Exponíamos ayer la conversación de Donald Trump y la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, como una muestra de la falta de preparación del electo presidente de Estados Unidos y de lo impredecible que pudiera llegar a ser su gobierno. Es momento de abordar otra arista que confirma lo anterior: las reiteradas amenazas a las empresas estadounidenses que abandonen su territorio nacional.

Frente a la crisis económica que hoy atraviesa estados Unidos, Trump ofreció un programa proteccionista para atraer a los trabajadores que sufren la desindustrialización, la falta de trabajo y la desvalorización de su salario. Esas medidas non son inéditas en la historia de Estados Unidos, y bien concebidas y ejecutadas podrían suponer un verdadero salvavidas para algunos sectores.

Pero Trump, ya se sabe, convierte en absurdo todo lo que toca.

El electo presidente amenaza con imponer aranceles de hasta 35% a productos de empresas estadounidenses que trasladen empleos al exterior y que intenten seguir vendiéndolos en Estados Unidos. No son sólo en palabras: hace pocos días logró, a través ventajas impositivas, que la empresa de aire acondicionado y equipos de calefacción Carrier desistiera de trasladar una fábrica a México.

El anuncio de Trump resulta un contrasentido absoluto a todos los paradigmas de la economía moderna. Trump logró salvar empleos para trabajadores estadounidenses, pero es difícil pensar en una exoneración masiva de impuestos a miles de empresas. Para el alivio de cualquiera que entienda de economía, la medida podría ser objetada en tribunales si se intenta imponer aranceles a algunas empresas sin la aprobación del Congreso; pero de cumplirse, sería el absurdo.

Economistas de la Universidad de Michigan ya advirtieron que los aranceles sólo afectarían a las compañías estadounidenses que construyan plantas en el exterior, y no a las firmas extranjeras que exportan a Estados Unidos. Otros van más allá, y afirman que una disposición como esa elevaría los costos a las compañías y los precios a los consumidores estadounidenses, desordenaría de un plumazo la baraja comercial construida a través de décadas de ensayo y error y aumentaría el peligro de desatar una guerra sin precedentes en el área que es el corazón del país.

¿El propio presidente de Estados Unidos, un rico empresario adalid del capitalismo, boicoteando al capitalismo estadounidense?

Por el momento es deseable pensar que las extremas medidas anunciadas por Donald Trump deben recorrer un largo trecho antes de ser eventualmente aprobadas, y que esa aprobación, de darse, no será fácil. El gran capital querrá seguir aprovechando la mano de obra barata disponible en sus fábricas en el extranjero, y el sistema financiero se pondrá a cualquier repliegue a las fronteras nacionales; así y todo, los anuncios del electo presidente son una buena muestra de cómo se viene su gobierno.

Estados Unidos ya tiene un líder que no sólo desconoce los rudimentos básicos de las relaciones internacionales de las últimas décadas, sino, al parecer, también las características profundas que definen a su propio país.

Que el cielo nos libre.

AL CIERRE. Nos desayunamos con otra mala noticia: México sigue en el último lugar en Educación, según la OCDE. Y López Obrador, en lugar de acusar recibo, continúa el coqueteo con la CNTE… Que el cielo también nos libre de un Donald Trump de izquierdas en México.


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