Si se va, bronca; si se queda, bronquísima
Los senadores de los partidos opositores al PRI se la compraron toda al ex fiscal de delitos electorales, Santiago Nieto, y desde ayer (casi) todos hacen bloque, paralizaron las actividades en el Senado y buscan la mayoría simple (la mitad más uno) para restituir al mencionado Nieto en su cargo.
Está claro, pues, que a los legisladores no les interesa investigar -no, por ahora- el proceder del fiscal y las pifias que cometió en el caso de los supuestos sobornos de la empresa brasileña Odebrecht a integrantes del equipo de campaña de Enrique Peña Nieto en 2012.
Haciendo por el momento a un lado las dudas que genera el proceder de Santiago Nieto, de lo único que hay certidumbre es que los dirigentes de los partidos sólo están pensando en los comicios de 2018 y que ven la coyuntura propicia que los hará bajar o subir en sus proyecciones electorales.
En el caso de los priistas, probablemente queden condenados a la derrota en 2018 en caso de que pierdan la partida y Nieto sea restituido, ahora más “autónomo” que nunca, por lo menos del mando central de la Procuraduría General de la República (PGR).
Pero además el pleito no terminará con la reposición o no del cargo a Nieto y podría darse el caso de que el proceso electoral camine e incluso culmine sin un titular en la fiscalía encargada de perseguir y sancionar los delitos electorales.
Si se consuma la destitución, los senadores tendrán que elegir al relevo y para ello, ahora sí, requerirán de la mayoría calificada. ¿Alguien cree que se van a poner de acuerdo?
Si en cambio lo regresan a su oficina, tendremos el caso de un fiscal electoral desacreditado por su propio mando inmediato superior (el procurador que ya lo había despedido), acusado de violar las normas de la dependencia y acusado penalmente por quien era uno los implicados en los presuntos sobornos: Emilio Lozoya Austin.
Y el riesgo de que Santiago Nieto pierda en tribunales no es menor. Por el contrario.
De ese tamaño es la crisis.
Aquí se queda… ¡aquí entre nos!