Félix Madrigal/ACG – Morelia, Michoacán
El café, esa bebida que disfrutamos al iniciar el día, en una charla con amigos o como compañero perfecto de una tarde lluviosa, tiene una historia fascinante en Michoacán. Según el historiador Gerardo Sánchez Díaz, en su libro Breve historia del café en Michoacán, el primer cafeto llegó al estado gracias al general Mariano Michelena en el siglo XIX.
Michelena, tras un viaje al Medio Oriente, trajo semillas desde el puerto de Moka, en Arabia, y las sembró en su casa en Valladolid (hoy Morelia). Al adaptarse al clima, las plantas fueron trasladadas a Urecho, donde comenzó su propagación hacia otras regiones del estado.
Para 1840, el cultivo llegó a Uruapan, y con los años, el café producido en esta zona no solo se volvió parte de la vida cotidiana, sino que también alcanzó reconocimiento internacional. En 1876, el café uruapense fue premiado en la Exposición de Filadelfia por su calidad y sabor, marcando un hito en la historia cafetera del país.
Hoy, cada taza de café que disfrutamos, ya sea en casa o en una cafetería, lleva consigo el legado de quienes, con visión y dedicación, sembraron las primeras semillas en Michoacán. Es más que una bebida: es tradición, historia y el pretexto perfecto para disfrutar el momento.