Contra lo que dice en sus videos, Andrés Manuel López Obrador luce más que incómodo ante la posibilidad de que PAN y PRD se pongan de acuerdo y construyan el frente amplio, con cuya bandera contenderían en la elección presidencial de 2018. El tabasqueño cruza los dedos también para que el PRI se divida, rompan filas y disciplina sus militantes y no halle remedio para sus males.

En los términos beisboleros que tanto le gustan: sus números dicen que el tabasqueño no es precisamente un gran fildeador. Con frecuencia se desubica y pierde de vista la pelota. En el jardín central, de plano, es un desastre.

Pero en fin. Será una semana que puede acelerar el ritmo y la toma de decisiones de los futuros contendientes electorales. Las miradas de los probables frentistas también estarán puestas en la Asamblea Nacional del PRI.

Porque si López Obrador apuesta a la explosión de la dinamita tricolor; entre los probables frentistas será mucha la presión en el caso que el priismo no sólo no estalle, sino que salga fortalecido de su asamblea. Cosa que tampoco puede ni debe descartarse.

Perredistas y panistas saben que un priismo reagrupado, unido y sin grandes resentimientos internos será altamente competitivo, difícil de vencer por las buenas o por las malas. Lo sabe también López Obrador, que debe intuir además que el eventual acuerdo en el Revolucionario Institucional, será un acicate para los coalicionistas.

Así es: la asamblea priista puede ser el aguijón que estimule a los frentistas. De muy poco les puede servir jugar separados frente a un PRI fortalecido internamente y ante un López Obrador puntero de las encuestas.

En esa ruta, el de Macuspana tendrá que olvidarse de los jardines y convertirse en un eficiente shortstop, porque un escenario con frente amplio y priismo aceitado no estaba contemplada en la estrategia del juego.

Se juega la primera entrada. El pitcheo -como siempre- será la clave.

Aquí se queda… ¡aquí entre nos!

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