Foto: ACG

Rodrigo Sandoval

Morelia, Michoacán.- Las condiciones del clima, primero un sol inclemente y después amenaza de lluvias, no detuvieron a cientos de familias morelianas que salieron al centro de la ciudad a cumplir la antigua tradición de Jueves Santo: visitar los siete templos a lo largo de la avenida Madero y sus alrededores en el Centro Histórico.

Familias enteras cumplen con esta tradición cada Jueves de Semana Santa, para rememorar los siete recorridos que hizo Jesús hasta llegar al calvario.

 

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Algunos con veladoras, arreglos florales, rosarios en mano y libros con oraciones, pasan respetuosamente a cada una de las parroquias, solos o acompañados; llegan, se persignan, oran un momento pedir por sus familiares, enfermos o por sí mismos y salen al siguiente.

Las banquetas son abarrotadas por los fieles que en su paso por los templos, como el de Las monjas, encuentran una variedad de artículos religiosos; las tradicionales charamuscas se venden por docenas.

 

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Los comerciantes se desgañitan para atraer a la clientela, le dan la “prueba” y cobran cuando logran “colocar” este dulce tradicional, elaborado con piloncillo y con gran demanda afuera de los templos durante la Semana Santa.

Algunos fieles entran al templo se santiguan y se van; otros le dedican más minutos a sus plegarias, mientras los turistas entran a lo suyo; admirar las joyas arquitectónicas coloniales y el arte sacro que posee la capital michoacana.

 

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El silencio envuelve y la fe se siente en los templos. El entrar y salir de los creyentes, presurosos para acudir a la siguiente iglesia, complementa el momento y crea un ambiente de empatía con el padecimiento de Jesús en su recorrido hasta El Calvario.

Estos días de asueto, además, le inyectan a Morelia una vitalidad indescriptible, que se percibe a la distancia. Los tranvías son abarrotados; al Turibús no le queda un solo lugar vacío, los encargados de contar las leyendas no se dan abasto con los grupos de turistas que llegan deseosos de escuchar las historias de la Ciudad de la Cantera Rosa. Las plazas que rodean a la Catedral respiran tranquilidad y descanso familiar.

 

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En ese ambiente, los fieles recorren uno a uno los siete templos del primer cuadro de la ciudad, inundando las banquetas de fe, esperanza, arrepentimiento y empatía con El Salvador del Mundo.


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