Ciudad de México.- Hace un par de años, cuando fue a recibir a España el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, ante la pregunta de si se había propuesto dejar de lado la técnica para encontrar su voz, el húngaro György Kurtág (1926) repuso de manera escueta: “Eso es, totalmente”. Y al inquirirle sobre Fragmentos de Kafka, ópera para voz y violín, simplemente comentó: “Es una de mis mejores obras”.
Ópera de cámara fuera de serie, la composición se presentará el 18 de noviembre a las 19:00 horas en la Sala Julián Carrillo de Radio UNAM, en el marco del Festival Vértice. Experimentación y Vanguardia, organizado por Cultura UNAM. Obra muy compleja desde el punto de vista musical, también tiene un peso dramático muy fuerte, indica en entrevista la soprano Irasema Terrazas, quien compartirá el escenario con el violinista Humberto López.
“Es una obra casi teatral porque está basada en micropiezas, son como células expresivas —explica la cantante—. Son 40 fragmentos, algunos muy breves, de un minuto o menos, y otros que se extienden a siete u ocho minutos. Solo son dos intérpretes en escena: el violinista y la soprano”.
La cantante, que abarca los ámbitos del concierto sinfónico con voz solista, la ópera, la música de cámara y el teatro, refiere que Fragmentos de Kafka “exige el uso de técnicas extendidas, tanto vocal como instrumentalmente. Por hablar de lo vocal, el compositor requiere cosas poco comunes, grandes exigencias, sobre todo si tomamos en cuenta que todas aparecen en la misma obra. Si a veces encontramos estos recursos en obras separadas, aquí es casi como un compendio de todos estos recursos”.
Por ejemplo, agrega la cantante, “no pone compases, lo cual aumenta la dificultad. De pronto pone a la soprano a leer en la clave de Do en tercera, que es la clave de contraalto, lo que añade una dificultad porque las sopranos nunca la utilizamos. Recurre al sprechgsang, término en alemán que se puede traducir algo así como canto hablado, que es casi como una extensión del habla”.
¿De dónde provienen los textos?
Fueron tomados de la correspondencia de Kafka. Suponemos que el compositor los eligió porque en cierta forma le hablaban a él, como una especie de síntesis autobiográfica. Kafka es un autor que llama la atención de cualquier generación, en particular estos textos que, por la particularidad de ser micropiezas, tienen un interés extra. No es una trama lineal, sino fragmentos que a veces tienen una carga de introspección o todo lo contrario. Puede ser una imagen directa y penetrante o una reflexión poética, como cuando dice: ‘Escondites hay innumerables, salvación solo una; pero posibilidades de la salvación hay tantas como escondites’”.
No tiene el apoyo de una orquesta o un grupo de cámara
Sí, es un gran reto hacer música con un solo intérprete que no es un pianista (los cantantes solemos hacerlo con él por ser un instrumento polifónico que sostiene nuestro canto). En este caso el violín está en un registro que se parece a la voz humana de la tesitura soprano. Lo que nosotros presentamos al público tiene que ser de extremo cuidado, muy pulido, para que se comprenda lo que quiere el compositor.
¿Es una obra muy desgastante?
¡En realidad sí lo es! Y lo digo riéndome, porque no me pesa, pero sí es una de las obras más difíciles de realizar que yo haya hecho porque todo está muy condensado. Y como en ningún momento descansan ni el violín ni la voz, tenemos que estar concentrados al ciento por ciento todo el tiempo para sostener la obra.
¿El violinista también actúa?
Sí, es una especie de ente escénico, si lo queremos ver de esa manera. Es difícil definir la línea divisoria entre lo que es actuación o un performance. En realidad estamos haciendo una propuesta bastante sui géneris, en la cual de pronto se nos puede ver como músicos, tal cual, o de repente como unos personajes inmersos en el sentido que queremos darle a la propuesta. El violinista tiene su atril y su partitura, pero es un ente escénico.
¿Qué le mueve a participar en estos proyectos de ópera contemporánea?
Se me ha invitado mucho a estrenar óperas de repertorio contemporáneo. Esto me agrada mucho, porque dar cabida y voz a las creaciones recientes debe ser una tarea de todo intérprete. Yo siento mucha responsabilidad al hacer Fragmentos de Kafka, no solamente por la dificultad musical y por el reto que implica escénicamente, sino porque es una obra que raramente se va a escuchar en México. Sin embargo, es una ópera emblemática de la última época.
Fuente: Milenio