Morelia, Michoacán
Es magia en el paladar, una caricia para el corazón y un apapacho para el alma, que lleva en sus notas la tradición, la fe y la sencillez. Es la capirotada.
Entre sus fogones y cazuelas, Emilia Milián García, maestra cocinera de Quiroga, prepara la capirorada, un platillo típico de la Cuaresma y difundido en diversos estados de México, en cada uno con una receta especial y única.
“Mi abuelita ya la preparaba, mi mamá y yo aprendimos de ella, y yo ahora la enseñé a mi hija y a mi nieta, es una receta sencilla y muy rica, tradicional de la Semana Santa y ha pasado de generación en generación”, comparte Emilia Milián.

De la abuela a las nuevas generaciones
La sinfonía de sabores y texturas comienza con el pan blanco, que se ha dejado endurecer y está frito en mantequilla para que adquiera una textura firme y consistente.
A la par, se prepara una miel hecha con piloncillo y naranja, ahí se sumerge el pan, rebanado en lonjas, que se sirve en un plato, se le espolvorea queso añejo y se corona con pasas.
Así de simple, así de sencillo, la capirotada despierta en los comensales el calor del hogar, la comida al amor del hogar familiar y la tranquila fe.

¿Y cuál es el ingrediente secreto?
Emilia Milián responde que es “mucho, pero mucho amor, nomás eso”.
Destaca que la capirotada, en su versión ancestral, ha tenido una amplia aceptación entre quienes degustan su comida, y ha llegado tan lejos como Guatemala, donde ha sido recibida con agrado.
Si bien esta es la receta original, la capirotada se puede encontrar en diferentes versiones y con los ingredientes más sorprendentes, según el sitio donde se prepare.
En el norte de México, en estados como Nuevo León y Chihuahua, se corona con queso manchego, coco y grageas de colores, mientras que en Sonora y Sinaloa se añade a la miel de piloncillo biznaga o guayaba. En otros lugares como Jalisco se incorporan cacahuetes y en Nayarit, frutos secos.

Existen versiones más modernas, donde se le agrega rompope o tequila.
La tradición católica ha relacionado la capirotada con la pasión y muerte de Jesús, al asociar el pan con el cuerpo del salvador; la miel, con su sangre; el queso, con el sudario, y los elementos dulces y coloridos, desde las pasas hasta las grageas de colores, con la alegría por su resurrección.
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