de los libros se da cuenta de todas las aventuras, de toda la belleza que puede uno experimentar, se da cuenta que es algo que embellece y da placer. Esto para mí es algo fundamental”.

Fuente: Milenio

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