La película mexicana “La cocina” (2024), dirigida y con guion de Alonso Ruizpalacios, con un alarde de buen cine, explora en el tema de la migración teniendo como primera referencia el restaurante The Grill de la ciudad de Nueva York.

Basada en la aclamada obra teatral de Arnold Wesker, la cinta, de 139 minutos, nos acerca al ambiente tóxico y asfixiante de un centro gastronómico repleto de migrantes ilegales de diferentes nacionalidades que luchan por defender sus trabajos, sueñan, se niegan a rendirse, y no paran de decir groserías en sus respectivos idiomas.

En este ambiente, con un humor trágico que lo envuelve todo, se destaca el mexicano Pedro, bromista, buscador de problemas, conflictivo, quien está enamorado de Julia, una camarera estadounidense, quien queda embarazada.

Entonces se pierde dinero de una de las cajas y la desgracia es inevitable.

La película, filmada en blanco y negro, nos da un mensaje muy claro sobre las dificultades que puede afrontar un migrante en sus búsquedas del “sueño americano”, sobre todo si se trata de personas con aspiraciones que buscan crecer y no solamente tener garantizado el plato de lentejas.

La obra en materia de ritmo y edición es mágica. En tomas abiertas y cerradas, con encuadres perfectos, y un ritmo alucinante, nos presenta el trabajo en la cocina y sobre todo en el área de preparación de los muchos pedidos de los comensales.

Todo fluye a la velocidad de un ciclón, los cocineros y meseros son como piezas de una gran maquinaria.

Los críticos no han escatimado elogios y duras críticas para esta cinta, la cual este año estuvo nominada a Oso de Oro como Mejor película en el Festival de Berlín. También en 2024 aspiró a la Espiga de Oro en el Festival de Valladolid.

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