¿Cuál revolución celebramos…?
A muchos nos enseñaron en la escuela primaria, hace 30 años o más, que la Revolución Mexicana se simplificaba a algunas frases icónicas como “Sufragio efectivo, no reelección”, “La tierra es de quien la trabaja”, “Tierra y Libertad”, “Es justo que todos aspiremos a ser más, pero también que todos nos hagamos valer por nuestro hechos” o “Si quieres ser ave, vuela, si quieres ser gusano, arrástrate, pero no grites cuando te aplasten”.
Ya desde entonces, quizá desde siempre, al Revolución Mexicana ha sido un constructo mítico del mexicano del siglo XX que se diluyó con el tiempo y se convirtió solo en un desfile pero ya es una celebración absolutamente carente de sentido. ¿Qué celebramos? ¿Aún es válida la Revolución Mexicana de 1910 en 2016?
Si apelamos al decir de José López Portillo, él fue el último presidente emanado de la Revolución, pues a partir de Miguel de la Madrid, todos han sido neoliberales, lo que de suyo es un discurso incongruente con un movimiento revolucionario pues prioriza la economía global dejando de lado a los más necesitados y convirtiéndolos en engranajes de una maquinaria laboral llena de competencias que solo hacen del hombre un instrumento de explotación. Exactamente igual que en el capitalismo y colonialismo más agresivo del siglo XIX, que era el sistema que provocó, en parte, el levantamiento de 1910.
El mundo se está derechizando, lo que es sinónimo de fanatismo y de fascismo. Allí está Donald Trump en Estados Unidos o Marine Le Pen en Francia o la precandidatura de Margarita Zavala de Calderón por el PAN aquí en México o tantos otros extremistas en todo el mundo. Un gobierno reaccionario, como el del panista Felipe Calderón le dio un certero tiro de gracia, que no el único ni el último, a la conmemoración de la gesta de 1910 con su derroche inútil y fantoche con la Torre de Luz y la canción popera El Futuro Es Milenario de Alex Syntek y Jaime López para las fiestas del centenario y bicentenario que fueron un fracaso estrepitoso. Quizá por eso mismo, un año después, el mismo Calderón Hinojosa promovió la aplicación del Buen Fin exactamente en el fin de semana de conmemoración de la Revolución Mexicana: compremos en lugar de recordar nuestra historia reciente. Alienación absoluta para la sociedad.
Pero no solo los gobiernos reaccionarios han acabado con la Revolución Mexicana. El mismo Partido Revolucionario Institucional se ha dedicado, merced a su dictadura y dictablanda de 72 años, a convertirse en lo más antirrevolucionario. De entrada el nombre: una revolución, por definición filosófica de sí misma, no puede ser institucional. Es un contrasentido; pero ese contrasentido se convirtió en el eje rector político de este país desde que Plutarco Elías Calles se hizo el Jefe Máximo de la Revolución. Después de él, la lealtad fue al partido; por eso nuestra partidocracia.
Además, el entreguismo del Revolucionario Institucional ha sido evidente desde el neoliberalismo político de los años 80 del siglo pasado. ¿Dónde quedó, por ejemplo, el artículo 27 Constitucional que dice, entre otras cosas que:
La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originalmente a la Nación (…). Corresponde también a la Nación el domino directo de todos los minerales o substancias que en vetas, mantos, masas o yacimientos constituyan depósitos (…).
Son también propiedad de la Nación las aguas de los mares territoriales en la extensión y términos que fija el Derecho Internacional (…).
En los casos a los que se refieren los dos párrafos anteriores, el domino de la Nación es inalielable e imprescriptible (…)?
Hoy, este artículo 27, como el 3, el 123 o casi cualquiera de nuestra Carta Magna, son letra muerta a partir de las reformas que los gobiernos priístas y panistas han venido haciendo desde hace 25 años para convertir a México en algo que ni en tiempos de Porfirio Díaz éramos: una república bananera. Pero todo esto es tan revolucionario que desde hace algunos años, gracias a la reforma educativa, la Revolución Mexicana con trabajos es una fecha más del santoral civil pero sin el glamour del 15 y 16 de septiembre.
La Revolución Mexicana cumple 106 años de haberse iniciado y es fecha en que no estamos mejor que hace un siglo. Es evidente que estamos peor y sin memoria. El propio sistema político nacional, que cacarea a los héroes de la lucha armada de 1910, los convierte solo en discursos y en héroes de bronce, huecos, sin ideales y sin proyectos propios pues al asumirlos como parte del protocolo nacional, los desvirtúa y los desdibuja, hasta dejarlos en mala caricatura.
Es una lástima que olvidemos nuestra historia. Es una tristeza que la gente espere más el Buen Fin que recordar a los héroes como Emiliano Zapata, Francisco Villa, los hermanos Flores Magón o los hermanos Serdán. Es triste que estemos más atentos a lo que dicen los empresarios y comerciantes, muchos de ellos trasnacionales, a ver la situación de pobreza, abandono y violencia que tenemos en México del siglo XXI.
Quizá por eso Adolfo López Mateos, presidente de México de 1958 a 1964, dijo:
“La Revolución Mexicana fue la revolución perfecta, pues al rico lo hizo pobre, al pobre lo hizo pendejo, al pendejo lo hizo político y al político lo hizo rico”.
Hoy, en Los Pinos, esto es una realidad evidente.
Pero esto es tan solo mi revolucionaria opinión.