Porque es un político profesional que dirige un partido; porque quiere ser presidente y jefe de Estado, y porque vive del financiamiento público (casi 914 millones de pesos a su Morena de 2015 a 2017) Andrés Manuel López Obrador es, en los hechos, uno más de los tantos que con recursos públicos buscan el voto ciudadano; no es un un dios incuestionable.
La intolerancia de López Obrador hacia la prensa o los periodistas que no lo apoyan o le publican como a el le gusta es bien conocida. Hasta quienes son sus partidarios o simpatizan con su propuesta política lo saben; si no lo dicen, es por miedo a la represalia. Tienen el mismo método para esconder o maquillar su miedo al líder: la victimización. La primera gran víctima, por supuesto, tiene nombre y apellido.
Nadie puede cuestionarlos. Ni siquiera dudar. Pero toda su furia se desata si de plano se les crítica o no se les cree. En el caso de los periodistas, para no ser “vendido”, ni “calumniador” ni estar al servicio de la “mafia en el poder”, tienes que creer y avalar todo lo que diga Andrés Manuel. De verdad, pareciera que es un pecado no hacerlo.
Como político profesional que es, sin duda son muchos los méritos del tabasqueño y su historial puede ser más o menos reconocido; su trayectoria, desde aquellos “éxodos por la democracia” que realizó cuando aspiró a gobernar su estado natal —allá, a principios de la década de los noventa— ha seguido una sola línea. Es un hombre que disfruta el poder político y busca los poderes públicos.
Por eso mismo, porque es un profesional que vive de la política, ha sido gobernante, dirige un partido —ahora es Morena pero ya antes había dirigido al PRD (1996-1999)— y quiere ser presidente y jefe de Estado, es sujeto del escrutinio, del análisis, la observación y las preguntas de los periodistas, aún de los que a él no le gustan o le incomodan.
Andrés Manuel no puede pedir apoyos incondicionales, ni para él ni mucho menos para los candidatos que presenta su partido —que por cierto siempre los escoge él y sólo él—. Y volvemos a lo mismo: pareciera un pecado no rendirse ante ellos.
Andrés Manuel se enfurece cuando se le señala de intolerante. Pero no se da cuenta que no es un calificativo… Es una descripción en su caso. Una forma de ser.
Para no andar con rodeos: López Obrador es, en el trato con la prensa y con quienes no piensan como él y lo respaldan sin condiciones, tan igual o peor que sus colegas políticos de la mafia en el poder que tanto critica.
Hasta que no se demuestre lo contrario, Andrés Manuel Lopez Obrador, ciertamente, no es corrupto. Y vive, como diría, en la “austeridad juarista”. Sí, lo que quiera. Pero vive del dinero público… que por cierto no es poco el que recibe su partido: 97 millones 500 mil pesos en 2015; 416 millones 500 mil pesos en 2016, y 400 millones que recibirá este año.
Es decir, al cierre de este ejercicio, Morena habrá recibido 913 millones 900 mil pesos en financiamiento público, suficiente cantidad, además, como para que su máximo líder muestre un poquito de tolerancia. Y que ya no se enoje tanto, que muy bien le ha ido.
¿Pero qué tanto es poquito? ¿Y qué poco puede ser mucho?
Aquí se queda… ¡Aquí entre nos!
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