Enrique Peña Nieto está solo. Y en esa soledad temprana, cuando aún restan dos años a su sexenio, apela al cobijo de la historia para ser juzgado. Su legado son las reformas, dice para celebrar sus cuatro años de gobierno cumplidos ayer, y se olvida o pretende esconder que el suyo es un gobierno descalificado por la mayoría; repudiado por la altísima corrupción descubierta y evidenciada en los que, con él a la cabeza, se presentaron como los renovadores del régimen, y rechazado y ninguneado por las fuerzas políticas -incluyendo una parte de su partido, el PRI- que por conveniencia acompañaron en el ya muy lejano “Pacto por México”.

A lo largo del día de ayer, Peña preparó una serie de actos y transmisiones televisivas para hablar de sus cuatro años de gobierno, a los que llega con un pobrísimo 24 por ciento de aceptación, el más bajo desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando en los medios nacionales se empezó con este tipo de mediciones. Expuso el mandatario en tercera persona: “No les pido que hablen bien del presidente, dejen que el juicio de la historia hable del presidente…”

La frase fue en Expo Bancomer de Santa Fe, ante unos 5 mil empleados públicos que en todo momento y a cada pausa del mexiquense lo vitorearon. “La marca de su administración” serán las reformas, aseveró ahí, entre su público. Acarreando, presionado o no, pero su público al fin y al cabo.

De regreso de La Habana, a donde viajó para los homenajes póstumos a Fidel Castro, nomás le faltó citar al viejo líder de la Revolución Cubana: “La historia me absolverá”. ¿El nuevo PRI? !Bah! !Cuentos! Nunca entendieron que no entendieron, descalificaría The Economist a Peña y sus cuates, los dos Duarte, los Borge, los Medina, los que siguen. De antes y después.

¿Algo más para el respetable? Fraseología sin sentido y sin ritmo. O sea, sin sentimiento. “Unidad para salir adelante”, “solidaridad” que nos caracteriza como mexicanos, “esfuerzo y trabajo” de todos, el presidente “será el primero en poner el ejemplo”. !Chin! Se “traspapelaron los apuntes”, se justifica Peña. No hay más. Las palabras se ahogan, sin sentimiento, sin sentido.

Se burlaban de una frase atribuida a Vicente Fox, malamente: “!oh, chingao! ¿Hablo o pienso, o pienso o hablo? No me pidan tanto”. Así andábamos. Así seguimos.

Para la noche, en cadena nacional, la soledad es todavía más fría. Que la historia lo juzgue, insiste Peña y refrenda el valor de sus reformas estructurales. Esas que un día darán los frutos y la gloria que los hijos de nuestros hijos -!uff!- disfrutarán. !Que la historia nos juzgue -y nos absuelva- a todos, que caray!

!Ah! La nota: en los dos años que le quedan al sexenio, Peña Nieto le meterá duro a la chamba en la que hay que chambear: construir una relación constructiva con el gobierno de Donald Trump. Ese es un “reto considerable”, afirma. Y sí.

¿Cómo lo afrontará? Ahí si, quién sabe. Nomás lo mencionó. Y el dólar se amaneció a más de 21 pesos…

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