xr:d:DAFYVU1ZOf0:3,j:2327754932,t:23012123

Cuando Mario Moreno, Cantinflas, visitó a Cuba en abril de 1944 ya había hechos películas como “No te engañes corazón” y el inolvidable “Gendarme desconocido”, por lo que, de sobra, ya había conquistado al gran público de Latinoamérica.

Por cierto, el revuelo provocado por su arribo fue enorme y el recibimiento que se le dio no fue cosa de juego.

La Asociación Cubana de Artistas organizó un concurrido acto y el pueblo lo acogió como a un héroe. Tras la euforia inicial, el periodista de espectáculos, Don Galaor, de Bohemia, escribió:

“Difícilmente podrá recordarse, de muchos años a la fecha, una demostración más espontánea y entusiasta a un artista visitante. El Prado, los jardines y escalinata del Capitolio eran un mar de cabezas”.

Según asegura Leonardo Depestre en su libro Artistas en la memoria, el recién llegado se alojó en el hotel Nacional, pasó alrededor de dos semanas en Cuba, y actuó ante los micrófonos de CMQ Radio, en los programas Competidora Gaditana, así como en el teatro Alkázar

Luego, Mario Moreno recorrió varias veces La Habana hasta noviembre de 1956 en que realizó su última visita a la capital de los cubanos.

Un cronista de la época, cuyo nombre no ha trascendido, comentó:

“Con una expresión cansada, el cigarrillo entre los dedos, modesto traje gris sin corbata y su sencillez habitual, Mario Moreno descendió del avión e hizo frente a los hombres de la prensa”.

En esta ocasión, Cantinflas, el primero entre los actores cómicos del cine de habla hispana de más de una generación, se presentó ante los niños de la Casa de Beneficencia y en el programa “Casino de la Alegría”, de CMQ-TV, junto con un selecto grupo de artistas cubanos.

Una nota de prensa decía así:

“Llegó el número de Cantinflas. Simpático y derrochando comicidad. Terminó su show con un baile de los suyos en compañía de Sonia Calero. Buen programa el de ‘Casino de la Alegría’. Al cómico se le entregó una medalla de oro y un pergamino acreditativo de la admiración que sentimos por él”.

El comediante, a quien Charles Chaplin consideró su posible sucesor, y el actor mágico de “El padrecito”, “Un Quijote sin mancha” y “El patrullero 777”, “El barrendero” y otras muchas cintas, retrató como nadie el alma del mexicano humilde, el del rancho, el que sudaba la camiseta todos los días.  

A su vez, reforzó a través del humor la presencia en el mundo de su México, un país que quiso con locura y, por añadidura, hizo una “aporte” a nuestra lengua con el término “cantinflear” que se refiere a una forma de hablar o actuar de manera disparatada y sin transmitir ningún mensaje en específico.

Cae rendido ante una rubia despanpanante

¿Güey, es verdad que te flecharon en La Habana?, le preguntó un amigo de la industria al regresar de su primer viaje a La Habana y el actor puso cara de loco y siguió caminando rumbo a ninguna parte.

Según sus biógrafos, Cantinflas, uno de los rostros más icónicos del cine de oro mexicano, se casó joven con Valentina Ivanova Zuvareff , con quien tuvo un matrimonio feliz y duradero, sin embargo, también vivió otros amores apasionados y escandalosos como el que protagonizó junto a famosa vedette cubana Rosita Fornés

Cantinflas conoció a la cantante y actriz en 1944, cuando llegó a Cuba invitado por CMQ-Radio, y a Rosita le dieron el papel de su contrafigura.

Evelio R. Mora, autor de una obra biográfica sobre la Fornés, comenta: 

“Rosa y Mario se conocieron en los ensayos y eventos públicos a los que asistían. El interés del mexicano comenzó a hacerse más explícito, pues no dejaba de acompañarla a cenas y paseos familiares con los allegados de la joven artista.

“Pero, como era costumbre en la época, no los dejaban estar a solas. Rosita acudía a sus citas con Mario acompañada por una tía que hacía de chaperona”.

La propia Rosita en el libro de R. Mora cuenta:

“Mario le cayó muy bien a mi familia. Cuando cenábamos fuera o durante las veladas en mi casa se las ingeniaba para mantener una charla agradable con mi padre, quien reciprocó esa deferencia con una amistad verdadera. Tras muchas pláticas entendió, incluso, la importancia de llevarme a trabajar a México”.

Finalmente, el padre de Rosita, quien en esa época mandaba en su vida, la acompañó a México para ayudarla a desarrollar su carrera y, además, verificar si Cantinflas estaba dispuesto a divorciarse, como le había prometido a la cubana

“Yo era muy joven y me enamoré de él de verdad. Fue el primer amor que tuve en serio, romántico, bonito e inesperado”, contó la vedette en el documental “Rosita Fornés: mis tres vidas”

Una vez en México, Rosita fue seleccionada para protagonizar “El deseo”, filme de Chano Urueta con la actuación estelar de Emilio Tuero. Casi todo iba bien; no obstante, el mexicano continuaba casado.

“Él me ofreció el oro y el moro, que tuviera paciencia, él estaría siempre a mi lado. Pero mi padre me dijo que no veía eso claro. Me hizo dejarlo todo y me trajo para Cuba. Eso me entristeció. Todas mis ilusiones se vinieron abajo, aunque, al llegar el trabajo no me faltó”, confesó la actriz en el documental.

Y añadió:

“Traté de sacarlo de mi mente, borrarlo, aunque no pude. Ese amor se quedó vivo dentro de mí, cuando yo regresé a México, un año después, todavía perdía el habla al verlo”.


Discover more from Primera Plana MX

Subscribe to get the latest posts sent to your email.

Deja un comentario