Morelia, Michoacán.- La chica de la organización, vestida de riguroso negro y con cara de pocos amigos, advierte a los fotógrafos.

–En esta zona no se puede tomar fotos. Si toman fotos tienen que salir.

–Pero nos mandaron hasta acá.

–No sé quién los mandó hasta acá. Si toman foros tienen que salir.

Hablando en lenguaje de chat, la chica tiene la cara de ese emoticon que parece furioso.

–No hay nada qué hacer. Es la consigna.

Los fotógrafos salen. Caminan por los pasillos, hablan con otros fotógrafos, se esconden de la chica. Al minuto regresan. Hicieron como que se van, pero no se van.

Todos quieren estar en el evento cúlmine del Festival Internacional de Cine de Morelia 2017.

Son las 18:15 y el Teatro Ocampo aún está casi vacío. Después, varios minutos después, llegarán directores, actores, organizadores. Con seguridad provocarán el revuelo típico de los últimos días, agradecerán a todo el mundo, y se irán con premios o sin ellos. Pero eso será después, varios minutos después, porque la ceremonia inicia a las 08:00 y ahora apenas son las 16:15 y el Teatro Ocampo aún está casi vacío.

La chica de la organización se acerca. Por favor, si van a tomar fotos deben instalarse en la parte de abajo.

–Pero yo no voy a tomar fotos –le digo.

La chica me mira con desconfianza.

–Supongo que se puede chatear. ¿No?

–Ah, eso se puede hacer con entera libertad.

Todos quieren estar en la ceremonia, pero la ceremonia tiene restricciones: nadie quiere que se filtre información que para la organización resulta absolutamente confidencial.

–Es para resguardar a los invitados. Entiéndeme…

Uno entiende, claro.

El semicírculo de la planta alta del Teatro Ocampo se llena lentamente. Abajo no hay nadie. Casi nadie. Los pocos cuerpos en las sillas hacen que la tribuna parezca una boca con pocos dientes. Un grupo de casi famosos se toma una foto frente al escenario. Otra chica de la organización, de colores más cálidos, bosteza. Ha dormido poco. En los últimos días gran parte de Morelia durmió poco.

–El jueves fui a la fiesta y el miércoles fui a la otra fiesta y el martes… –le dice un reportero a una chica que claramente piensa en otra cosa.

–¿Y viste a algún famoso?

Los reporteros gráficos también debaten sobre el mejor ángulo para poner las cámaras.

–Si vamos abajo nos tocará pelearnos con los camarógrafos. Pero si nos quedamos aquí agarraremos el escenario de lado. Qué hacemos.

A un lado, dos chicas debaten entre ir a la fiesta de clausura o a un antro en el cual cantara un famoso porque quieren bailar. Son verdaderos dilemas.

La concurrencia toma fotos, habla, bosteza. Un fotógrafo conversa con una chica que parece ser su jefa sobre lo simpático que resultó ser Guillermo del Toro. El fotógrafo aprueba. La chica agrega que el problema es que Del Toro es muy simpático, pero la gente que anda con él no lo es e impidió acercarse. No deberían hacer eso. El fotógrafo aprueba.

–Bueno, valió la pena… –suspira la chica.

Todos quieren ser parte de la fiesta. A pesar de los acompañantes antipáticos de Del Toro

Son las 18:48 y el teatro luce más lleno. O al menos la parte de arriba. Un fotógrafo asegura que tiene hambre. Otro concuerda. Los dos comentan que hoy ya no se repartieron los bocadillos que se repartieron durante toda la semana en la sala de prensa. Otro dice que no alcanzó a ver casi ninguna película porque se la pasó trabajando.

–Así nos pasó a varios –dice alguien–. Pero ya el siguiente año nos programaremos mejor…

Así encontró el FICM a muchos: de improviso, sin haber tenido tiempo de investigar más allá. Así también se va: de improviso, sin dar tiempo para acostumbrarse.

–Cuando empiece el evento, me despiertas –le pide al colega que lo acompaña. Detrás de él varios pensaron lo mismo: cinco reporteros duermen. O intentan hacerlo.

–Buenas tardes. Es el primer llamado –dice la voz en off. Son las 18:56.

Las chicas de atrás hablan de un arreglo floral que encargaron para el Día de Muertos.

–Es una flor a la que le dicen mota, pero no es mota…

El comentario les da tema para otros cinco minutos. Varios fotógrafos se integran a la conversación. Hay que matar el tipo en algo. Con otros colegas, para matar el tiempo, hablamos de Bolaño y de literatura.

A las 19:06 la voz en off hace el segundo llamado.

–Cuarón está haciendo algo en México –dice uno de los colegas. Habla de Neruda, de Octavio Paz, Pablo Larraín. Dice que Octavio Paz y “El laberinto de la soledad” es en realidad un refrito de Samuel Ramos. No estamos de acuerdo. Dice que quienes no conocen a Freud o a Marx pudieran pensar que el libro de Octavio Paz es original. No estamos de acuerdo. Hay que matar el tiempo en algo.

Arcelia Ramírez, que es parte de la organización, se para ante la concurrencia.

–Señoras y señores, con ustedes Arcelia Ramírez…

Arcelia da la bienvenida. Son las 19:10. Arcelia dice que es un placer compartir este evento y agradece al Gobierno del Estado, al edil de Morelia y al edil de Pátzcuaro, a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, a la Cámara de Diputados, a la Secretaría de Cultura, al Instituto Mexicano de Cinematografía y a Cinépolis. Los actores, directores, productores y organizadores agradecen. Pero en realidad aún no agradecen: eso será después, varios minutos después, porque ahora Arcelia Ramírez agradece a quienes financiaron el Festival y a quienes permitieron la logística y a todas las manos que movieron las mesas y las luces hasta a los choferes del transporte público que día con día trasladaron a morelianos y visitantes a todos los puntos de la ciudad. La premiación y ceremonia de clausura inicia. El Festival Internacional de Cine acaba. Morelia regresa a la normalidad.

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