Fotos: Gustavo Vega/ACG

Morelia, Michoacán

Era como en una película, de esas que se basan en hechos reales. La multitud, los puestos, la algarabía, todo era propicio para la fiesta y la celebración, pero el estallido de 2 granadas cambió las vidas de los asistentes a la ceremonia del Grito de Dolores, para siempre.

Ese 15 de septiembre de 2008, Hugo, de entonces 14 años de edad, y David Reyes, de 26 años, acudieron al Centro Histórico de Morelia a presenciar la ceremonia del Grito de Dolores, con sus seres queridos, y lo que comenzó como un festejo terminó como una pesadilla que, 15 años después, todavía implica pesar y dolor para los afectados, los ataques con granadas dirigidos a la población civil, en la zona centro de Morelia.

Una piedra que gira entre ruidos de cohetes

“Vine con unos tíos, mis primos y amigos, cerca de 12 personas, estábamos donde ahora pusieron la placa conmemorativa del 15 de septiembre de 2008, donde estalló la primera granada, ahí nos pusimos, dicen que cuando te toca, ni aunque te quites, y nosotros fuimos directo a ese lugar”, detalla Hugo, comerciante de ahora 29 años, uno de los más de 100 lesionados por los llamados granadazos.

Sentado frente a una taza con café, en un restaurante con vista a la plaza Melchor Ocampo, Hugo señala el sitio aproximado donde se establecieron sus seres queridos y él para disfrutar de la ceremonia del Grito de Dolores, previo al que es considerado el primer ataque terrorista registrado en el país.

“Estábamos emocionados, al tercer ‘¡Viva México!’ se escuchó un estallido, pensamos que era un cohetón o cohete, pero vi a un señor con un niño caer, y luego una especie de piedra que giró en el suelo y estalló, salió humo blanco, no vi más nada, caí también y no supe qué pasaba”, recapitula Hugo.

“Al momento de levantarme, vi gente con sangre, vi a mi tía, que llevaba en brazos a mi primito, ensangrentados ambos, nadie sabía qué sucedía, un momento de pánico, sólo pensé en ayudar a mi tía y levanté al bebé, para ir a las ambulancias, que nos llevaron al hospital Civil, con más personas, tuve que viajar de pie, sosteniendo en brazos al niño. Cuando lo revisaron, descubrieron su pie prácticamente partido en 2, y decidieron cambiar la ruta al hospital Infantil, donde también me vieron a mí y me atendieron”, relata Hugo.

Foto: ACG

Las investigaciones destacaron que fueron 2 granadas de fragmentación las lanzadas contra los civiles congregados en las inmediaciones del Palacio de Gobierno, para celebrar el Grito de Dolores, acto encabezado por el entonces gobernador Leonel Godoy, y en los alrededores del templo de La Merced.

Como resultado de estos ataques, 8 personas perdieron la vida, al menos 3 de ellas en el lugar, y aproximadamente 132 fueron heridas.

Miles de personas coincidieron en el Centro Histórico, entre ellos, David Reyes y su esposa, quienes acudieron a celebrar su aniversario de bodas, procedentes de Tzitzio.

Tenía entonces 26 años, “quería quedarme en casa, pero nunca habíamos estado en Morelia, así que mi esposa quería conocer y lo hicimos, traíamos a nuestra hija, que sólo tenía 3 añitos, pero se quedó dormida en el camino y la llevamos con su abuelita… acabamos de llegar a Morelia cuando fue el Grito, así que no alcanzamos a disfrutar”, rememora David.

Con uno de sus dedos, muestra el lugar aproximado donde se encontraba con su esposa al momento del estallido de la primera granada, en su intento por llegar lo más cerca posible del escenario donde tendría lugar la verbena popular.

“Todo era fiesta, algarabía, celebrábamos como novios con mi esposa, la multitud, los puestos, la música, era como una de esas películas basadas en la vida real, queríamos estar lo más cerca posible del escenario, quedamos bajo un árbol, donde ahora está una placa, pero empezó el Grito y ya no pudimos avanzar más, cuestiones del destino”, recuerda David.

“Se me hizo raro que el entonces gobernador (Leonel Godoy) no hiciera sonar la campana cuando tocaba, no sabía por qué, él volteaba como si esperara algo, en eso escuchamos el estruendo, no vi nada, sólo que estaba al lado de mi esposa y el estallido me arrojó como a 2 metros de ella, me levantó casi metro y medio en el aire, fuimos de los últimos que recogieron las ambulancias, y ya no alcancé a ir al hospital del Seguro (Instituto Mexicano del Seguro Social, IMSS) o al hospital Civil, me tocó un particular, los otros estaban llenos de heridos. Ahí se dieron cuenta de que perdí hueso, tendones, músculo, en ambas piernas, y mi esposa perdió todo el cartílago y parte del músculo”, rememora David Reyes.

La espera

Sobrevivir al caos y el terror que inundaron la zona centro de Morelia, por causa del estallamiento de 2 granadas lanzadas en contra de los civiles asistentes a la ceremonia del Grito de Dolores, ese 15 de septiembre de 2008, vinieron la incertidumbre de la recuperación, la solicitud de apoyos, los trámites y la espera.

Para Hugo, la situación mejoró a partir de 2015, con la mayor disposición de la autoridad estatal a asumir y cumplir compromisos con los afectados por los granadazos, en contraste con los años 2008 a 2014, cuando las ayudas se dieron a cuentagotas, no a todos los que requerían de las mismas, y los niveles de gobierno “se aventaban la bolita” de la responsabilidad de atender a las víctimas.

“En 2010 algunos de los que resultaron afectados recibieron las primeras pensiones, en 2018 otros, y a partir de ahí la ayuda ya fue más segura, fue con los gobernadores Silvano Aureoles Conejo y Alfredo Ramírez Bedolla que el respaldo se hizo más constante, ahora tenemos quién nos atienda en la Secretaría de Gobierno (Segob), en la Comisión Estatal de Atención a Víctimas (CEAV) y en la oficina de Atención Ciudadana, además de que esperamos pronto reunirnos con el gobernador Alfredo Ramírez, con eso ya no tenemos grandes carencias”, menciona Hugo.

Agrega que 17 de los afectados recibieron una vivienda, en principio en venta y luego, como donación, otros tuvieron apoyos para construir en sus terrenos o para mejorar sus viviendas, “también se nos dio la posibilidad de emprender negocios, mis tíos tienen una paletería y yo, una tiendita, todos enfrentamos necesidades, pero no son graves”.

“Éramos una familia feliz y de repente estábamos en riesgo de perder nuestras extremidades y no podíamos hacernos cargo de nuestra hija, además nos quedó el temor ante la inseguridad, porque si una granada nos pegó una bala, que es más común, nos puede pegar en cualquier momento, tenemos miedo, a veces va, a veces regresa, sobre todo en estas fechas”, indica David Reyes.

Para la familia de David Reyes, los primeros momentos fueron “muy complicados”, porque debieron esperar alrededor de 6 meses para dar sus primeros pasos, y “mientras algunos muy pronto tuvieron ayuda del gobierno, nosotros no teníamos nada, ellos ya estaban en Palacio (de Gobierno), y nosotros ni siquiera podíamos ir al baño solos, poco a poco mejoramos y nos unimos a los demás para saber cómo recibir apoyos”, refiere David Reyes.

Además del cuidado médico inmediato, David Reyes y su esposa, como otros afectados por los granadazos, necesitaron apoyo psicológico, terapias, y seguimiento para su recuperación, si bien ya no pudo mantenerse en su empleo, ya que fue pensionado.

Como probables responsables de los granadazos fueron aprehendidos 3 individuos en Apatzingán, quienes poco después de ser señalados con esta calidad afirmaron ser inocentes e inculpados por la autoridad, proceso que culminó en 2015, con la puesta en libertad de los detenidos.

Mirar al mañana

A 15 años de distancia, Hugo mira el futuro con esperanza, pero consciente de que aún tiene mucho por enfrentar, y algunas situaciones nunca podrán ser resueltas.

“Ha sido muy difícil de superar, creo que jamás podré hacerlo del todo, tuvimos qué aprender a llorar encerrados en nuestras casas y salir, como si nada”, expone Hugo.

Reconoce que, “para algunos septiembre es un mes de festejos, comida, reuniones, pero para mí es un mes triste, donde recuerdo lo que pasó, algo para lo que nadie estaba preparado, las terapias nos ayudaron pero es algo que nunca podré olvidar, lloramos, estamos tristes, no queremos salir”.

Apunta que “entre todo lo malo que vivimos, hay cosas buenas, por ejemplo, haber tenido la oportunidad de ayudar a mi primito, que ahora está bien… ahora espero vencer el temor, intento venir al Grito de Dolores o a los encendidos de la Catedral, no lo he logrado, el temor me gana, porque en general me es difícil ir a eventos con mucha gente, más cuando son en el Centro Histórico”.

Cuestionado en torno de la posibilidad de que un ataque similar se vuelva a producir en Morelia o el estado, Hugo menciona que “creo que no estamos exentos, pero no creo que hay un riesgo inminente”.

Para David Reyes, las cosas son diferentes, “yo creo que estamos propensos en casi todo momento”.

“Como padres, tenemos qué inculcar valores a nuestros hijos, eso es bien difícil, que la gente entienda que debe educar a los hijos, porque estamos en riesgo en todos lados”.

También discrepa de la intención de regresar a presenciar una ceremonia del Grito de Dolores, en general, cualquier evento masivo.

“No, yo quedo fuera de eso, solo asisto a algunas fiestas de familiares o amigos, incluso duramos mucho sin venir al izamiento de la bandera del día 15 de septiembre, ese día no queremos salir de casa, no voy a volver al Grito, para mí eso es algo que no pasará, y mi esposa está en la misma sintonía”, detalla David Reyes.

El miedo generó en David Reyes y su esposa un trauma que les lleva a considerar que no permitirían que sus hijos asistan a la conmemoración del Grito de Dolores, “a lo mejor a otros eventos, como el del 30 de septiembre, pero no al Grito, es un trauma, porque pueden vivir el mismo riesgo en otros lados, pero es un miedo que ya no se puede quitar”.

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