Texto y fotos: ACG
Oaxaca, Oaxaca.- Juchitán, localidad de Oaxaca, la más afectada por el terremoto de 8,2 que azotó a gran parte del país, se encuentra aún conmocionada. Las réplicas continúan, y el miedo sigue. Al recorrer sus calles se siente el ritmo acelerado. Quieren superar la tragedia. Pero alrededor quedan muchas casas dañadas y a punto de derrumbarse. Hasta el más grande de sus edificios puede verse tambalear.
Pero los problemas se agudizan. Los robos a las casas deshabitadas no se han hecho esperar. El riesgo permanece luego de que muchos ya perdieran su único patrimonio. La desesperación y los balazos nocturnos están en todas partes. Se oyó la última noche cerca de la estación de Bomberos, junto a los Topos. Es el punto de partida y llegada.
Les acompañan los estudiantes de la Facultad de Ingeniería Civil de la UMSNH, que trajeron víveres. Como pueden aportan apoyo a la evaluación de daños de las estructuras. Todos duermen en el suelo. Afuera de la estación ningún edificio es seguro. Y mientras tanto, continúan las réplicas.
Entre los Topos hay dos michoacanos, Miguel Ángel Nava, “Jalecillos”, y Jesús Efraín Rubio, “Efra”. Este último es el líder de su equipo. Llevan una semana en Juchitán evaluando daños, ayudando, rescatando, tumbando. Efra recuerda que desde niño se impuso la tarea de ayudar.
Los Topos, son voluntarios muy apreciados por la población, que sabe que llegaron aquí con recursos propios. “Las casetas se tienen que pagar aunque venga uno a ayudar”, comenta Efra, entre risas, con otros compañeros. Los niños los despiden con abrazos, fotos y saltos.
En Juchitán la ayuda aún no llega a todas partes. Hay zozobra, hay caras de tristeza.
Adelina Santiago Robles pide ayuda a los Topos para sacar el resto de sus cosas de una casa, ya a punto del derrumbe. Junto su familia duerme en el patio.
En otra casa en el centro, totalmente derrumbada, una mujer avisa que ahí murió una señora que vivía sola. No alcanzó a salir.
La profesora Arnulfa Pineda Paz permanece sentada en el portón de su casa con pocas pertenencias. Esa casa, que se encuentra en la primera sección, está llena de grietas y cuarteaduras. Su hijo entra y saca pertenencias. Ella le grita que no tarde: una réplica sería mortal. Es la casa de toda su vida, dice. Ahí también vivieron sus padres.
En la Presidencia Municipal el impacto del temblor es visible. Todos miran con sorpresa. Señalan el reloj, esperan a que les repartan los zapatos que han quedado dispersos en las zapaterías entre los portales. Hay jaloneos, pero inmediatamente todo vuelve a la calma.
Juchitán aún no se reconstruye. Para eso faltan días. Por ahora una necesidad es más urgente: sobrevivir.