Madrid, España.- Pedro Almodóvar nunca había ganado un premio Platino ni había participado en la ceremonia de los galardones del cine iberoamericano. Así que nunca había hablado desde el escenario de estos premios. Con el trofeo a la mejor dirección en la mano por Julieta, y tras empezar las dedicatorias recordando al montador José Salcedo -que ha editado todas sus películas- y a sus colaboradoras Lola García y Bárbara Peiró, recordó que su película habla de una hija que un buen día decide desaparecer, y del dolor que deja atrás. Y entonces cambió el tono de su voz: “Modestamente me gustaría dedicárselo a los cientos de miles de familias que siguen buscando a sus desaparecidos durante la Guerra [Civil]. Cuando ustedes oigan eso de que abrir las fosas y encontrar a los muertos es abrir heridas, no les hagan caso: es cerrarlas y acabar por fin con nuestra maldita Guerra Civil”.
En la sala de prensa, y a pregunta de EL PAÍS, explicó algo más la dedicatoria: “No lo había pensado. Pero el escenario tiene eso, yo me dejo llevar… Julieta habla de una desaparición, y este es otro tipo de desaparición, que sigue estando presente en nuestro país. En el último mes hemos visto noticias y reacciones sobre fosas que se han abierto después de 80 años. A mí es un tema que me hubiera gustado tratar en alguna película, pero no me ha salido el guion adecuado. Así que hablando de ausencia y desapariciones conecté con todas estas familias. Es un tema muy importante en nuestro país. Y me parece de solución sencilla, que no implica ninguna dificultad ni nada de eso. A mí me toca especialmente. Puede que el tono de la gala no tenga que ver con mi discurso, aunque de verdad que no es una reivindicación política, es una reivindicación de carácter meramente humano”.
Durante años, y puede que se refiriera como uno de esos guiones que no llegaron a buen puerto, Pedro Almodóvar tuvo los derechos cinematográficos de Decidme cómo es un árbol, las memorias del poeta Marcos Ana, que estuvo encerrado en prisiones franquistas durante 23 años. En aquel tiempo, el cineasta contaba: “Mi filme empezaría con Marcos Ana saliendo de la cárcel en el 1961. Según él mismo confiesa era un niño de 42 años que se da de bruces con la libertad, en el Madrid de principio de los 60. La experiencia física fue durísima, sus sentidos no están acostumbrados a los espacios abiertos y extensos, ni a la luz, montar en un vehículo le provocaba vómitos. Tampoco está acostumbrado a la presencia de las mujeres jóvenes. Le atraen enormemente pero reacciona como un niño”.
Fuente: El País