Morelia, Michoacán
Dicen que no todas las formas de las violencias dejan una marca visible, lo que no implica que no generen consecuencias. La violencia vicaria, desconocida por muchos, malinterpretada por otros, es una de las manifestaciones de agresión en contra de las mujeres que mayor daño causan, aunque no queden heridas o cicatrices observables a simple vista.
A lo largo de un mes, Brenda Vega Zúñiga no pudo ver a su hija, que recién cumplía ocho años. No supo de ella. No habló con ella. Ni siquiera tiene la certidumbre de dónde estaba. Esto, porque el padre de la pequeña la sustrajo de su lado.
Apenas el pasado martes 19 de septiembre, Brenda Vega logró recuperar a su hija, luego de la presión social y de las colectivas feministas sobre las autoridades; sin embargo, la pesadilla para esta madre no ha finalizado.
“La niña fue entregada a mi madre, su papá y yo no podemos tener contacto con ella hasta que un juez la escuche y determine en dónde se siente mejor y se tome la decisión”, expuso.

La Cámara de Diputados del Congreso de la Unión definió la violencia vicaria como “la acción u omisión cometida en contra de una mujer, por la persona con la que tenga o haya tenido una relación de matrimonio, concubinato o de hecho, con la intención de causarle cualquier tipo de daño o sufrimiento, separarla de sus hijos e hijas y causar desapego en el vínculo materno filial, utilizando la violencia”.
Con anterioridad, el padre ya había sustraído a la niña, por un lapso de una semana, a pesar de lo cual recibía el beneficio de visitas más allá de las indicadas por la autoridad. El segundo intento, registrado en agosto, se mantuvo por un mes.
Si bien la pequeña no mostraba señas evidentes de maltrato o abuso, se cree que en las semanas que estuvo sustraída por su padre no acudió a la escuela. Asimismo, la menor no contaba con una rutina de alimentación, sueño, descanso o recreación, en contraste con la disciplina que su madre acostumbraba.
“Una prueba pericial indicó que la niña estaba de acuerdo en permanecer conmigo, tenemos el proyecto de mudarnos de Uruapan, donde residimos actualmente, a Querétaro, incluso ya tenía un lugar en una escuela allá; ahora las pruebas muestran que ella quiere estar con su papá porque yo soy una mamá enojona, porque para un niño es fácil decidir en dónde se sienten más cómodos, lo que no necesariamente indica que estén bien”, refirio Vega Zúñiga.
Agregó que la pequeña estaba inscrita en una escuela en Uruapan, a pesar de que la madre tiene la custodia, pero la institución indicó una asistencia irregular, “en la escuela no conocían a la niña, hasta ahora que está con mi madre le está buscando un lugar”.




Cuestionada en torno de la imposibilidad inmediata de tener contacto con su hija, expuso que la pretensión es determinar su hubo o no una alienación parental.
Brenda Zúñiga reconoció que no sabía de la existencia de la violencia vicaria como una forma de agresión en contra de las mujeres, donde el daño se inflige a través de los hijos.
Fue el acercamiento con colectivas feministas el que le hizo ver la situación que vive y contribuyó a recuperar a su hija.
El futuro, reiteró Vega Zúñiga, es incierto, con 5 demandas en curso, pruebas periciales por aplicar y una custodia que decidir.