Londres, Gran Bretaña
Este sábado 6 de mayo, a sus 73 años, Carlos III ha sido coronado oficialmente ante el mundo como rey y jefe de Estado de los países que pertenecen a la Commonwealth. Por su parte, Camila, su esposa, ha adquirido el título de “reina consorte”.
La ceremonia se ha llevado a cabo a las 11 de la mañana (hora local) en la Abadía de Westminster, y se ha podido ver en directo a través de las televisiones en señal abierta.
Westminster acogió solo a 2.200 asistentes entre los que figuraron algunos monarcas europeos, como los reyes de España, Felipe y Letizia o Alberto II y Charlène de Mónaco. También se pudo ver a Jill Biden, primera dama de Estados Unidos, y al príncipe Harry, quien asistió sin la compañía de Meghan Markle y sus hijos.
Los nuevos reyes de Inglaterra empezaron la procesión desde el Palacio de Buckingham, montados en la carroza Diamond Jubilee, con la cual recorrieron el corazón de la ciudad hasta llegar a la Abadía de Westminster, en la que dieron inicio a la consagración.
Con el grito de “God save the King” (“Dios salve al Rey”) y el posterior juramento a la Ley y a la Iglesia británica, Carlos III se presentó ante los asistentes como el legítimo rey de Inglaterra.
Seguidamente, el monarca tomó asiento en la Silla de la Coronación -también llamada Silla de San Eduardo, construida en el año 1300- y fue ungido con aceite por el Arzobispo de Canterbury, tal y como dicta la tradición.
Tras este ritual, se dio paso a la parte más simbólica de la ceremonia: la recepción de cetros, anillos y espadas por parte de Carlos III y, por supuesto, la colocación de la Corona de San Eduardo sobre su cabeza.
El rey Carlos añadió un nuevo elemento: el Homenaje del Pueblo, en el cual llama a los británicos a jurar lealtad al monarca y a sus herederos.
El despilfarro
A pesar del regocijo de muchos británicos, no faltaron los que se cuestionaron el gasto de dinero en un acontecimiento tan opulento, ya que la crisis del coste de la vida sigue azotando al país.
Una inflación persistentemente alta, años de estancamiento salarial, y la repentina y pronunciada subida de los precios de la energía han dejado a millones de británicos al borde de la pobreza.
El Gobierno se ha negado a dar una cifra sobre el coste de la coronación, aunque las estimaciones de los medios de comunicación británicos oscilan entre 50 y más de 100 millones de libras (US$ 63 y US$ 125 millones).
