Alejandro Amado

Morelia, Michoacán.- Lleva los últimos cinco luchando contra el cáncer de mama. A sus 40 años ha recibido 50 radiaciones y al menos 11 quimioterapias. Tras dos recaídas desde 2011, hoy permanece estable. En 2011 le detectaron cáncer en el seno izquierdo, que creció considerablemente en seis meses.

Alejandra Sarahí Vences Hernández, se llama. Ha gastado miles en medicinas que debieran estar en el Seguro Popular. Aún así, dice, “hay que tener una actitud positiva para esto”. Su caso refleja con elocuencia el drama de quienes deben soportar una dolorosa enfermedad, pero además las endémicas carencias de un sistema de Salud obsoleto e insuficiente. Pero para ella es la diferencia entre morir o escoger la vida.

“Las quimioterapias son pesadas, muy agotadoras, pero son parte del tratamiento que te da vida. Así lo tomé yo. Dije: va, una quimioterapia es vida para mí, y yo quería vivir”.

Alejandra escogió la vida. No sólo la suya.

“En aquel entonces mis hijos Dulce María y Alejandro tenían dos y tres años. Con el apoyo de mi marido y de mamá salimos victoriosos aquella vez. Seguimos en proceso de revisión, dietas ejercicios, chequeos de sangre, mastografías cada ocho meses”.

En noviembre de 2015 se detectó otra bolita muy pequeña, y tras una biopsia se confirmó que era cáncer. Quedó en shock un par de días. Se trataba de un cáncer triple negativo aún más fuerte que el anterior. Sería sometida a cirugía nuevamente, le informaron. Eso fue el pasado 16 de diciembre.

Le detectaron metástasis en el hígado. Se sometió a someterse a quimioterapia cada ocho días, con riesgo de contraer trombosis. Debió aplicarse 17 radiaciones, y apenas hace tres semanas terminó su tratamiento. Después le sacaron un seno. Y ahora tiene miedo.

“Este tipo de cáncer, al ser triple negativo, no es codependiente hormonal; es un tipo agresivo. Yo ya no quiero una tercera recaída.  Se vale tener miedo… pero que el miedo sea lo que te impulse, espero que pronto cáncer no sea igual a muerte”.

Alejandra, a diario, hace un esfuerzo vital por centrarse en lo que viene, por pensar en el día  día, por no dejar que la muerte la venza. Su situación la ha permitido obtener más y mejores respuestas a las preguntas vitales.

“Hay que tener una actitud bien positiva para esto. Uno no pregunta: ¿doctor, me voy a morir?’ Pero sí llegas a pensarlo. Hay que darle  vuelta a la hoja rápido. No hay que quedarse en esa duda. Hay que vivir el día a día, sólo por hoy”.

Enfatiza que su familia fue quien la ayudó a salir adelante dos veces, y hoy la motiva a seguir alerta ante cualquier complicación. Como la que tuvo en 2015. Reconoce también el trabajo del Grupo Integración, que se encarga de atender las necesidades específicas de cada paciente. Como parte de los talleres que imparten en el Centro Estatal de Atención Oncológica, les enseñan a hacer sus propias prótesis de mama, con semillas, les explican el tipo de cáncer que enfrentan y qué significa.

–Sin ellos, no sé…­– dice.

Tras los tratamientos, las consecuencias físicas son notorias. A veces cuesta enfrentarlas. Perdió el cabello y se le cayeron las uñas. Hasta ahora no ha sido candidata a alguna cirugía estética, y lo ve difícil a causa de su cáncer bilateral.

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Resistir el cáncer, y al sistema
Partió mal. El primer tratamiento se le realizó, extrañamente, en forma inversa. Le practicaron quimioterapias antes de la cirugía para extraer. Desconoce si fue por alguna falla en los aparatos: a la larga, asegura, todos los enfermos terminan por saber que es una situación que sufren a menudo los pacientes oncológicos.

Otro tema es la falta de medicamentos.

“Por parte del Hospital todo está bien. El problema es el desabasto. Es una triste realidad, hay muchísimos pacientes a los que no les están dando su medicamento”.

Pese a estar en el Seguro Social, el desabastecimiento de medicinas es un problema recurrente para los pacientes de cáncer. Pasan meses sin recibir su dotación. Cuando la reciben es a cuentagotas. Y eso, para ellos, es de vida o muerte.

“Nuestros medicamentos no son para quitarnos el dolor, no son para dormir mejor. Son para vivir un día más. Llegamos a tal grado que como pacientes, a esta altura, no nos preguntamos ‘¿cómo estás?’, sino, ‘¿ya te dieron tu medicamento?’”.

Como parte de la premedicación de las quimioterapias, recuerda, le tocó comprar externamente medicamentos que debió darle el Seguro, como las ranitidinas. Ahora, con la quimioterapia, sólo le han dado una caja de cuatro.

“Se trata de medicamentos que comprados de patente tienen un costo de 20 mil pesos al mes, y en su versión genérica cuestan alrededor de 15 mil pesos. Otras medicinas llegan a costar 70 mil pesos”. La Capecitabina, de la marca Roche, es una de las medicinas más utilizadas en el tratamiento contra el cáncer.

Alejandra ha visto cosas. “Dos casos en que a las personas se les está regresando el cáncer por falta de medicamentos. Así, cuesta más”.

Alejandra señala que los que han pasado por este padecimiento se sienten con la obligación de fomentar los chequeos. Admite que las campañas como la que hoy avalan  Secretaría de Salud  son importantes, pero pide más atención a las recurrentes fallas que tienen los aparatos del Centro Estatal de Atención Oncológica y a la constante falta de medicamentos. Se trata, asegura, de un tema de vida o muerte.

Alejandra tiene razón. Mientras tanto, muchos pacientes oncológicos luchaban por vivir un día más, contra su enfermedad y contra el sistema de Salud de Michoacán.

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