Donald Puede significar Margarita
por Alejandro Báez
El 9 de noviembre es una fecha de acontecimientos memorables y contradictorios, produciendo una paradoja histórica. Tres de ellos lo representan:
- 1938: en Alemania, los nazis detienen y destruyen las propiedades de más de 35 mil judíos en la Noche de los Cristales Rotos.
- 1989: la República Democrática Alemana (comunista) decide la apertura de sus fronteras a Occidente. Cae el Muro de Berlín.
- 2016: en EEUU, Donald Trump gana las elecciones presidenciales y se proclama 45º presidente de los EE.UU.
Es una fecha donde el fascismo, la xenofobia, el racismo, el odio, el divisionismo y la estulticia son parte de la mecánica del tiempo. Tanto antes como ahora. Desde el discurso segregacionista de la Alemania nazi hasta el triunfo electoral del republicano Donald Trump.
Dicen que conocer la historia es para no volver a cometer los mismos errores pero el investigador e historiador Erich Kahler en su libro clásico Historia Universal del Hombre de 1948 establece que la historia es una espiral y que siempre estamos condenados a repetirla ad infinitum. Es el “eterno retorno” de Friedrich Nietzsche donde el Superhombre elige entre todas las vidas posibles volver a vivir la que él considera única y perfecta para no tener absolutamente ningún cambio.
Por eso, la puerta que se abrió el 9 de noviembre de 1989, que restauraba la ansiada esperanza en la humanidad contra la imbecilidad humana de 1938, se cerró con el triunfo de Donald Trump, ahora en 2016.
Trump inició su campaña con el lema de We are going to make our country great again (Vamos a hacer a nuestro país grandioso de nuevo), apelando a las pasiones nacionalistas de una sociedad estadounidense clasemediera baja, de los obreros y de los sectores marginados y afectados por la crisis de 2008 que se sienten traicionados en sus valores nacionales por un sistema que les hace pagar impuestos altísimos y que por otra parte ofrece programas asistencialistas, gratuitos por supuesto, a inmigrantes de todas las etnias del mundo.
Por eso los discursos en donde se atacaba a México, a los musulmanes, a los inmigrantes, a las etnias nativas americanas y sólo sostenía la grandeza y el orgullo de los “auténticos americanos” (¿?). Es el odio, el miedo, el neoliberalismo, el conservadurismo; todos juntos son el gran ganador de las elecciones más controversiales de los Estados Unidos.
Pero como en todo, aquí se aplica perfectamente la Tercera Ley de Newton. México sufrirá las consecuencias, evidentemente. La globalidad es tal que es irresponsable pensar que no nos va a afectar de muchas formas, directas o indirectas.
Lo primero, la cuestión del muro fronterizo es una balandronada. En Estados Unidos, el poder del presidente está perfectamente acotado por el Congreso; a diferencia de México, donde el jefe del Ejecutivo federal es un reyezuelo con poderes plenipotenciarios durante un sexenio. Y Trump, como presidente electo, tendrá que negociar con un Congreso. Ojalá que eso lo equilibre.
Lo que sí podría hacer y si es convincente, llevar a cabo, es la revisión del Tratado de Libre Comercio y reformular los acuerdos que, desde 1994, nos han convertido en un país entreguista y reformista. Los cambios energéticos, educativos, fiscales, políticos, laborales y de salud deben de leerse desde nuestro lento paso a la globalización neoliberal estadounidense.
Además de la devaluación monetaria que evidentemente se nos viene encima y la consiguiente recesión económica que sufriremos, el nuevo gobierno de Trump, siguiendo los ejemplos de otros presidentes estadounidenses, como el demócrata John F. Kennedy, podría aplicarnos un o unos embargos comerciales, como antes a Cuba o a Chile o Brasil o incluso a nosotros mismos —recordemos el problema con el atún mexicano, que provocó el cierre de las fronteras a este producto de 1991 a 1997—.
Pero la verdadera reacción la podremos tener en el interior del país, a partir de nosotros mismos. México podría convertirse en su peor enemigo si no analizamos bien los discursos, máxime que el 2018 ya no está tan lejano y las precampañas ya son una realidad.
El discurso semejante al usado por Trump, en versión Región 4 tropicalizada, en donde se fustiga a una clase política corrupta como la culpable de la mala situación que vive el país, en donde se señala que hay mexicanos de primera y mexicanos de segunda donde estos últimos son proscritos y deben ser castigados con todo el peso de la ley, sin importar los medios o las consecuencias; el discurso donde el mexicano de la calle debe atesorar lo que tiene para que no se lo quiten. El discurso reivindicador, mesiánico, salvador, conservador de los principios y valores de los auténticos mexicanos es ya una realidad mediática en México.
Este discurso no lo trae el PRI ni el PRD; es más: no lo trae Andrés Manuel López Obrador con Morena. Ni siquiera lo trae el PAN como partido. Quien está manejando las mismas estrategias que posicionaron a Donald Trump como el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos, quien está usando las mismas argucias que el republicano pero en su contexto tricolor, quien verdaderamente se puede convertir en una amenaza para México si los medios y la población no estamos alertas es Margarita Zavala de Calderón.
Ella, con el impulso de su marido, el expresidente Felipe Calderón Hinojosa, y su guerra contra las facciones panistas contrarias a su proyecto personal y su ambición de poder, conjuntamente con las facciones más conservadoras, yunquistas, fascistas y religiosas del país, pueden aprovechar el impulso de las elecciones estadounidenses para fortalecer su campaña que la posicione como una inminente candidata a la presidencia de México, desde un falso discurso de valores y tradiciones mexicanas. Allí está, por ejemplo, el Frente Nacional por la Familia y su marcha homofóbica y llena de divisionismo, odio y segregación.
Dicen que cuando a los Estados Unidos le da gripe, a México le da pulmonía. Estados Unidos ya tiene a Donald Trump como presidente electo. No vaya a ser Margarita Zavala nuestra neumonía mortal en 2018.
Pero esto es tan solo mi opinión.