La inscripción de casi 80 aspirantes ‘ciudadanos’ a la Presidencia de la República ha puesto en el tapete la pertinencia de este tipo de candidaturas, y de paso ha recreado un viejo dilema: las candidaturas independientes, a la larga, o dejan de ser independientes o están condenadas a morir. Hoy, en la práctica, la única diferencia de los independientes respecto de los que no lo son estriba en que los primeros, en teoría, no responden a lógicas de partidos. Pero gobernar implica alianzas, acuerdos, avances y retrocesos diarios y permanentes: la misma lógica política que los ‘independientes’ tanto critican. ¿Son las candidaturas independientes el futuro de México? La respuesta no es fácil.

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Morelia, Michoacán.- Una exprimera dama, un gobernador en ejercicio, un senador, un periodista famoso, una representante del mundo indígena, ingenieros, doctores, profesores, empresarios líderes sociales de todo orden, una abogada exdefensora de una supuesta víctima del cantante Kalimba.

Son algunos de los perfiles que contempla el batallón que por la vía independiente busca un lugar en la cartilla electoral en la cual el próximo 1 de julio se elegirá al futuro Presidente de la República.

En 2011 la hoy expanista Wendolin Gutierrez Mejía se hizo conocida como abogada de una adolescente que acusó al cantante Kalimba de violación.

Sus intenciones, dicen, son “puras”. Queremos romper la partidocracia que tanto daño ha hecho a México. Los mexicanos están hartos del manto de impunidad, de los acuerdos por lo oscurito para beneficio de unos poco, de las promesas vagas e incumplidas como donar el dinero a la reconstrucción. Los partidos en México son la institución mas rechazada por la ciudadanía, y ante esa realidad urge hacer un cambio: los independientes somos la respuesta.

Hasta el cierre de esta edición los suspirantes a la contienda presidencial, motivados por una legislación permisiva, sumaban casi 80. En horas de la tarde del pasado domingo un total de 40 fueron aprobados, y otros 38 quedaron en proceso de revisión porque les hizo falta algún documento. El Instituto Nacional Electoral (INE) les otorgó 48 horas para que entreguen los datos faltantes.

Y mientras tanto la ley les permite, los aspirantes se acumulan y los expertos debaten. La llegada de las candidaturas independientes, azuzadas por los triunfos de Jaime Rodríguez Calderón, ‘El Bronco’, en Nuevo León; Alfonso Martínez en Morelia; Manuel Clouthier en en Sinaloa; El joven Pedro Kumamoto en Guadalajara, y José Alberto Méndez en Comonfort, Guanajuato –‘El Bronco de Guanajuato’– son una realidad. Y ante esa realidad cabe preguntarse los reales beneficios de esta nueva e incipiente estructura en la política mexicana.

¿Son las candidaturas independientes un real beneficio para la política mexicana? ¿Son las candidaturas independientes el futuro de México?

La respuesta es todo un desafío.

Expertos: luces y sombras

Las candidaturas independientes surgen del hartazgo con el “sistema político” en general. Y los datos lo avalan.

Según el académico, consultor y ex presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), Luis Ugalde, “los partidos no gozan de mucho prestigio en México: 45% de los encuestados considera que la democracia puede funcionar sin partidos políticos. Eso convierte a México en el país con mayor porcentaje que creen innecesarias a estas instituciones para sostener un sistema democrático”.

Luis Carlos Ugalde, expresidente del Instituto Nacional Elecrtoral.

En este contexto los independientes, dicen muchos ciudadanos, son la política del futuro.

Pero ser candidato independiente no es una solución mágica. Si bien el costo económico recae en los propios aspirantes (hecho que evita gastor dinero público en candidaturas que a la larga serán testimoniales, pero que a la vez inclina la balanza en favor de algunos pocos), existe el peligro real de operar en direccion contraria a la representatividad que supuestamente impulsan.

“Imaginen ustedes que mañana habrá decenas y centenas de personas queriendo ser candidatos independientes. Muchos por buenas razones, otros por la fama pasajera y otros por táctica de los partidos, que podrìan lanzar michos candidatos para así diluir el voto independiente”, dice Ugalde sobre el tema.

Ante la indefinición estructural conviene poner las cosas en la balanza. Y la balanza lo indica: las candidaturas independientes presentan ventajas evidentes.

“Un candidato independiente en teoría tiene controles institucionales bajos”, dice dice el politólogo Víctor Alarcón Olguín. “Su agenda de alianzas es más pragmática, es decir, tiene más posibilidad de incorporar a gente de muy diversos orígenes. Tiene una mayor espontaneidad, es decir, es más del agrado de la población, su base social está más cerca de la población. Pasa de ser un opositor testimonial a un opositor capaz de generar una alternancia.

“Y, desde luego, depende regularmente de recursos propios. A menos que sea un disidente, el candidato independiente generalmente es una figura pública –con recursos propios–, pero no un político profesional, lo cual le genera la confianza del electorado. Por eso tenemos deportistas, presentadores y otros candidatos propuestos por los partidos que comparten el escenario político con estos disidentes”.

Ugalde concuerda con esta visión.

“Estoy a favor de los candidatos sin partido: son un complemento saludable del sistema actual, elevan la competencia y algunos de ellos pueden resultar buenos gobernantes. Aunque su tasa de éxito sea baja, porque tienen menos recursos para competir y porque hay desconfianza sobre su existencia, su participación en campañas puede enriquecer enormemente el contenido del debate y obligar a los partidos a seleccionar mejor a sus candidatos”.

Pero las desventajas también están a la vista. Y no son menores.

“La gente critica a los independientes su pragmatismo” asegura Ortiz. “No queda claro cuál es su ideología: pueden hablar de todo y de nada. ¿Qué proponen más allá de la retórica de los grandes conceptos y las grandes demandas? También está su falta de perdurabilidad: se presentan en una elección y si no logran entrar en el umbral de la votación requerida, desaparecen tan rápidamente como aparecieron o tienen que reciclarse en algún otro tipo de participación política.

“Muchos, además, son arribistas, inexpertos, no son profesionales, no conocen el tema de la política, son amateurs. ¿Que nos van a decir los independientes a nosotros, políticos profesionales, sobre cómo hacer las cosas?”

Ugalde respalda el comentario.

“Si los candidatos independientes carecen de experiencia porque precisamente no son políticos profesionales, ¿por qué habrían de hacer mejor las cosas que los políticos de tiempo completo?”

La paradoja es evidente. Roberto Castillo, miembro de Wikipolítica CDMX, resume el punto en una frase aún más lapidaria:

“Muchos independientes sólo son independientes de los partidos, pero no de otros grupos de interés…”

‘Si ganamos, ¿qué hacemos…?’

Los candidatos independientes irrumpieron en 2013 con discursos contra los partidos políticos. Desde entonces los números muestran resultados mixtos. En 2016 y 2017 los números que avalan  esta figura fueron poco significativos, pero, según los analistas, en 2018 podrían capitalizar parte del voto de castigo contra el PRI.

Pero ganar es el primer paso. Después viene la política en serio.

“El reto principal de un candidato independiente, si gana, es saber cómo se institucionaliza”, asegura Ortiz. “Como en el viejo chiste de Cuauhtémoc: y si ganamos… ¿Qué hacemos? En ese ‘qué hacemos’ está el siguiente reto: o adoptar las mismas formas institucionales que critica, o iniciar todo un proceso de cambio y ruptura, de introducción de nuevas reglas de competencia, de visión, de proyecto de gobierno, etc”.

Y los procesos de ruptura política, dice el mismos experto, tienden a perdurar poco y desparecer en el camino.

“Los candidatos independientes, por más que se presenten como sociedad civil, han enfocado una falsa línea de debate en relación con los partidos políticos: éstos también son formas de representación ciudadana. Una cosa es que éstos hayan sido la forma privilegiada para encausar la participación política, y otra que hayan dejado formar parte de la sociedad.

“También son ciudadanos los miembros de los partidos políticos. Por eso me parece que hay un falso debate en México de atribuir todas las desgracias nacionales a los partidos políticos, cuando en realidad han sido la única opción de acceder a mecanismos de rechazo o de denuncia o de modificación de las políticas estatales”.

Luis Carlos Ugalde concuerda.

“Se ha construido una fantasía de ‘lo ciudadano’ como solución a los problemas de ‘lo político’: que los candidatos sin partido son pulcros, honestos y bien intencionados; mientras los políticos de los partidos —habitantes de otro planeta— son corruptos y malsanos por naturaleza. Bajo esa visión, la solución a nuestros problemas sería simple y llanamente que los ciudadanos nos gobiernen y los políticos profesionales se vayan a sus casas. Una solución que me recuerda aquel simplismo, que todavía se repite, de que sacar al PRI de Los Pinos traería integridad y prosperidad a México de forma instantánea”.

Para ambos expertos el debate actual, que básicamente afirma que los partidos políticos son la suma de los males de México y los candidatos ciudadanos la panacea, está mal enfocado.

“Lo que debe criticarse no es la figura de los partidos políticos (…) sino la forma en que los partidos políticos han ejercido sus prerrogativas en México”, sostiene Ortiz.

La panorámica anterior constituye una alerta generalizada y casi sitúa a los candidatos independientes al mismo nivel negativo que a los partidos. La pregunta es: ¿existe alguna manera de que las candidaturas ciudadanas escapen a esa aterradora lógica?

Regular es la clave

Para Ugalde, la clave para configurar candidatos –y eventualmente políticos– independientes está en la regulación y la vigilancia. El experto, incluso, propone cifras, las que concuerdan con lo que existe en México.

“Para aprovechar las ventajas de las candidaturas independientes y reducir sus riesgos, debemos regularlas bien. Para ello se requiere que el número de firmas para obtener registro sea razonable para garantizar el derecho en la práctica pero evitar el oportunismo (menor a 1% del padrón electoral para la candidatura presidencial y menor a 2% para gubernaturas y puestos legislativos); que las modalidades de recolección de firmas se ajusten a la capacidad operativa y de recursos de los aspirantes que carecen de la maquinaria de un partido; que las fechas de registro dificulten que los políticos partidistas utilicen esta vía cuando sus partidos les hayan negado una candidatura; y que el financiamiento de los candidatos independientes sea mixto: una porción significativa de carácter privado y otra por medio de reembolso sólo para quienes hayan superado cierto umbral de votos”.

El Bronco aseguró que si las cifras lo avalan irá por la Presidencial. “Mo voy a invitar a ningún político, quiero ir a buscar a la sociedad”.

Concuerda Ruth Zavaleta, maestra en Derecho Constitucional por la UNAM, quien en enero de 2013 advertía que “resulta vital que el Congreso no descuide el tema y convoque a los ciudadanos para que participen y expongan sus opiniones sobre cómo formular los mecanismos de ejecución y para formalizar ‘candados’ con el fin de que los partidos políticos no caigan en la tentación de enviar a sus militantes a cubrir las posiciones en las candidaturas independientes”.

Sin embargo, a la hora del balance las conclusiones son evidentes: un candidato, por muy ciudadano que sea, cuando gana una elección se convierte en uno más de esos políticos profesionales que tanto se critican durante los tiempos de campaña.

“Hay un dicho popular y sarcástico”, sentencia Ugalde: “sólo hay algo peor que un político profesional, y es un político improvisado. Y para que los independientes no sean improvisados, debemos exigirles tantas cuentas como a los políticos partidistas”.

Y esa rendición de cuentas, esa gestión política y administrativa, ese ingreso forzoso en las reglas del juego, automáticamente convierte a los “nuevos” políticos independientes en “viejos” políticos profesionales.

“Que los partidos sean desconfiables y abusivos no significa que los gobernantes de la llamada sociedad civil se comportarán siempre de forma íntegra y eficaz en el poder”, detalla Ugalde. “Dicho de otra forma: quien aspira a un cargo político, aun al margen de un partido, es un político. ¿Por qué habría de comportarse de manera muy diferente?”

Alfonso Martínez es uno de los iconos de las candidaturas independientes a nivel nacional; sin embargo, en la alcaldía de Morelia su círculo más cercano está compuesto por varios expanistas.

Ortiz aporta otro factor: hasta el momento en México los candidatos independientes no lo son realmente, dado que en su mayor parte tienen un pasado partidista activo. Casos emblemáticos son Javier Rodríguez calderón,. ‘El Bronco’, de pasado priista; Alfonso Martínez, hoy edil de Morelia de largos años de militancia en Acción Nacional; o, más elocuente aún, Margarita Zavala, la esposa del primer presidente panista de la historia de México hoy reconvertida en “ciudadana”. Y esa, en México, ha sido una constante:

“En los sistemas en proceso de apertura como el nuestro”, añade Ortiz, “el candidato independiente ha sido por lo general una figura pública, reconocida, a partir del cual las organizaciones políticas y los ciudadanos empiezan a incorporarse a su alrededor. Fueron en el pasado los casos de Cuauhtémoc Cárdenas, que rompe con el régimen oficial pero siendo un líder ya establecido; Porfirio Muñoz Ledo, o más recientemente de Manuel Camacho Solís”.

La historia y el presente lo señalan: hay que observar con escepticismo la idea de que los candidatos independientes serán la solución parta los problemas estructurales de la política en México. La arremetida de independentistas modernos en los últimos años ya arroja conclusiones: la ventaja comparativa que tienen los políticos independientes es, al mismo tiempo, su gran falencia. Hoy, en la práctica, la única diferencia que los independientes respecto de los que no lo son estriba en que los primeros, en teoría, no responden a las lógicas de los partidos. Pero gobernar implica alianzas, acuerdos, avances y retrocesos diarios y permanentes: el mismo juego político que ellos tanto critican y dicen despreciar.

Es la tragedia que envuelve  a los modernos independentistas: su independencia depende de factores que no pueden controlar. Es la paradoja de los nuevos tiempos de la política en México: las candidaturas independientes, a la larga, o dejan de ser independientes o parecen condenadas a morir.

Fuentes:

www.elfinanciero.com.mx

www.excelsior.com.mx

http://jherrerapena.tripod.com/ponencia4.html

http://www.nacion321.com/elecciones/el-casi-imposible-camino-de-los-independientes-a-la-presidencia-en-2018

https://lasillarota.com/nacion/por-que-fracasarian-los-candidatos-independientes-en-2018/181840

https://www.facebook.com/luis.c.ugalde/

 

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