Ciudad de México.– María es el nombre anónimo de una pequeña que durante dos años sufrió abuso sexual por parte de su padre, cada vez que éste iba por ella para que pasara unos días en su casa, la menor lloraba y suplicaba a su madre para no ir con él.
Las acusaciones comenzaron hace dos años, cuando la niña de tan sólo 9 años contó al pediatra que sentía ardor al orinar.
“Papá me clavo la uña”, explicó. “No me gustan las cosquillas”, agregó, poco después María volvió al servicio de urgencias con los mismos síntomas tras estar diez días con su progenitor, el diagnostico medico definió que se trataba de abuso sexual.
Pero pese a que se levantó la denuncia el caso de María pasó por el laberinto legal y burocrático como en otros casos de menores que son abusados: el perito que la revisó no le creyó y un juzgado de Madrid archivo su caso.
La madre de la menor no la pudo proteger, pese a las peleas con su ex pareja, y por las visitas que la justicia tenía pautadas.
María armo un plan para no seguir visitando a su padre, lo que hizo fue tomar una grabadora que la ayudara a reunir pruebas y denunciar el abuso.
El día de la visita, escondió la grabadora en su maleta, para grabar la conversación que tuvo con su padre y abuelos, que comprueban el abuso.
—¿Pero cuándo te he tocado yo? —le dice el padre a la niña.
—Muchas veces —contesta la niña.
—Pero cariño, eso es para jugar —dice él.
—Es que no tienes que hacerme eso nunca, mi cuerpo es mío —dice ella.
—Tu cuerpo es tuyo, efectivamente. (…) Cuando tú decías que no te tocara, yo paraba. Yo lo único que te estaba haciendo era cosquillas y estaba jugando contigo —le contesta el padre.
El abuelo le explica entonces a la niña que su padre la tocaba para lavarla.
—Eso hay que asearlo muy bien y darle pomada —dice el hombre.
—No, no, no. Si yo sé por lo que la niña lo dice, si yo sé a lo que ella se refiere—corrige el padre de la niña.
—Yo también te lo he lavado, entonces sería igual —dice el abuelo.
—No, si ella no se refiere a eso, si yo sé a lo que se refiere —dice el padre.
—¡Bueno, pues ya está! —grita la niña.
—¡Bueno, pues apechuga, pues apechuga! —contesta el padre a gritos.
El abuelo insiste en que el padre sólo la tocaba para lavarla. Su hijo lo interrumpe:
—Ya está, papá, si ella se refiere a otra cosa. Habla con ella como si fuera una persona mayor, que ella no se refiere a eso.
—Ya, sí, lo sabemos —dice la abuela.
La historia que vivió María no se aleja de la realidad que viven muchos niños que son abusados sexualmente, y que soportan los abusos durante años sin que nadie lo descubra, una de las causas son las amenazas que los hacen callar hasta mucho tiempo después.
Fuente: Infobae.