Santiago, Chile.- Los más de 30 muertos que han cobrado las últimas manifestaciones contra el régimen de Nicolás Maduro, que esta semana anunció el retiro de su país de la OEA, son los signos más evidentes de la profunda crisis política, económica y social que afecta a Venezuela. Pero hay otros efectos, menos visibles quizás, que los venezolanos viven día a día y que han trastornado dramáticamente su actividad cotidiana.
La más evidente es la dificultad para encontrar alimentos. Una situación que la propia FAO advirtió en su Reporte Global de Crisis Alimentarias 2017, donde señala que el “empeoramiento de la situación económica en Venezuela puede causar una fuerte escasez de bienes de consumo, incluyendo comida y medicina”. Una realidad que bien conoce el periodista venezolano Hugo Prieto, quien asegura que el índice de escasez, tanto en alimentos y medicinas, “es superior al 80%”.
Esta situación, relata Prieto, lo obliga a recurrir al “bachaqueo”, que no es otra cosa que el mercado negro. “Recientemente recorrí una distancia de cinco kilómetros para comprar dos kilos de arroz, a seis mil bolívares cada uno”, detalla. Para graficarlo, asegura que dos kilos de arroz equivalen al 10% del ingreso de una persona que gana el sueldo mínimo.
“Las oficinas, escuelas o empresas les deben dar días libres a sus empleados para que puedan ir a hacer la cola el día que por el dígito final de su cédula de identidad pueden ir a comprar los productos alimenticios o de higiene y comprar lo que llegue ese día, si llega algo”, dice a La Tercera Roberto Briceño-León, director de la ONG Observatorio Venezolano de Violencia (OVV). “El ausentismo ha aumentado en todas las instancias y los jefes no saben qué hacer”, agrega.
Tal como señala Prieto, los medicamentos son otros de los artículos que más escasean. Bien lo sabe Geraldine Dhil, de 32 años, quien relató a Human Rights Watch (HRW) que cruzó la frontera en busca de un trabajo para comprar el remedio en Brasil para tratar a su hija de 13 años, que tiene cáncer. HRW entrevistó a Dhil mientras caminaba los 200 km. que separan la frontera de la ciudad brasileña de Boa Vista, bajo un sol abrasador. “Lo que primero nos dijo Geraldine cuando paramos el auto en la carretera es si teníamos agua. Había una temperatura de 32 grados, a las 10 de la mañana, sin ninguna sombra”, comentó a La Tercera César Muñoz, investigador senior de HRW Brasil.
Otro caso similar es el de Bárbara Rosales, quien también debió cruzar la frontera en busca de atención médica. La mujer de 21 años acudió en enero al hospital en la ciudad venezolana de Santa Elena de Uairén con complicaciones en su embarazo de seis meses. Un doctor le extendió una orden médica para ser atendida en Brasil, tras informarle de que el hospital no podía tratarla por “no tener los medicamentos suficientes” y que no podría atender a su bebé si nacía prematuramente.
“Como la ambulancia del hospital estaba averiada, el establecimiento gestionó que fuera llevada en automóvil hasta Boa Vista, aunque ella tuvo que pagar el combustible, y se le asignó un enfermero para que la acompañara. Rosales contó que se desmayó tres veces durante el trayecto”, relató Muñoz. Cinco días más tarde nació su bebé, con un peso de un kilo.
Morgues y “cauchos”
De los más de 12.000 venezolanos que desde 2014 ingresaron y se quedaron en Brasil, muchos también lo hicieron escapando de la ola de criminalidad. Según el OVV,
Venezuela cerró 2016 con una tasa de 91,8 homicidios por cada 100.000 habitantes. “Las morgues hace tiempo que están sobrepasadas en su capacidad para realizar autopsias, por eso pasan varios días antes de entregar un cadáver a sus familiares y emitir el certificado de defunción”, comenta Briceño-León. “Los muertos adicionales suman dramatismo, pero en Caracas tenemos a la semana los asesinatos que hay en Madrid o en País en un año”, ejemplifica.
La fabricación de autos en Venezuela casi se ha detenido debido a la crisis. El gobierno, carente de efectivo, ha dejado a las automotrices sin acceso a los dólares que necesitan para importar repuestos. Esta situación ha obligado a varias compañías multinacionales a reducir sus operaciones en Venezuela. Prueba de ello es que las armadoras solo ensamblaron 2.849 vehículos el año pasado, en comparación con el récord de 172.218 en 2007.
Un caso especial es la falta de “cauchos”, como llaman en Venezuela a los neumáticos. El contador Mauricio Villasmil relató al diario El Carabobeño que en abril de 2016, tras reunir los 45 mil bolívares que necesitaba para reponer un neumático aro 14, ningún establecimiento formal o informal tenía el producto. Villasmil se anotó en varias listas de espera, y hasta pidió citas por internet en tres locales, y cuando por fin lo llamaron de uno, en junio, tenía que pagar 90 mil bolívares. Hoy cuesta 130 mil bolívares, 188% más, en un estado -Carabobo- que concentra el 80% de la manufactura de “cauchos”.
Los seguros para los autos también se han visto afectados por la inflación.
“Lo que ha sucedido es que las familias han decidido no asegurar los vehículos por no poder pagar la prima”, dice Briceño-León.»
Y los ejemplos siguen. El sociólogo y ensayista venezolano Miguel Angel Campos señaló a La Tercera que en cuanto a novedades literarias, “hace años que las librerías no importan nada de España”. “Los operarios de la compañía de telefonía, CANTV, usan botellas de Coca-Cola de dos litros para sustituir los guardapolvos de los empalmes en el tendido”, aseguró.
LaTercera