PARTE 3 DE 3

Izquierda, un problema estructural

Durante años la Ciudad de México fue la fortaleza electoral de los perredistas. Ahí tuvieron cuatro victorias consecutivas: Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera. Dos décadas, cuatro gobiernos, y un solo partido en el poder.

Pero al finalizar esas dos décadas el PRD también se vería envuelto en crisis como la salida de AMLO y Cuauhtémoc Cárdenas, las fallas en la línea 12 del Metro que destaparon un escándalo de corrupción del cual mediáticamente resultó responsable Marcelo Ebrard, la desaparición de 43 normalistas en Ayotzinapa cuya responsabilidad recayó en el edil perredista José Luis Abarca y la deuda de 29 mil millones de pesos que heredó Leonel Godoy en Michoacán.

Para muchos, los avances son indesmentibles. “Independientemente de los errores, el PRD fue muy congruente y muy consistente en impulsar una agenda de derechos que sin duda son importantes para una población tan cosmopolita como esta”, asegura Horacio Vivas, doctor en Ciencia Política de la Universidad de Belgrano.

Sin embargo, las visiones menos optimistas son las más frecuentes.

“El balance es difícil de sintetizar”, dice Armando López Leyva, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM y doctor en ciencias sociales, al portal a www.altonivel.com.mx. “Cada jefe de Gobierno fue diferente y en sus cuentas hay réditos y deudas. Entre otras, la corrupción y el corporativismo que la capital heredó del PRI. El perredismo prometió desmontar ese entramado y, por el contrario, terminó aprovechándose de él para tejer sus propias redes de clientela y control políticos”.

Otros analistas mantienen un tono similar. “Los ciudadanos de la capital han expresado su confianza en los gobiernos de izquierda, mediante el voto mayoritario. Pero a estos les falta corresponder en temas tan sensibles como la corrupción. Contra ésta no han podido avanzar lo que se esperaba”, afirma el ex consejero electoral Eduardo Huchim.

El análisis más global arroja visiones similares. Para los expertos como Julio Castillo López, la izquierda en México “siempre ha sido un movimiento que empieza en lo social y acaba en lo cupular… Han existido izquierdas auténticas, pero las suelen cooptar desde el poder o bien compran un proyecto de unidad que se vuelve de todo menos de izquierda”.

Entre los puntos que el autor exhibe para sustentar su teoría están: que cuando el PRD se formalizó como partido casi ninguno de los personajes reales de izquierda se quedó; que los izquierdistas que gobernaron la ciudad de México, a excepción de Encinas, eran ex priistas o serían priistas, y apartidistas: Cárdenas, Robles, López Obrador, Ebrard, Mancera; que ni el PRD ni Morena representan hoy a la izquierda, el primero por no ser ideológicamente congruente y el segundo por ser un partido unipersonal con una ideología que incluso podría ser más identificada con la derecha con la izquierda…; que México ha sido un país en donde el espectro político ideológico se ha visto siempre tergiversado, principalmente por el PRI que ha recorrido completo el espectro ideológico desde una extrema izquierda hasta una extrema derecha; que la izquierda auténtica en México no ha sido representada por el PRD ni Morena, sino por los viejos líderes que realmente tenían in ideario de izquierda…

Esa es la clave, según el autor, de la falta de identidad que hoy lacera el PRD. Y cita los nombres. En sus primeros tiempos el partido aglutinó líderes como Ifigenia Martínez, Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Gilberto Rincón Gallardo y Amalia García; más tarde sus principales adalides fueron gente como René Bejarano, Andrés Manuel López Obrador, Dolores Padierna, Julio César Godoy, José Luis Abarca, Iris Vianey Mendoza…

Heberto Castillo
Heberto Castillo

 

“Hace tiempo que el PRD debió desaparecer” diría en 2017 la multipremiada periodista Sanjujana Martínez. “La urgencia de una refundación obligaban a terminar con ese partido convertido en botín de unos cuantos líderes corruptos y sin escrúpulos como Jesús Ortega y su tribu de los Chuchos o René Bejarano, Dolores Padierna y su tribu. A ellos no les interesa el bien de México ni mucho menos el bien de los ciudadanos. A ellos lo que verdaderamente les importa es seguir ostentando el poder a cualquier precio, incluso vendiendo su alma al diablo…”.

El sol ya no alumbra igual que antes.

El sol cambia de color

Varios expertos afirman que la salida de liderazgos políticos y la desbandada en apoyo a López Obrador (Morena) son el resultado de las peleas por los espacios surgida desde las distintas corrientes. Ello es una muestra, aseguran, de que el PRD de hoy está bastante lejano al espíritu del de los primeros tiempos.

“Hay una crisis en el PRD, que se acabó de decantar a partir de la fractura que representó la creación de Morena y las disputas en los procesos electorales de 2015 y 2016. Morena poco a poco ha ido vaciando al PRD, que tiene una crisis que se ha agudizado”, dice Alberto Aziz Nassif, profesor del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). “Morena ha crecido y no tiene el problema de las tribus que el PRD tiene desde su creación. El PRD conservará su registro, pero se convertirá en un partido pequeño y cambiará de lugar como figura participativa en la política dependiendo de cómo actúe en 2018”.

El doctor en Ciencia Política por el Tecnológico de Monterrey, Gustavo López Montiel, coincide. “La perspectiva que veo para el PRD es que llegue a ser la cuarta fuerza política nacional del país. Podría llegar a ser un partido pequeño con deudas enormes y eso mermaría su capacidad para hacer campañas. Por lo que hemos visto, se prevé que reduzca su capacidad electoral y dispute con Morena el cuarto lugar en preferencias”.

La desbandada, afirma, surgió tras la lucha por la captura de espacios por las corrientes de opinión. “Como el PRD se reduce, ve mermada su votación, pierde estados en los que ha estado por debajo de 3% de la votación. Ha estado perdiendo capacidad de triunfo electoral, eso hace que las posibilidades sean para aquellos que ocupan las dirigencias. Ante ello, muchos grupos que no se ven con tantas capacidades tienen que buscar en otros partidos. En 2018 el PRD no perderá su registro, pero sí perderá fuerza”.

Víctor Manuel Alarcón Olguín, investigador de procesos políticos de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), es más moderado. Asegura que la transformaciòn del PRD es algo que ocurre a todos los partidos. “No es en especial de un solo partido, sino de otros institutos en los que se buscan espacios para competir en las próximas elecciones. El PRD podría obtener entre 5% y 7% de la votación y pelear el cuarto lugar nacional; no es una crisis, sino procesos de ajustes naturales que todos los partidos tienen. Crisis sería si el partido pierde el registro u otros temas con los que no haya forma de rescatarlo. El PRD aún puede ser un actor importante y fundamental en 2018”.

El candidato a la gubernatura de Michoacán, Cristóbal Arias Solís, afirma que el PRD se acabó y está cerca de convertirse en “un partido satélite del PAN o el PRI”. Su comentario, sin embargo, no carece de sesgo político: él es uno de los que renunció para irse con López Obrador, lo que lo convierte, en la práctica, en uno de los enemigos naturales del perredismo a la hora de acaparar al electorado de izquierda.

Y mientras tanto, los años del esplendor perredista parecen haber quedado atrás. El partido que entre 2000 y 2010 llegó a gobernar 410 municipios, lo que representaba unos 27 millones de habitantes, hoy solo conserva 350; y de gobernar Ciudad de México, Zacatecas, Michoacán, Baja California Sur, Guerrero, Puebla, Chiapas y Oaxaca (estos y tres en alianza con el PAN) hoy apena conserva Michoacán, Tabasco, Ciudad de México, Morelos, Durango, Quintana Roo y Veracruz. De los 123 diputados federales que llegó a sumar, y que lo convirtieron en la segunda bancada más fuerte después del PRI, hoy sólo tiene 56. Finalmente, tras la salida del senador Miguel Barbosa Huerta la bancada senatorial se redujo de 22 a ocho integrantes. En tanto, las tribus —algunas de ellas surgidas desde los primeros tiempos, otras en el futuro acomodándose a las circunstancias— convirtieron al partido, a nivel mediático, en una permanente pugna por las cuotas de poder.

Hasta marzo de este año las principales eran seis: Nueva Izquierda (NI), liderada por Jesús Ortega Martínez y Jesús Zambrano Grijalva, conocidos coloquialmente como “Los Chuchos” y que aún ocupan la mayoría de la estructura burocrática del partido; Alternativa Democrática Nacional (ADN), con mayor presencia en el Estado de México de la mano del senador Héctor Miguel Bautista López, y segunda en importancia en el partido según el número de consejeros; Izquierda Democrática Nacional (IDN), del hoy renunciado René Bejarano; Frente Patria Digna, calificada como una unión de distintas expresiones con líderes como Gilberto Enzástiga y Carlos Sotelo; Foro Nuevo Sol, conocidos como “Los Amalios” al ser fundada por Amalia García, hoy vinculada al gobernador de Michoacán Silvano Aureoles; y Vanguardia Progresista, cuyo líder es Héctor Serrano y con nexos con Miguel Ángel Mancera.

“Las tribus fueron un mal congénito del PRD. Hubo un tiempo que pareció que podrían ser sanas manifestaciones de diversas posiciones políticas, de una democracia interna, pero no tenían base en la ideas, no era una cuestión teórica, sino una situación cruda de lucha por cuotas de poder y lucha clientelar entre ellas”, explica la especialista María Eugenia Valdés.

Y los líderes parecen conscientes de ese conflicto interno.

“En la actualidad”, dice la presidenta nacional Alejandra Barrales, “no se trata de recuperar la capacidad de acción política, sino la confianza de la gente, el papel de la izquierda histórica del país”. El problema, concluye, es más de vocación que de estrategia.

Luz María Beristain Navarrete, una de las senadoras perredistas que renunció a la bancada, considera que en el PRD hay de nuevo un reacomodo de fuerzas. “Tiene que ver con las afinidades políticas; queremos seguir unidos con los compañeros que antes estaban en el PRD, porque es esencial generar que la izquierda se amalgame, se una. Todos sabemos que la izquierda unida sí podría dar una pelea real y acceder a la posibilidad de gobernar el país, pero si seguimos dividiéndonos no”.

Armando Ríos Piter, hasta hace poco Senador perredista y ahora independiente, reconoce que el Sol Azteca “se sigue haciendo chico, se está desgranado. Fue desde que el poder se concentró en el interés de las cúpulas de las tribus, sin consolidar una visión colectiva de proyecto. Es preocupante porque se va perdiendo un proyecto alternativo de nación que fue el PRD, sin consolidarse uno nuevo en la izquierda, porque Morena es una especie de comité de campaña de un personaje”.

La secretaria general, Beatriz Mojica Morga, expone que el principal reto es pasar de una visión de caudillos a una visión institucional. “Al partido no lo hacen los grandes nombres o personajes históricos”.

Ángel Ávila, presidente del Consejo Nacional perredista, afirma que el desafío es, primero, demostrar vigencia por sobre Morena. “Con la división de la izquierda el reto para el PRD es mayor. AMLO y Morena dividieron a la izquierda, y ahora la tarea del PRD es concretar la hegemonía con un mejor programa que Morena”.

Camerino Márquez, secretario de Organización del PRD y portavoz de la corriente Alternativa Democrática Nacional (ADN), afirma que pese a los logros —favorecer a las minorías, a las mujeres, la diversidad sexual y la despenalización de la marihuana— el reto actual para el PRD es superar la crisis de imagen en la que está sumergido y retomar los ideales de izquierda. “Debemos retomar el partido que ofrecimos en 1989, un partido al servicio de la sociedad y transparente”.

Vladimir Aguilar, uno de los líderes de Foro Nuevo Sol, enfatiza que a pesar de su legado el sol azteca debe quitar de la dirección nacional del partido las visiones sectarias, “empezando por la presidenta nacional, Alejandra Barrales. Hay una mayoría artificial que quiere imponerse en la dirección del partido y decidir la ruta rumbo a 2018, olvidando y traicionando los principios democráticos que nos dan origen e impidiendo que se elija abiertamente al próximo líder nacional”.

Carlos Sotelo, secretario de Asuntos Municipales y líder de la corriente Patria Digna, asevera que el mejor esquema para el partido sería cortar la línea colaboracionista con el régimen, “que desde hace algunos años domina al partido. Desde 2008 se ha abandonado la línea contra el régimen”.

Finalmente quedan las palabras que más pesan: las del propio caudillo, el líder moral.

“Esperé mucho tiempo que al menos se abriera un debate interno”, diría Cuauhtémoc Cárdenas al momento de su renuncia, “(pero) la respuesta de las dirigencias fue el silencio. Ningún cambio en los mecanismos de toma de decisiones al interior de la organización. Por el contrario, en sucesivas reformas estatutarias fue consolidándose el sistema de cuotas y pesos relativos para tomar decisiones y abrir a partir de ellos las oportunidades de participación en procesos internos o externos a los propios miembros del partido.

Lo dice Cárdenas: la audaz democracia, algo experimental pero efectiva, que fue el sello de los primeros tiempos se convirtió en cuoteos, miopía, oportunismo o autocomplacencia.

“Ante la disyuntiva de correr el riesgo de compartir responsabilidades de decisiones tomadas con miopía, oportunismo o autocomplacencia, en las que no haya tenido cabida la autocrítica, he preferido correr el de recibir críticas y optar por decidir de acuerdo a los principios que he sostenido y me han servido de guía en mi comportamiento público y privado…”.

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Los analistas, incluyendo los propios miembros del partido, coinciden: el futuro del PRD no es promisorio. No, al menos, a la hora de conservar el ideario que le dio vida. La alianza electoral firmada el domingo 3 de septiembre, que le permite buscar la creación del Frente Amplio Democrático con el PAN, le permitirá, gozar de salud electoral; pero a cambio supone inevitablemente una nueva ruta ideológica, o al menos táctica y estratégica. El PRD, al menos la visión integradora e integrista de izquierda como los mexicanos lo conocían en su origen, muere hoy de muerte natural. El viejo sol, ese que se autodefinía como organización de izquierda, democrática y progresista, que lucha contra el neoliberalismo, que desarrolla una crítica al capitalismo que es un sistema de explotación, dominación y opresión, en la perspectiva de lograr una nueva sociedad igualitaria, libertaria e incluyente, sobre bases de respeto recíproco de la diversidad, funcionamiento democrático y unidad de acción, da hoy paso a nuevos soles.

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