No se ven en el horizonte factores alentadores para la economía de la mayoría de los mexicanos, ni internos ni externos. Las estimaciones de la banca privada  y del propio Banco de México (Banxico) coinciden en que ya entrado el mes de diciembre, la paridad cambiaria se ubicará en más de 21 pesos por dólar y empezando el año, conforme se acerque el día de la toma de posesión de Donald Trump (20 de enero) el tipo de cambio se ubicará en 22 pesos por dólar, con riesgo de alzas.

Para colmo, ayer el INEGI reportó un alarmante alza inflacionaria en los primeros quince días de noviembre, provocando que la tasa anual se colocara en 3.29 por ciento. Lo más preocupante para la economía de los trabajadores mexicanos es que la mayor inflación se registró en el concepto de mercancías y servicios.

El Banxico ha dicho al respecto que en diciembre continuará el aumento en la tasa de inflación general anual, que se situará por arriba del 3 por ciento al cierre de 2016… Claro, siempre y cuando el dólar no haga de las suyas y termine por devorar a nuestra moneda antes del fin de año.

El peso está, literalmente, a la deriva, y a las presiones que significa la agresiva relación bilateral que anticipa el próximo jefe de la Casa Blanca, que no ha variado ni un ápice su ánimo antimexicano, se suma el anuncio de que en diciembre la Reserva Federal estadounidense subirá sus tasas de referencia, por lo que la posibilidad de una apreciación del peso frente al dólar parece tan lejana como la pretendida limpieza anticorrupción dentro del PRI.

Y si afuera todo luce desolador, desde dentro poco hace el gobierno de Enrique Peña Nieto por mandar señales estabilizadoras; la inacción y la ausencia de claridad para responder a la embestida que se espera de la administración Trump son factores que desconciertan y pueden terminar por asfixiar.

El más reciente sainete que protagonizaron en el grupo gobernante, luego de que se filtrara la probable reincorporación del exsecretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, a la toma de decisiones en materia económica y de política exterior, es un mal indicativo y una pésima señal para los mercados.

La debilidad presidencial queda aún más sellada cuando de su credibilidad se trata y nadie le cree la declaración-aclaración de que todo en el gabinete está en orden. Por el contrario.

Los hechos, no de ahora, son irrefutables. Es una realidad que Peña añora en su entorno la presencia de Videgaray, más ahora que incluso algunos analistas han considerado la viabilidad de que sea el extitular de Hacienda quien encabece al grupo mexicano que -lo quieran o no, lo nieguen o no- tendrá que sentarse a renegociar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.

Pero la sola posibilidad del regreso de Videgaray pone de nervios al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong -metido como ninguno en la construcción de su candidatura presidencial- y de la canciller Claudia Ruiz Massieu, quien asesorada por su poderoso tío, Carlos Salinas de Gortari, se ve y se siente con espolones para caminar por el difícil sendero que espera en la relación con Estados Unidos.

Los pleitos y los jaloneos en el interior del grupo en el poder continuarán, por lo menos lo que resta del año. Pésima señal: una presión más a los mercados financieros y a nuestro vapuleado peso.

Lo leyó usted en primeraplananoticias.mx

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