Felix Madrigal/ ACG
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En un mundo cada vez más digitalizado, los juguetes tradicionales mexicanos, considerados obras de arte popular, enfrentan el riesgo de desaparecer.

La llegada de la tecnología y el creciente interés de las nuevas generaciones por los dispositivos electrónicos han relegado estas piezas únicas al olvido, marcando una pérdida no solo de objetos, sino de historias y tradiciones.

Hoy en día, los niños piden a los Reyes Magos regalos tecnológicos como consolas Xbox, dispositivos Nintendo, iPads o teléfonos inteligentes. En este escenario, iconos de la infancia como el yoyo, el trompo y el balero han pasado a un segundo plano, quedando en peligro de extinción.

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Sin embargo, hay quienes se niegan a dejar morir estas tradiciones: artesanos que, con manos expertas y un corazón nostálgico, continúan produciendo estos juguetes, no solo para preservar su cultura, sino también para transmitirla a las futuras generaciones.

Los juguetes tradicionales mexicanos no son meros objetos de entretenimiento; son expresiones de arte popular que se conectan profundamente con las raíces culturales del país. Al igual que la comida, la danza y la música, estos juguetes cuentan historias de identidad y creatividad.

Desde las coloridas muñecas de trapo, madera o porcelana, hasta los papalotes, matracas, marionetas y caballitos de palo, cada uno de ellos es un reflejo del ingenio y la habilidad de los artesanos que los crean.

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Además de su valor cultural, estos juguetes ofrecen una experiencia sensorial y lúdica única, fomentando la imaginación y las habilidades motoras de los niños.

Son un recordatorio de tiempos más simples, cuando la diversión no dependía de pantallas, sino de la interacción directa y el ingenio.

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