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Morelia, Michoacán.- Un libro, una productora insignia del nuevo cine nacional, un director del archivo audiovisual más importante del país, y especialmente, la figura de Fernando Pérez Gavilán: elementos suficientes para entregar, en no más de 20 minutos, una cátedra del México de la última mitad del siglo XX.

Para resumirlo: en la Sala 5 de Cinépolis Centro tres especialistas ya bien entrados en la tercera edad divirtieron más a la concurrencia que varios famosos de turno.

El contexto: la presentación del libro Cinematográfica Marte. Historia de una empresa fílmica sui generis, de la investigadora Rosario Vidal. Minutos después se exhibirá Los Caifanes. La elección de la película no es causal: fue, y los historiadores del cine están de acuerdo, la que marcó el inicio de la nueva era de la cinematografía nacional.

Alejandro Pelayo habla primero. Y su introducción resulta más que aclaratoria para comprender el contexto del libro, y en consecuencia, de la época a la cual refiere. La fuente no puede ser más precisa: se trata del actual director de la Cineteca Nacional y sus miles de archivos, documentos, historias y vidas.

“En los años 60 se produjo la transición al cine mexicano que marcaría las siguientes décadas. Hasta entonces en México se hacía un cine de empresas productoras, —que no es lo mismo que los estudios cinematográficos que operaban entonces, por ejemplo, en Hollywood—. Hasta la década anterior, los 50, en México se hacía cine de géneros, comedias rancheras, películas basadas en las estrellas. Ahí inició el fin de la Época de Oro: ese tipo de películas se seguiría filmando, pero ya no tendría el mismo impacto ni la misma calidad. Así llegaron los 60.

“En los 60 se produjo el advenimiento de otro cine diferente al industrial. La idea primigenia surgió en Francia, con un par de manifiestos y la corriente llamada Nueva Ola francesa. Básicamente, escritores y críticos pasaron a la realización de películas: nombres como François Truffaut o Jean Luc Godard. De ahí el movimiento saltó a Estados Unidos, en donde John Cassavetes fue el nombre principal. Fue el inicio del nuevo cine en el mundo”.

En este movimiento, agrega Pelayo, influyó un hecho puntual: las generosas becas que los países de la órbita socialista otorgaban a los cineastas de todo el mundo.

“Si algún cineasta mexicano lograba superar la barrera del idioma y aprender, por ejemplo, algo de ruso, podía permanecer varios años bien arropado por las políticas del gobierno de turno. Y muchos lo aprovecharon”.

De ahí, insiste, surgiría la primera generación de industriales del cine con nuevas ideas: Fernando Pérez Gavilán y Mauricio Walerstein, amparados a su vez en las políticas estatales de fomento a la industria. Entonces, por primera y acaso única vez, en México fue posible hacer verdadero cine de autor al alero del financiamiento público.

“Todos esos factores se conjuntaron en Los Caifanes, como acertadamente cuenta Rosario Vidal en su libro. Y la productora que lo hizo posible fue Marte”.

La autora Rosario Vidal agrega datos que resultan una delicia para los historiadores del cine mexicano.

“Este libro tiene el mismo origen que las películas que renovaron el cine nacional: el apoyo de Fernando Pérez Gavilán. Conversando con él a raíz de otro proyecto que yo hacía entonces surgió la idea de la historia de vida de su padre, Guillermo Pérez, quien a su vez fue el primero que tuvo cines en la Ciudad de México. Don Fernando, ¿puede usted contarnos algo más sobre eso?”.


La historia en primera persona

El propio Fernando Pérez Gavilán, hasta entonces callado y hosco, toma la palabra. El resultado es una revelación, basada en vivencias en primera persona y en un conocimiento enciclopédico.

“Guillermo, mi padre, abrió su cine en 1935. Hablamos de la época en que todavía había un piano en las salas de cine para acompañar la película. En el año 1937 abrió el Bretaña, que hoy se es el actual California Dancing Club. Entonces en las matinés daba dibujos animados, a las 11 de la mañana. Nos íbamos de pinta.

“Puedo decir que nací en una butaca. A los 5 años yo recibía los boletos y después veía las películas. Y al tiempo conocí a un chavito que le pedía a mi padre entrar al cine, y mi padre le daba permiso. ¿Su nombre? Carlos Monsiváis.

“A los 8 años Monsiváis entraba gratis al cine. Iba a todas las películas, todas. Muchos años después, en una tertulia, lo vi discutir con otro amigo, José Luis Cuevas: alegaban hasta el nombre de la maquillista, el fotógrafo, los tramoyistas. Era tanta su pasión y estuvo tan cerca de ese proceso que, para quienes no se hayan dado cuenta, Monsiváis aparece en la película Los Caifanes.

Don Fernando narra por qué su productora se llamó Marte. Y de paso lanza una enseñanza que por el tamaño de quien la dice, suena a sentencia.

“Cuando Walerstein y yo fundamos Marte sabíamos que nuestros padres, poderosos en el rubro, no nos tomarían en serio. Las temáticas que abundaban eran luchadores, cabarets, comedias rancheras, estrellas como Antonio Aguilar, Demetrio González… así decidimos la guerra a la temática del cine, pero también a nuestros propios padres. Marte, porque el dios de la guerra se llama así.

“Pero ojo: ninguna guerra se puede dar desde afuera de las industrias. Para que funcione, cualquier guerra debe iniciar desde dentro…”

Rosario Vidal le pregunta cómo fue que el guión de Los Caifanes llegó a manos de Marte y del director Juan Ibáñez.

“El guión de Los Caifanes, que primero se llamó Fuera del Mundo, pasó por al menos 40 productoras, y a ninguna le interesó. Entonces quisimos comprarlo. Se lo compramos directo a Fuentes, que fue el autor. No voy a dar más detalles porque las cosas que suceden detrás de las cámaras no se cuentan…”

También hay otras historias que don Fernando, celoso de la ética, prefiere no contar.

“Hubo otra película, Patsy mi amor, cuyo argumento era de un entonces joven y famoso autor llamado Gabriel García Márquez. Ese guión estaba concebido para otro nombre clave de la industria: Arturo Ripstein. ¿Cómo se logró que quedara en manos nuestras? Esas cosas no se cuentan, sencillamente se fue dando…”

Rosario Vidal explica que para hacer el libro Cinematográfica Marte. Historia de una empresa fílmica sui generis”, se desplazó innumerables veces entre los pisos 4 y 9 de los estudios Churubusco, oficinas de Walrestein y Pérez Gavilán, respectivamente: de esas dos voces logró realizar un estudio completo que abarca miles de detalles y anécdotas. Y también, asegura, todas esas historias que don Fernando no quiere contar.

Cinematográfica Marte, Historia de una empresa fílmica sui generis se venderá desde la próxima semana en todas las librerías Educal del país. Desde ya, un libro imprescindible para los amantes del cine.

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