Foto: Milenio

Se acercan las elecciones federales de 2018 y algo verdaderamente espectacular deberán hacer los gobiernos federal y estatales para evitar que los temas de la inseguridad y la violencia dominen e incluso manchen las campañas, que no serán pocas y, por lo mismo, de alto riesgo.

El crecimiento de los niveles de violencia y de enfrentamientos armados son asunto de todos los días en el país; el número de homicidios es alarmante -88 diarios, según el reporte oficial-, y el tipo de armamento que están usando los presuntos delincuentes supera y hace que se vea inofensivo cualquier informe o estudio que se haya hecho sobre cómo se han descompuesto las cosas en México. Sí, así de grave.

Sí, ya no sólo estamos parados frente al riesgo de que las organizaciones criminales pretendan incidir en las candidaturas y el rumbo de los resultados en las urnas; ahora el riesgo es mayor: la violencia en las campañas. Y podría darse el caso -nada honroso- de que el de 2018, sea el proceso electoral más violento en la historia del país.

Paralelamente, gobiernos, partidos y órganos electorales deberán estar muy atentos a la “base social” con que cuentan los grupos delincuenciales por prácticamente todo el territorio nacional. ¿Cuantos narcovotos tendrán que contarse?

Ejemplos son muchos, pero recientes y de alta difusión en medios ahí están los huachicoleros de Puebla y la tumultuosa despedida que se le dio en su entierro al considerado jefe del cártel de Tláhuac, Felipe de Jesús Pérez Luna, “El Ojos”.

Lo que se ha visto en Puebla y lo que se observó y escuchó ayer en las calles de la delegación Iztapalapa de Ciudad de México en el cortejo fúnebre de “El Ojos” son una nueva llamada de atención.

“¡Se ve, se siente, Felipe está presente!”, gritaban los dolidos seguidores de Pérez Luna. Cientos, recogieron todas las crónicas periodísticas.

Y no eran vítores a un precandidato. ¿Están viendo o no ven? ¿Escuchan?

Aquí se queda… ¡aquí entre nos!

 

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