Fotos: Fátima Paz

Dicen que quien salva a un animalito, no puede cambiar al mundo, pero cambia el mundo para ese animalito. Dicen que es el amor la fuerza más grande del universo. Dicen que la mayor capacidad de una mujer es el amor que da a sí misma y a otros.

Y este Día Internacional de la Mujer conmemoramos la lucha de las mujeres por cambiar el mundo.

Hoy lo hacen también desde una de las trincheras más duras, al ser una labor que parece interminable: mujeres valientes y fuertes que dedican su tiempo a salvar a lomitos y michis.

Foto: Reuters

Todo comenzó con Rambo, cuatro años atrás, cuenta Rosa María Velázquez, ama de casa y rescatista. Con ocho días de nacido, el perrito no había abierto sus ojos y era muy pequeño, pero ya tenía el coraje y la fuerza de un guerrero.

“Mi intención es esterilizarlos y buscarles un hogar seguro y amoroso, a perros y gatos, para que tengan una vida digna, reducir la sobrepoblación en las calles y evitar el abandono y el sufrimiento”, comparte Rosa María.

Lo primero es prevenir, explica, por lo que busca a vecinos que tienen lomitos o michis para que los esterilicen; si no tienen recursos para ello, ofrece su apoyo para llevarlos a las campañas gratuitas y, de ser necesario, solventa los costes del traslado y los cuidados del animalito.

De estar en situación de calle, lo primordial es obtener el apoyo de alguien para la atención del postoperatorio y un sitio de resguardo durante éste.

“Es una labor que hago con mis propios medios, solo con la ayuda de quienes aceptan resguardar a un animalito para su esterilización; me ponen para la gasolina para acudir a las campañas gratuitas y quienes adoptan de manera responsable. Es algo bonito, los animalitos en la calle ya me conocen, me ven y mueven las colitas”, comparte Rosa María.

Agrega que la parte más difícil de ser rescatista es la gente, las familias de los gatos y perros que no les cuidan, y convencer a otros de colaborar, en la medida de sus posibilidades, a combatir el abandono y el sufrimiento de los peluditos.

Y mientras descansa en la sala de su hogar, Rambo, el increíble guerrero de suave pelaje y corazón de acero, guiña los ojitos en señal de aprobación y afecto.

No hay en Morelia un registro de rescatistas y refugios, reconoce la titular del Instituto Municipal de Protección Animal, Minerva Bautista Gómez.

Si bien se tiene un proyecto para certificar a los refugios y rescatistas que reúnen condiciones para asegurar el bienestar de los animalitos que atienden, “es complicado llevar a que se apeguen a normas y lineamientos, cuando la gran mayoría de los rescatistas son mujeres que trabajan con recursos propios, en las casas donde viven”, señala la funcionaria y animalista.

Así, la expectativa es establecer criterios mínimos de bienestar animal, y emitir recomendaciones a quienes enfrentan algún grado de rezago.

Foto: ACG

Acreditar a los refugios y rescatistas no solo permitiría impulsar que trabajen en mejores condiciones, sino dar certidumbre a quienes donan o hacen labores voluntarias.

La conocen como May Martínez y todos saben que no desaprovecha la oportunidad de ayudar a un lomito o michi en situación de calle o vulnerable, pero quienes mejor la identifican son los pequeños que ella alimenta y cuida cada día.

María Eugenia Martínez, empleada gubernamental, suma 15 años trabajando para salvar vidas. Lo hace sin aspavientos, sin promoción, en su propio hogar y con sus propios medios.

Alimentar a los amigos de cuatro patitas que encuentra en su recorrido de la casa al trabajo y a la casa, esterilizar a quienes puede resguardar, vacunar y desparasitar, dotar con casitas que construye con materiales reciclados, y buscar hogares permanentes para los michis y lomitos, son tareas primordiales que ocupan su tiempo.

“No promuevo lo que hago, porque al principio mi familia no estaba conforme, me decían que es un hobbie muy caro y muy desgastante, ahora hasta cooperan conmigo a veces”, señala.

Son cuatro animalitos los que habitan la vivienda de May Martínez, pero hasta siete los inquilinos regulares, y entre siete y 10 más, perros y gatos, que residen en su calle.

Si bien cuidar y rescatar a un lomito o michi es muy satisfactorio, May Martínez comenta que es necesario tener cuidado con sobrepasar la capacidad personal o de los espacios.

Esto, porque en el esfuerzo por cuidar a la mayor cantidad de animalitos posibles se puede caer en el mismo mal que se pretende combatir, el maltrato y el hacinamiento.

“Trato de meditar, no alejarme de mi fe, eso me fortalece, tengo el apoyo de mi familia, pero sí necesitas cuidarte, no dar más de lo que realmente puedes, he visto sitios donde los animalitos están todos flacos y maltratados, al grado de que estarían mejor en la calle, con al menos una oportunidad de buscar comida y refugio”, reflexiona.

Uno de tantos retos que tienen los refugios y rescatistas es determinar su capacidad de atención y no excederla, ya que esto pude llevar a que un proyecto que nace con la intención de ayudar sea parte del problema de abuso y maltrato.

“Casos de acumuladores de animales han empezado como rescatistas que no supieron cuándo detenerse, hemos visto varios casos y de iniciar con una muy buena intención pasaron a ser parte el problema”, detalla Minerva Bautista.

Y es que, acota, una persona, una organización, no va a resolver sola un fenómeno que es competencia de toda la sociedad, como el abandono de animales de compañía.

“Salvo un puñado de albergues, todos están saturados, y el estrés que tienen por atender a los animales, por tratar de ayudar a los más posibles, puede resultar en una situación de hacinamiento, acumulación o, incluso, maltrato”, reitera.

“Siempre me gustaron los gatos, pero fue en 2013, a raíz de una fractura en mi familia, que empezamos a ver la enorme necesidad y a rescatar, primero a uno y luego a otro, a otro. Hoy en casa tenemos 10 gatitos, y ayudamos a rescatar y colocar en hogares permanentes a todos los que podemos”, explica Ana Griselda Estrada, educadora.

Con sus hijas y con otras mujeres rescatistas, hace equipo para buscar y ayudar a los animalitos que les es posible, con alimentos, atención veterinaria, pero, sobre todo, esterilización y adopción.

La labor, precisa Ana Griselda, no es simple, porque no sólo es una lucha porque el dinero alcance, por conseguir hogares adoptantes, por robarle al tiempo la vida de animalitos en malas condiciones, sino encontrarse con situaciones donde ya no hay marcha atrás.

“A veces ya no se puede hacer nada, excepto acompañarlos en sus últimas horas, algunos están en condiciones tremendas y no podemos hacer nada, creo que en estos casos los animalitos solo nos esperan para que los acompañemos en sus últimos momentos antes de descansar”, expresa Ana Griselda.

Agrega que la lucha por los animales se da en muchos frentes a la vez, pero uno de los más importantes es lograr que la sociedad se involucre.

“Ahora vemos que las autoridades ya nos apoyan más, nosotros damos hasta donde podemos, se nos rompe el corazón, pero debemos asegurarnos de que nuestros rescatados tienen calidad de vida, así que lo más importante es buscar que los demás se involucren.

Me da mucho gusto que algunos de los que adoptan luego están rescatando, uno o dos o más, pero ese uno o dos o más son animalitos para quienes el mundo ha cambiado”, expresa.

“¿Crees que algún día el trabajo de las rescatistas ya no sea necesario, porque todos los animalitos tienen un hogar?”, pregunto. Ana Griselda responde “es difícil, pero otros países lo han logrado, por qué México no podría”, señala con esperanza.


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